CAPÍTULO 20. EL VIAJE

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Conducía dirección Madrid. Faltaban tres días para el concierto de “Lucía”. Saqué las entradas el mismo día que se pusieron a la venta, en Premium, estaría en primera fila. La observaría moverse por el escenario y cantar. Estaba muy enfadado con ella, no entendía por qué me había mentido. Había visto videos suyos en internet cantando, era pura magia. Su voz conseguía que me olvidara de mi enfado y me sorprendiera a mí mismo sonriendo. Bailaba y se movía en el escenario como nadie.

Aparecía continuamente en televisión. Su cara y su voz me perseguían. Estaba siempre en la televisión, en la radio, y, en mi mente. Se hablaba sobre su accidente, estaba preocupado por ella. Al parecer se había resbalado y tenía la clavícula rota. A ratos la odiaba por mentirme y, otros ratos, me moría por estar con ella y cuidarla.

A los pocos días su cara volvió a salir en todas las revistas del corazón, su cara y la de un chico joven. Se hablaba de una supuesta relación con ese chico. Se la veía dándole un beso pero su pelo ocultaba si era un beso en los labios o no. En ese momento no supe lo que sentía. ¿Celos? Puede ser, lo que sentía por Lucía era algo muy extraño. Lo único que tenía claro es que necesitaba una explicación y que haría lo imposible por conseguirla, dejaría K.O. a sus guardias de seguridad si hacía falta.

Llegué al hotel que había reservado en Madrid a las ocho de la tarde. Me registré y subí a la habitación para tomar una ducha. Estaba agotado pero mi plan ya estaba en marcha.

Anduve por la calle en las que me arroyó y fui al café dónde me dio con la puerta en la cara pero no había rastro de ella. No sabía su dirección. Tendría que esperar al concierto. Volví al hotel desilusionado, tenía una pequeña esperanza de encontrármela en cualquier sitio, el destino siempre había estado de nuestra parte. Nos había puesto en el camino del otro continuamente y ahora que de verdad necesitaba verla parecía que el destino había dejado de colaborar.

Me desperté a las siete de la mañana y puse rumbo al palacio de los deportes, haría cola junto a sus “maluleros” (había investigado en Internet el nombre de sus fans) para poder estar en primera fila.

En la cola había chicas y chicos jóvenes y me regañé a mí mismo. No podía creer lo que estaba haciendo por una simple desconocida, que de simple no tenía nada pero era la primera vez que hacía algo así por… ¿Amor? En ese momento no sabía si era amor u otra cosa pero me moría de ganas por descubrirlo.

GUERRA FÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora