CAPÍTULO 9. AGUA

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Pues sí, pasó. Lo hice sin pensar. Conforme me acercaba a su boca cogí un vaso de agua y cuando lo tuve muy, muy cerca se lo tiré a la cara. Inmediatamente me eché a reír. Su cara era un cuadro, lo había dejado totalmente desorientado. Así le limpié el chocolate. Lo que no esperaba era su reacción, o la falta de ella. Se quedo totalmente paralizado. No me decía nada mientras yo me reía como una loca tirada en la arena.

-       ¿Estás tonta? – su tono de voz cortó mi risa rápidamente. Ups, se había cabreado y no poco. Cuando lo miré estaba totalmente serio y rojo de rabia. Me miraba como si me quisiera matar. Se puso a maldecir en lo que supuse que era italiano. No entendía nada pero por su expresión supe que no decía nada bueno. La había fastidiado.

-       Sólo ha sido una broma. – Me defendí poniendo mi mejor cara de niña buena. Intentaba contener la risa pues cuanto más me reía más se cabreaba él y, cuanto más se cabreaba más me reía yo. Un círculo vicioso del que no sabía cómo íbamos a salir. Estaba empapado. Su preciosa camisa verde se le pegaba al torso.

-       ¿Tú sabes lo que cuesta ésta camisa? Es de seda – me ladró.

-       Por favor, que es una camisa – contesté.

Se levantó sin siquiera mirarme. La broma se me había ido de las manos, estaba realmente cabreado. Se quitó la camiseta y yo no pude hacer más que babear. Estaba totalmente tonificado, tenía una tableta increíble y unos hombros anchos y fuertes. La risa se me había cortado, estaba totalmente asombrada. Algo bueno había sacado de la broma.

De repente, sin esperarlo. Se dio la vuelta y me miró con una sonrisa pícara. Que cambios de humor tenía este hombre.  Me puse nerviosa, sus ojos delataban que planeaba algo, pero no sabía el qué. Me levanté y me puse en guardia, no sabía que iba a hacer. Salió disparado hacia mí y yo di un grito a la vez que salía corriendo. La arena me quemaba los pies pero por nada del mundo dejaría que me cogiera. Fue inevitable, hice todo lo posible por esquivarle pero era más rápido que yo. Me cogió y me subió a su hombro, mi cabeza quedaba a la altura de su trasero y me sujetaba por las piernas.

-       ¡Bájame! Me voy a marear – exigí mientras le daba puñetazos en la espalda.

-       Ah no, guapa, lo vas a pagar – dijo mientras se acercaba a la playa.

-       No te atrevas, que voy vestida y no tengo nada para cambiarme – no sería capaz, lo mataría.

-       Yo también iba vestido. Y con seda, además – otra vez con la seda…

-       Italiano tenías que ser, ¡eres un pijo! ¡Bájame, ahora mismo! – seguía pataleando y dándole golpes pero no se inmutaba. Era como darle puñetazos a una pared.

Comenzó a acercarse al mar, lo inevitable se acercaba pero jamás me rendiría.

-       ¡No me vayas a mojar, he echado un buen rato para peinarme y llevo el tabaco, el móvil y la cartera en el bolsillo!¡Apiádate de mi iphone, no merece morir así! – era mi último recurso.

Rápidamente comenzó a tantear mis bolsillos y a sacar las cosas mientras yo seguía resistiéndome.

-       ¿Sabes que fumar mata? – preguntó risueño.

-       Y yo también como no me bajes – cada vez le gritaba más pero no me hacía ni caso.

Tiró mis efectos personales a la arena sin ninguna consideración. Como me rompiera el iphone lo mataría. Le cortaría la cabeza. Me estaba poniendo colorada por el esfuerzo de resistirme y tener la cabeza hacia abajo. No me dio tiempo a marearme, entró en el agua y cuando a él le llegaba el agua por la cintura me tiró. En el fondo sabía que me lo merecía pero con el cabreo se me olvidó cerrar la boca. Me bebí la playa entera. Cuando comencé a toser me levantó y me dio pequeños golpecitos en la espalda. Le empujé intentando que cayera, pero no, era como una pared, no se movió ni un milímetro.

GUERRA FÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora