CAPÍTULO 11. DISCUSIÓN

126 0 0
                                    

-       Malú, ¿me estás escuchando? – me dijo David. Estábamos en mi cama, todo había sido perfecto y yo estaba más para allá que para acá.

-       No – contesté sincera, estaba agotada.

-       Te decía que mañana deberíamos empezar a trabajar en el nuevo disco – era cierto. Había pasado ya mi mes de vacaciones, hacía dos semanas que había vuelto de Valencia. David se presentó allí diciendo que había dejado a su mujer y que había removido cielo y tierra para encontrarme. No lo dudé, me lancé al vacío esperando que él me cogiera. Y así lo hizo. Volvimos juntos a Madrid y empezamos a quedar para tomar algo. Decidimos ir poco a poco.

-       No me hables de trabajo y ¡bésame! – le ordené. Sus labios buscaron los míos inmediatamente. Sin dudas. Nos besamos lentamente primero hasta que el ritmo fue subiendo a la vez que los latidos de nuestros corazones. Se colocó encima de mí y atacó mi cuello. No podía más que dejarme hacer y disfrutar. Sabía que para David, por ahora, era solo sexo pero a mí me bastaba tenerlo a ratos. Nos amamos con pasión, éramos fuego con fuego y poco a poco llegamos a tocar las puertas del paraíso juntos.

Tras nuestra última sesión de deporte nocturno David salió de mi cama, se levantó y se vistió.

-       Mañana nos vemos, preciosa – dijo agachándose para darme un beso en la boca – Tenemos la reunión a las nueve. No se te ocurra llegar tarde. Descansa.

-       Hasta mañana – dije a punto de quedarme dormida.

Aún no había conseguido que se quedase a dormir pero algún día lo haría. Ahora mismo estaba bastante liado encauzando su vida y no le quería presionar. Me dormí con el sabor de sus labios aún presente.

Me levanté de un salto a las siete de la mañana. O me daba prisa o llegaría tarde. Miré mi móvil y tenía un WhatsApp de David.

“despierta dormilona o llegarás tarde”

El WhatsApp era de las 6:30. Seguro que no había dormido, se fue de mi casa a las tres de la mañana. No le contesté. Salí corriendo hacia el baño para ducharme y maquillarme. Una vez hecho eso bajé a la cocina a por un café y una manzana. Como siempre, mi cafetera era demasiado lenta. Me desesperaba, no tardaría en cambiarla. Mientras salía mi café volví a subir a mi habitación para vestirme. Abrí el armario y lo primero que vi fue la camisa y el bañador de Seth. Seth, el chico que había dejado plantado en Valencia. Cuando David se presentó en Valencia ni siquiera me acordé de él pero había tenido dos semanas para pensar. No podía ser Lucía, no era una persona normal y le había mentido. Tarde o temprano se daría cuenta de la verdad y jamás habría salido bien. Fui muy cobarde al huir sin más pero no podía hacer otra cosa, no podía darle explicaciones y sobre todo, no quería darlas. Pensaba todo esto mientras me ponía unos vaqueros y una camiseta azul. No me apetecía nada llevar tacones así que me puse unas cómodas bailarinas azules.

Salí de casa a las nueve menos cuarto, me había entretenido demasiado al final. Cogí mi estúpido coche y puse música. Me esperaba una buena mañana de escuchar canciones, muchas canciones. Hasta que encontrara las ideales para el nuevo cd. Como siempre me guiaría por mi corazón, no por el autor de la canción o por lo que dijeran los jefazos sobre qué tendría más o menos tirón. Me gustaba elegir las canciones según lo que me hacían sentir. Quizás por eso “Guerra Fría” era un álbum que me recordaba tanto a David. El cd se preparó en pleno apogeo de su boda y de mi descubrimiento. Había descubierto mis sentimientos por él y todas las canciones lo reflejaban. En el tour cada vez que cantaba alguna lo visualizaba.

-       Buenos días, Malú – dijo Lucas contento cuando entré a la discográfica – ya se te echaba de menos.

-       Seguro que los de arriba no tanto – le contesté. Le di un abrazo y un beso.

-       ¿Tomas café luego conmigo?

-       Por supuesto, en cuanto las fieras me dejen diez minutos libres bajo y te invito. – Me apetecía mucho hablar con él, era un chico muy agradable y simpático y además, tenía muchísima paciencia.

Llamé el ascensor y esperé impaciente a que llegara. Toda la tecnología estaba en mí contra esa mañana, hacía todo lo posible para que llegara tarde a la reunión. Se abrieron las puertas y subí mirando el móvil, tenía a mis maluleros abandonados por twitter. Les prometí contarles todos los detalles del nuevo disco pronto y levanté la vista. David me observaba risueño, no me había dado cuenta de que estaba ahí.

-       Hola, casi llegas tarde – dijo.

-       Casi, esa es la palabra importante – contesté.

Las puertas se cerraron y automáticamente me acerqué a él para besarlo.

-       Te eché de menos cuando te fuiste.

-       Mentira, seguro que estabas ya dormida cuando cerré la puerta. – tenía razón, pero no se la iba a dar.

-       Aún así te eché de menos.

Nos abrazamos y nos besamos lo que duró el trayecto al quinto piso, dónde nos esperaban para escuchar las canciones. Antes de salir del ascensor le limpié los labios con mis manos, se los había llenado de pintalabios. Nada más poner un pie en la quinta planta la expresión de David cambió, se puso su máscara de frialdad. Ya no era David, el tío con el que me acostaba. Ahora era sólo mi representante. Mi arisco representante.

La mañana se hizo eterna, ninguna canción de las que escuchaba me hacía temblar, ninguna me sugería nada. Eran todas muy planas. Los jefes estaban desesperados, si por ellos fuera yo aún seguiría cantando solamente “aprendiz”. A ellos todas le parecían perfectas con tal de terminar ya pero yo no quería coger ninguna canción que no me trasmitiera nada.

-       Me voy – dije levantándome – cuando tengáis algo que merezca la pena me avisáis.

Salí de la sala  escuchando reproches. Me daba igual que lo dijeran, no haría nada que no me gustase. Si las canciones eran malas, eran malas y punto. No estaba dispuesta a perder más tiempo escuchando algo que no me gustaba.

-       ¿Se puede saber qué coño haces? – David había salido detrás de mí y me alcanzó cuando estaba a punto de subirme al ascensor. Genial, ni me había mirado en toda la mañana, solo se ponía de parte de los jefes y ahora me decía que qué hacía.

-       No quiero seguir perdiendo el tiempo. Tú sabes que esas canciones son malísimas y no voy a cantarlas, ni loca vamos.

-       Hay muchas formas de decir las cosas, Malú. Ya no tienes quince años y no puedes salir de una sala llena de gente que solo busca ayudarte así. – Estaba empezando a alzar la voz.

-       ¿Me estás llamando niñata? – no me lo podía creer. Ya no podía ni opinar sobre lo que cantaba. Mi cabreo aumentaba por momentos -  Últimamente parece que sólo les interesa el dinero. No quieren saber si yo estoy cómoda o no con lo que canto. Solo quieren llenar sus bolsillos a costa de mi voz. Si no fuera por la clausula del contrato que dice que tengo que dejarme un riñón si quiero cambiar de discográfica antes de que termine mi contrato ya me habría ido.

David enmudeció, sabía que tenía razón pero él no podía dármela. Yo podía encontrar cualquier discográfica pero él si se iba por las malas no volvería a trabajar. Los jefes se encargarían de ello.

-       Ve a tomar algo y relájate, por favor. Hablaré con ellos.

-       ¿Por qué no vienes conmigo? – mi cabreo no era con él a pesar de todo y me apetecía tener un ratito a solas con él.

-       No puedo, Malú. Yo vivo en el mundo real, dónde no puedes dejar tu trabajo sin más e irte a tomar algo.

Su comentario me sentó como una bofetada. Sonreí irónica, no le iba a dejar ver lo que me había dolido aquello. Subí en el ascensor y salí de allí.

GUERRA FÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora