Iba corriendo como una loca por la calle, llegaba tarde a mi “cita” con David. Me había quedado dormida y no escuché el despertador. Ya llegaba quince minutos tarde y con los tacones me era imposible ir más deprisa. No tenía tiempo ni para pensar que decirle a David, si disculparme por el beso o decirle que no me arrepentía porque era lo que sentía. Suponía que al verlo sabría qué hacer.
Mi estúpido coche seguía en la calle de detrás de la discográfica, ahora recordaba que no lo había metido en el parking. Después de hablar con David cogería un taxi e iría a por él. Me estaba asfixiando, me faltaba el aire. Giré en una esquina y choqué con un hombre, ambos caímos al suelo.
- ¡Lo siento! ¡No le he visto! – dije levantándome rápidamente de encima de él. – Iba corriendo y al girar no le esperaba.
- Podría mirar por donde anda, señorita – me contestó de mala leche – ¿Y si llego a ir cargado con algo frágil? - que mala leche se gastaba el chico. Era muy alto y se podría decir que atractivo, en otras circunstancias no me habría importando estar encima de él.
- Ya le he dicho que lo siento – contesté mosqueándome – tampoco es para ponerse así.
- ¡Quítese de en medio y déjeme pasar, señorita! – me apartó y siguió su camino.
Hay que ver la de gente amargada que hay por el mundo, pensé. Seguí mi camino, ahora andando, total ya llegaba tarde ¿Qué mas daban cinco minutos más? Tarde otros cinco minutos en llegar a la cafetería. En la puerta me paré, respiré hondo y cogí fuerza de donde no las tenía.
- Venga, Malú, tú puedes – susurré para mí misma.
Entré fingiendo una seguridad que no tenía y me dirigí al reservado, donde seguro estaba David. Y sí, allí estaba, sentado con un café en la mano mirando por la ventana. Llevaba unos vaqueros ajustados y un polo blanco ¡Estaba guapísimo!. Sentí un cosquilleo en el estómago mientras me acercaba.
- Buenos días – dije sin mirarlo a los ojos, no podía.
- Llegas tarde – dijo en el mismo tono que me lo decía mi padre cuando era una adolescente y me saltaba el toque de queda.
- Sí, lo sé. Lo siento – contesté arisca. ¿Tanto le costaba decir buenos días?.
En ese momento se acercó el camarero, le pedí un café con leche y se marchó a prepararlo.
- Mira, David, no sé qué decirte. Lo primero es decirte que lo siento y el lavado de la tapicería del coche te lo pago yo. Me siento estúpida por haber vomitado tu coche – dije rápidamente, sin apenas respirar.
- No hace falta – me interrumpió – no estoy aquí para hablar de quien va a pagar el lavado de mi coche.
Se podía cortar la tensión que había en el reservado con un cuchillo, no nos mirábamos, yo miraba fijamente el mantel de la mesa y él miraba por la ventana. Sólo la llegada de mi café aligeró la tensión un poco.
- ¿No tienes nada más que decir? – me preguntó.
- No puedo decirte que siento lo de el beso – dije armándome de valor y levantando la mirada para hablarle. – Te estaría mintiendo si te lo dijera, David. Sí fue un error, un estúpido error pero ya está hecho y no me arrepiento de ello.
David se quedó blanco no esperaba que fuese así de sincera:
- ¿Por qué lo hiciste? – preguntó, ahora sí me miraba.- ¿Demasiado alcohol?
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GUERRA FÍA
Storie d'amoreMi vida puede llegar a ser muy complicada. Vivo encima de un escenario sin tiempo para el amor pero ¿qué pasa cuando te enamoras de tu representante, un hombre que está casado, o cuando el destino te pone delante el que puede ser el amor de tu vida...