CAPÍTULO 8. DESEO

141 1 0
                                    

Llegaba tarde, para variar. Llegué al bar en el que había quedado con Seth con la respiración y el pulso alterado por la corrida. La situación me recordaba demasiado a lo sucedido en Madrid. Solo esperaba no atropellar a nadie. Miré en el bar, aún no había llegado. O sí, y se había cansado de esperar a una impuntual desconocida. Me senté en la acera y encendí un cigarro, esperaría un rato.

Sonó mi teléfono, de inmediato supe que era David. Llamaba dada cinco minutos, colgué y apagué el teléfono. La decisión estaba tomada, adiós David.

Estos días me centraría en Seth. Al parecer no sabía quién era yo. Por eso, decidí ser Lucía por unos días, una persona totalmente desconocida. Quería comprobar si podía gustar a una persona siendo yo, no siendo Malú, la cantante. Por una parte me molestaba que no me reconociera pero por otra, era lo mejor que me podía pasar en este momento. Por una vez quería no ser cantante, no ser una de Lucía.

Me terminé el cigarro justo cuando alguien paró su coche frente a mí y empezó a tocar el pito como un loco. Cuando me levante sacudí mis pantalones.

-       Llegas tarde, me has tenido un buen rato esperando –dije seria – mal empieza el desayuno.

-       Lo siento, señorita – contestó abriendo la puerta del copiloto para que subiera. – quería que fuese especial y se me fue la hora – estaba monísimo con los vaqueros y la camisa verde. Resaltaban sus brillantes ojos verdes - ¿Le importaría subir al coche, bella dama? – era un payaso.

-       Tienes un acento muy dulce, ¿de dónde eres? – pregunté subiendo al coche, haciéndome la ofendida aún.

-       Soy italiano, de Florencia – dijo mientras cerraba mi puerta. – Prometo recompensarte por la espera pero no llevas ropa muy adecuada.

-       ¿Qué le pasa a mi ropa? ¿A dónde vamos? – pregunté mientras miraba mi ropa. Llevaba unos pitillos negros y una camiseta básica de tirantes del mismo color. Y por supuesto, mis tacones no podían faltar.

-       Ya lo verás, menos mal que contaba con esto.

-       Perdona, yo estoy preparada para un desayuno, no para sorpresas.

-       Vas perfectamente para todo – me dijo guiándome un ojo. No pude evitar sonrojarme y él se rió.

-       No te pongas roja, seguro que te lo dicen muy a menudo.

-       Cállate, cuanto más me digas peor me pondré – dije aún más roja y dándole un golpe en el hombro - ¡Y mira la carretera! O me matarás tú a mí.

-       ¡No me pegues! – dijo sin dejar de mirarme. Apenas miraba la carretera, nos íbamos a matar.

Por fin miró la carretera y puso la radio a todo volumen. Sonaba “éxtasis” de mi Pablito. Cuando me di cuenta estaba cantando muy alto. Noté como Seth me observaba.

-       ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara? – pregunté avergonzada.

-       Sí, unos ojos preciosos – dijo. Automáticamente me puse roja y él soltó una carcajada. – Ya, en serio. Te miraba porque cantas muy bien. Podrías dedicarte a la música.

-       Ya lo hago – lo solté sin pensar e inmediatamente me arrepentir. Muy bien, Malú, tú solita. – Trabajo en una discográfica – intenté arreglarlo. No mentí, al menos no del todo.

-       ¿Y en qué consiste tu trabajo? – preguntó interesado.

-       Organizo giras y demás – seguía sin mentir del todo.

GUERRA FÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora