CAPÍTULO 36. POR VERTE SONREÍR

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Era 16 de diciembre, faltaban apenas tres minutos para el 17, mi cumpleaños. Lo iba a pasar solo encerrado en casa. Estaba en el sofá viendo programas repetidos de la voz. Malú se veía preciosa y deseé pasar mi primer cumpleaños en España con ella pero estaba en México aún trabajando. Nuestra relación había cambiado por completo. Seguía siendo una buena amiga y hablábamos por skype, ya sin cámara pero lo importante es que seguía teniendo contacto con ella. No era lo mismo, no era ni parecido. Saber que dormía con otro hombre me estaba matando poco a poco. Nuestras conversaciones no tenían nada que ver con las de antes. Ahora eran unos simples “qué tal te va”, “bien” “tú qué” y tras eso un silencio incómodo. La situación me había convertido en un amargado, me pasaba el día rumiando mis penas y observando las fotos suyas que había imprimido y ahora decoraban mi habitación. ¿Patético, verdad? Las noches eran demasiado largas sin su simple mensaje de buenas noches. Vivía pegado al teléfono por y para ella. A veces me llamaba porque las cosas con David no iban tan bien como ella quería o simplemente porque necesitaba hablar y yo era su pañuelo de lágrimas. Hacía de todo por verla sonreír como decía esa canción de “La Fuga”. Esa canción se había convertido en mi banda sonora. Haría cualquier cosa por verla sonreír, aunque fuera aguantar como despotricaba de otro un segundo y al siguiente me recordara cuanto lo quería.

Apagué la tele y subí a mi habitación para acostarme escuchando esa dichosa canción. Incluso la tarareé.

“Y ahora cansado de mirar tu foto en la pared

Cansado de creer que todavía estás

He vuelto a recordar las tardes del café,

Las noches locas que siempre acaban bien

Y me he puesto a gritar estrellando el whisky en la pared

Por verte sonreír he vuelto yo a perder”

Por verte sonreír he vuelto yo a perder. Esa puta frase, una estúpida frase que representaba todo lo que yo sentía. Había perdido por verla sonreír. Su felicidad estaba por encima de la mía pero eso no significaba que no doliera. Estaba metido en la cama cuando sonó el timbre. Bajé las escaleras como alma que lleva el diablo rezando para que al abrir la puerta estuviera ella ahí. Nunca he creído en dios pero os juro que en ese momento deseé que existiera y que escuchara mis plegarias. Abrí la puerta y me llevé la sorpresa de mi vida. No era Malú, era Judith, mi ex prometida.

-       ¿Qué..? – no podía hablar. Me restregué los ojos y volví a mirarla. Sin duda era ella - ¿Qué haces aquí? – conseguí pronunciar.

-       No quería que pasaras tu cumpleaños solo – contestó.

-       Pasa, no te quedes ahí – me aparté para dejarla pasar pero ella me abrazó.

-       Te he echado de menos.. – dijo en mi pecho. La abracé, levanté mis brazos y la abracé. No sentí nada más allá que cariño pero estaba muy agradecido, era un detalle que hubiera venido desde Italia para pasar conmigo ese día.

-       Gracias, Judith – dije susurrando sobre su cabeza.

Judith era una chica espectacular, despampanante. Rubia de ojos azules y con un cuerpo de escándalo pero su amor me quedó muy grande. Maldije para mí mismo por tener que expresar mis sentimientos con sus canciones, todo me recordaba a ella.

-       ¿Cómo estás? ¿Quieres algo? – no sé por qué pero estaba muy nervioso. Era algo que nunca habría esperado. Abrir la puerta y ver allí a Judith había sido una sorpresa. - ¿Cómo has encontrado mi casa? – pregunté cuando caí en la cuenta.

-       Estoy bien, quiero una coca cola, por favor – fui a la cocina a por una y se la llevé. Me senté a su lado en el sofá y espere la contestación a mi última pregunta. – Tu padre, ya sabes. Me ha dado la dirección.

GUERRA FÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora