CAPÍTULO 21. POR SER TU MUJER

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Estaba alucinada. Faltaban aún dos días para el concierto y ya había cola en la puerta del palacio. Me dieron los siete males cuando pasé por allí con mi coche y lo vi. Pobrecitos, hacía calor aún y se iban a cocer. No pude evitar temblar de emoción. Estaba muy nerviosa, tenía muchas ganas de subirme al escenario y darlo todo.

Los arreglos de las nuevas canciones habían quedado de lujo y me moría por cantarlas, iba a ser un concierto muy especial. Puede que también agridulce. Había perdonado a David, entendía que la situación no era fácil. A veces me sentía mal por ser la otra pero luego me besaba y me olvidaba del mundo, de su mujer y de todo. Sabía que estaba mal, muy mal lo que estábamos haciendo pero me había prometido que la situación duraría poco y yo no podía aguantar más sin él.  El sonido de mi ipohne me sacó de mis pensamientos. Descolgué.

-       Cariño, Mónica se ha ido a pasar la noche con su madre al hospital, ¿pasas y me recoges? – preguntó.

-       Sí, estoy al lado. En dos minutos estoy allí – contesté con una sonrisa enorme, me había alegrado la noche.

-       Oye Malú – dijo serio…

-       Dime

-       Que te quiero – reí como una tonta.

-       Yo también te quiero. Cuelgo que como me pillen conduciendo y con el móvil para que quiero más. Me haces ser una conductora camicace, amor.

-       Te hago mucho más que eso, cariño – dijo en un tono muy provocativo. Y era verdad, me hacía perder el rumbo, saltarme todas las normas escritas y las no escritas.  Por ser su mujer me olvidaba de ser una dama, como bien decía la canción de mi amiga Natalia Jiménez. - Venga, date prisa. Llevo demasiado sin besarte – me dijo antes de colgar.

Puse la canción.. La cantaba con toda mi alma, esa letra describía perfectamente mi situación. Cuando viera a Natalia se lo diría, que había dado en el clavo.

“yo, daría mis ojos por tenerte, 

estar lejos de ti, 

me hace más fuerte, 

no tengas miedo a esconderme, 

yo, cargaría tu cruz a mi espalda, 

guardaría tu voz en mis entrañas, 

tus secretos bajo mi falda, 

pero yo para ti, siempre seré la otra, 

solo seré una sombra, 

de una vida junto a ti.”

Sólo esperaba que el tema se equivocara en una cosa, no quería ser siempre la otra. Llegó el estribillo y ahí ya si cantaba a gritos. No me importaba desafinar, en esos momentos cantaba como me salía, sin técnicas vocales y sin arreglos. Sólo dejaba salir mis sentimientos en forma de canción:

“Por ser tu mujer, yo le entrego a dios mi alma, 

Por ser tu mujer, yo me olvido de ser una dama, 

Por ser tu mujer, sería capaz de morir en tu cama, 

Por ser tu mujer, por ser tu mujer. 

Yo, entrego las llaves de mi cuerpo, 

Mi vergüenza es todo lo que pierdo, 

En este frío invierno, 

pero yo para ti, siempre seré la otra, 

Solo seré una sombra, 

De una vida junto a ti.”

Llegué a casa de David cuando acababa la canción, dejé de cantar y me dediqué a pitar como una loca. Sabía que odiaba que lo hiciera pero me encantaba verlo enfadado. Era irresistible cuando ponía morritos.

-       ¿Estás loca? Se va a enterar medio vecindario de que has llegado – dijo subiendo al coche.

-       “Si estoy loca…. Te quiero y me muero, dime si estoy loca” – tarareé riendo.

-       Y graciosa, además – dijo él.

-       Cállate y bésame – le exigí. No me hizo esperar, se inclinó y devoró mi boca. Me sentí en el paraíso. Su lengua atacaba la mía. Se enredaba. Se apartó dándome un provocativo mordisco en el labio inferior.

-       Venga, vamos graciosa. Arranca.

-       ¿Dónde vamos? – le pregunté.

-       A cenar – contestó.

-       Vale, bien. Pero, ¿a dónde? – lo miré levantando una ceja – no soy la única que está graciosa eh.

-       Tú eliges, amor. Algún sitio discreto.

-       Mmm ¿mi casa? – pregunté con una sonrisa pícara.

-       Perfecto, así tenemos dónde comer el postre – su sonrisa se unió a la mía.

Encargamos la cena a un restaurante y mientras esperábamos nos sentamos en el sofá con una copa de vino.

-       ¿Estás nerviosa, amor? – preguntó de pronto.

-       ¿Yo? ¿por qué? No es la primera vez que me acuesto contigo – me encantaba tomarle el pelo.

-       Por el concierto, idiota – dijo dándome un pequeño tirón del pelo. – Lo otro lo tienes más que dominado. Aunque si quieres practicar yo me dejo eh.

-       ¿Practicar para el concierto? Ya he ensayado bastante hoy – lo estaba sacando de quicio.

-       No me refería a eso, graciosa – se acercó lentamente a mi cuello y lo besó.

-       Soy una máquina, no necesito practicar para eso – hice el intento de apartarlo pero no se movió ni un milímetro. Me estaba poniendo cardiaca con los besos en el cuello. Era mi punto débil, lo sabía y se aprovechaba.

Me calló con un beso que me hizo perder la razón. Sus manos recorrían mi cuerpo sin descanso. Me recosté en el sofá y él se puso encima. Acaricié su espalda mientras le mordía el lóbulo de la oreja. Cuando sabía que él ya no podía más lo aparté y provocativa le dije:

-       ¿Esto no iba a ser el postre?

-       Me gusta tomar el postre antes de la cena, amor. Eres mi postre favorito.

Volvió al ataque metiendo su mano por debajo de mi camiseta. Subió por mi abdomen para llegar hasta mi sujetador. Temblé. Mis manos no se quedaban atrás. Le acariciaba los hombros y la espalda.

Mi oportuno timbre sonó y nos cortó todo el royo. No pude más que reír.

-       Joder, voy a matar a quien sea. – dijo David quitándose para que me levantara.

Me levanté y recompuse mi ropa rápidamente.

-       ¿Estoy decente? – le pregunté a David dando una vuelta sobre mí misma.

-       Sí, pero me gustas mucho más cuando estás indecente.

-       Capullo, te gusto siempre, admítelo. – le di un dulce beso y me giré para ir a abrir la puerta. David aprovechó para darme un pellizco en el culo. - ¡Gilipollas! Me vengaré que lo sepas – le contesté andando hacia la puerta. El simplemente rió.

Me miré en el espejo de la entrada y me arreglé el pelo que delataba lo que minutos antes estaba haciendo. No era plan de exhibirme ante el repartidor del restaurante así. Abrí la puerta y me quedé petrificada. ¿Qué hacía ella aquí? 

GUERRA FÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora