Pesadilla

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La Elfina Princesa me abrazó, y me roció con un polvo de olor agradable, fui quedándome dormido y mientras dormía, soñé lo siguiente: 

Caminaba con mi maletín de herramientas y una bolsa con comida para el viaje, hasta que llegué a un pueblo, campestre y pequeño, sentía al mismo tiempo, que era la primera vez que arribaba a esta comarca y a la vez que era un habitante asiduo. Las miradas enemigas de todos me acosaban a cada paso, miradas directas y miradas escondidas, pero que atravesaban muros y distancias, para mostrarme su desprecio. A pesar, de esto, yo me mostraba impávido, aunque esto era real sólo por fuera, por dentro sólo quería caer al suelo y llorar, o salir huyendo despavorido. Levantaba la cabeza con el orgullo, con el que había aprendido a ocultar mis temores. Era mi mirada desafiante, mi escudo, así que llegué al centro del pueblo, descargue mis escasas pertenencias y miré al horizonte. El pueblo parecía estar cercado, y la entrada por la que había ingresado había desaparecido. Intenté mantener la calma, camine alrededor, cómo quién no quiere la cosa, cómo quien pasea tranquilamente de un lado al otro, pero en verdad en mi interior corría ansioso en busca de la salida. 

Llegué hasta un jardín, en este se habría un sendero que se perdía en el horizonte ¡un camino pensé! entonces me propuse atravesarlo, cuando iba a dar lo primeros pasos, el camino se bifurcó, primero en dos, y luego en otro y otro más, hasta que perdí la cuenta. Me quedé paralizado ¿cuál debía tomar? todos eran tentadores, en ninguno se alcanzaba a percibir el destino al cual llevaba. Me dije, tomaré uno, es necesario elegir, es nuestro privilegio, entonces dí dos pasos en uno y miré a mi derecha, otro que parecía tener al final más de luz. Entonces pensé, me cambiaré a ese. Y cuando me pasaba a ese, miré los del lado. Estoy mal, me recriminé, así que tome uno al azar y arranqué a caminar, pero cuando iba avanzando miraba los otros con tristeza, no sabía que me perdía al avanzar por este. Entonces regresé al principio. Comencé a tiritar, no pude reprimir la lágrimas que se me escapaban de los ojos. Caí derrotado en el suelo. Estaban frente a mí todos los caminos, y no podía escoger ninguno, escoger alguno, implicaba perder el otro. Quería tomarlos todos, quería tener más de una vida para recorrer cada uno, quería tener mil oportunidades. Y no era así, escoger era perder. Me olvidé por completo de las miradas acusadores que me acribillaban desde la espalda. Había olvidado el ardor que me causaban en la espalda. Miraba los caminos perplejo. No sabía a donde ir, no había salida. La libertad sólo era una ilusión.

Me desperté sobresaltado, sudoroso, irascible, por poco ataco a la Elfina que intentaba calmarme. Fui tranquilizándome, aunque la sensación no pasaba del todo. Ella acariciaba mi rostro con cariño, impasible,  yo la miraba queriendo entender. Supe que no me sería fácil volver a conciliar el sueño otra vez, me había contagiado su insomnio.    

HOJAS AL VIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora