Ofrenda

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Mi Reina:

Uno siente en este rito anual, que a veces ya ha hecho todo y a dicho todo lo que se puede decir en estas épocas. Claro, aquello que ha estado a nuestro alcance (ya podré regalarte algún día, en esta vida o en la otra el yate). Es posible que la palabra gracias, esté ya bastante desgastada. Me enseñaste que estas fechas no eran tan importantes, que lo importante era demostrar aquello que se dice en estos días, en la cotidianidad. Espero estarlo haciendo bien. Espero estar deponiendo mi egoísmo y brindándote una mínima parte del cariño y la consagración que tu tuviste para conmigo. Que me debo todo a ti, lo he dicho muchas veces. Mi gusto por ser diferente, no es más que una proyección tuya. Tus sueños los he ido cumpliendo poco a poco cómo una continuación de tus actos y la fortaleza e independencia, aprendidas de ti, han sido mis más grandes armas. Si algo ha hecho mi vida plácida, han sido las herramientas que me has dado para poder sobrellevar de mejor manera esta existencia y esta sociedad adversa. Por eso este año, tengo para ti tres rosas de pétalos negros y tallos blancos. Tejidas con celu-letras y alimentadas de recuerdos. Que constituyen una pequeña muestra de la basta variedad que poseo en mi espíritu. Espero te agraden.

Primera Rosa

Aquel día mi abuelo, nos había expulsado de la casa, para que mamá, no se metiera más en su vida. Nos cedió una de las piezas que arrendaba. No teníamos casi nada, sólo una cama y nuestra ropa en unas cajas. Mi mamá debía resolver esa noche la cena, así que pidió una olla prestada a una vecina y en ella me preparó una mezcla extraña: Pony y huevo crudo. Fue la primera vez que probé ese cóctel y me encantó. Ahora pienso que mi madre estaba muy consternada ese día y quizá ese sea un mal recuerdo. Pero para mí fue una maravillosa aventura, un día feliz; me encantaba el nuevo reto, el nuevo espacio, la oscuridad y el postre delicioso ¡Qué distinta puede llegar a ser la perspectiva entre un niño y un adulto! Ese fue el comienzo de la construcción de nuestro Fuerte, nuestro Castillo. Aquel en que, desde entonces, me he resguardado.

Segunda Rosa

¡Qué rico el calor! Siempre nos gustó. Veníamos de una tierra muy fría. Podíamos disfrutar de él por un tiempo limitado. Cali era la casa que nos acogía cada tanto. Preferíamos estar solos, había tardes en las que podíamos hacerlo, entonces alistábamos aguadulce y pan. Nos íbamos caminando a un centro comercial, donde yo soñaba explorando cada juguete, cada mascota, colores vistosos, olores y texturas. Era la rutina de la contemplación: observar, admirar y desear ¿Qué pensaría mi mamá mientras yo lo hacía con tanta parsimonia? ¿Qué contemplaba ella? Nos sentábamos en uno de los zócalos, y tomábamos el avío. Mientras, mirábamos a la gente pasar. De seguro, por eso siempre en el futuro me calmó irme a un lugar concurrido a ver gente pasando, cuando otros dicen detestar las multitudes. Y también, para mí no hubo mejor terapia y calmante que caminar. Con ella caminaba la vida, con ella contemplaba la existencia. Desde cualquier banca arreglamos la vida y tejemos los sueños juntos, en cualquier centro comercial y sin necesidad de dinero. El rito se ha seguido repitiendo en diferentes etapas, siempre necesario, siempre un grato recuerdo.

Tercera Rosa

Paico, menta, limoncillo, manzanilla, canela, jengibre, cárcamo. Estos nombres los fui aprendiendo a lo largo de mi vida, eran a la vez conjuros y pócimas. Obvio había muchos más, capaces de sanar las más variopintas dolencias del cuerpo y del espíritu. Todas las sabía ella, las fue recogiendo a lo largo de su vida, a veces se obsesionaba con alguna y la daba hasta hastiar. Siempre que yo tenía una dolencia o pesar, ella aparecía con una bebida humeante contrastando con este calor el frío ambiente. A veces cuando me dolía mucho la existencia, nada era más analgésico que limoncillo con unas gotas de limón y azúcar. O resultaba asombroso que una aromática de jengibre, pudiera prevenir una gripe, lo mismo que curar totalmente un despecho.

¿Seguro sólo llevaba eso la aromática? Me preguntaban a quienes les daba mi testimonio. Sí, nada más. No, de seguro debe echarle algo extra. Yo no lo creería, pero había algo cierto y era que sólo ella tenía el poder, tenía el secreto. 

HOJAS AL VIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora