CAPÍTULO 38. LABIOS COMPARTIDOS

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“Amar es combatir y yo te amo, Malú”. Esa frase retumbaba en mi cabeza de vuelta a México. Me era imposible dormir en el avión, Seth no salía de mi cabeza. Eso no tenía que haber pasado, no tendría que haber ido a su cumpleaños. Se había enamorado de mí y yo estaba enamorada de otro ¿no? Mi cabeza era un torbellino de pensamientos y no sabía ya ni qué pensaba ni que sentía. El beso que me había dado Seth había sido… no encontraba la palabra para describirlo. Era demasiado lo que había sentido con ese mínimo roce, tanto que no me cogía en el cuerpo ese sentimiento. Y luego, cuando se desmayó en el coche quise morir. Me sentía culpable por su golpe y pensar en perderlo era algo que no llegaba ni a imaginar. ¿Cómo alguien a quien apenas conocía era tan importante en mi vida?

Pasé las doce horas de vuelo desojando una margarita imaginaria. ¿Seth o David? ¿David o Seth? Cada vez salía un nombre y nunca me gustaba el resultado. Seth era un tío decente que me había demostrado muchísimo más que David en mucho menos tiempo pero David… bueno, David era David. Había que admitir que todo sería mucho más fácil con Seth pero siempre me habían gustado las relaciones complicadas. Y reconozcámoslo, estar con un tío casado tenía su morbo. Tanta meditación en el avión no me valió para nada, lo único que saqué en claro es que tenía que solucionarlo ya o al final saldríamos dañados todos.

Llegué al hotel de madrugada, la noche mexicana me encantaba. Había muy buen ambiente en la puerta del hotel y dentro había una fiesta con trajes típicos mexicanos. La gente bailaba y cantaba rancheras. Me hubiera gustado quedarme pero debía dormir o al día siguiente no sería ni medio persona. Además, había decidido que no probaría más el tequila mexicano, tenía un efecto muy malo en mí. Bueno a David creo que le gustó el efecto que provocó, ya me entendéis. En el hotel ya se olía a Navidad, habían empezado a decorarlo con bolas festivas y había un gran árbol en la entrada. Odiaba pasar esos días fuera de casa. Extrañaba demasiado a mi familia.

David no había ido a recogerme al aeropuerto como había prometido, supuse que estaría liado aún en la discográfica. Trabajaba sin descanso el pobre. Por un lado me apetecía mucho verlo pero, por otro, necesitaba pensar. Después de lo ocurrido con Seth mi mundo se había puesto patas arriba y ya no estaba segura de estar tan enamorada de David. A lo mejor lo que me había dicho Vero era cierto. En el cumpleaños de Seth tuvimos un rato a solas para hablar mientras Judith y Seth jugaban con Lucía.

Subí al ascensor pensando en la conversación con Vero.

-       ¿Estás bien? Pareces seria – había comentado Vero.

-       Sí. No es nada. Solo lo de siempre, ya sabes. – No necesité decir nada más. Vero lo había entendido perfectamente.

-       Debes decidirte, tía. Así salís perdiendo los tres pero más tú. Por lo que he conocido de Seth es un tío encantador y creo que de verdad sería bueno para ti. Es todo lo que siempre has querido y David es un gilipollas. ¿Piensa dejar a su mujer? – preguntó Vero.

-       Dice que cuando volvamos en navidad – estábamos fumando en el patio sentadas en las hamacas de Seth.

-       ¿Le crees? – preguntó Vero echando el humo de su cigarro.

-       Quiero hacerlo – dije simplemente.

-       Pero no lo haces. Malú, creo que Seth se ha arriesgado más y te ha demostrado mucho más que David. ¿Te puedo hacer una pregunta? ¿Estar con David es lo que esperabas? – no sé para qué preguntaba si me podía hacer una pregunta si la soltaba mucho antes de que me diera tiempo a contestar.

-       No te entiendo – dije mirándola fijamente.

-       Llevas muchísimos años enamorada de él y ahora que lo tienes, ¿es cómo tu esperabas? Creo que después de tantos años lo tenías en un pedestal y lo ves como un santo.

GUERRA FÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora