Marco.
Cogió el teléfono con manos temblorosas. Casi sin poder articular palabra, con el miedo metido en el cuerpo por si su amiga había empeorado o no. Conocía esa sensación demasiado bien como para no saber por lo que estaba pasando. Pero lo peor era que estaba a cientos de kilómetros de distancia.
Me sorprendió que hablara español con su hermano, se suponía que estaba de erasmus y era italiana ¿verdad?
- ¿Pero no saben nada de nada? - concentró su mirada en un punto fijo y puso la cara de concentración que había puesto siempre cuando realizaba su trabajo.
La conversación fue corta, no más de cinco minutos. Y cuando acabó me miró de una manera que no pude descifrar.
-¿Qué te ha dicho? - pregunté con miedo a la respuesta.
-Tiene que seguir en observación hasta mañana, los resultados aún no están claros - encogió los hombros y aún así esbozó una pequeña sonrisa.
La cogí de la mano y la levanté del sofá, quería que olvidara por un momento todo lo que estaba pasando.
-Vas a presenciar los mejores atardeceres de Madrid - miré la hora y quedaban treinta minutos para que llegara el del taller - Nos dará tiempo a verlo empezar.
Subimos a la terraza del piso superior, donde se solían colocar algunas cámaras cuando el entrenamiento estaba abierto a la prensa. Había un par de sillas que coloqué junto a la barandilla, mirando hacia las cuatro torres que se veían desde allí.
-Es precioso - la miré su perfil y vi que no perdía ningún detalle de lo que estaba presenciando. Su respiración era tranquila y los rayos del sol iluminaban su cara. Hasta ahora no me había fijado en lo guapa que podía llegar a ser.
¿Qué te está pasando Marco?
-Los atardeceres en Italia también son mágicos - me miró y me descubrió mirándola de lleno, me sonrió y me sacó la lengua.
-¿De qué parte de Italia eres? - suspiró y supe que me daría una verdad a medias.
-Principalmente Florencia, la ciudad del arte - sacó su móvil y me enseñó un par de fotos - Hasta que no vas allí no eres consciente de lo que ves. Te atrapa de una manera... - no terminó la frase, estaba nostálgica.
-Mallorca también es preciosa, todo el mundo lo asocia con la fiesta y el alcohol, pero tiene unas calas que merecen ser recorridas de día y de noche - podía oler el olor del mar y escucharlo. Era algo a lo que nunca me acostumbraría, a vivir en una ciudad sin mar.
-¿Lo echas de menos? - el naranja de la puesta de sol cada vez se iba haciendo más intenso.
-Sí, de vez en cuando, sobre todo cuando nos dan el día libre, todos los chicos están ocupados y mis amigos están allí - rara vez le contaba esto a nadie, solo lo sabían un par del equipo y poco más que hacían todo lo posible por no dejarme solo nunca - Pero en esta vida no se puede tener todo y demasiado afortunado soy de dedicarme a esto.
Ante nosotros estaban los campos de fútbol donde entrenábamos. Quedaban algunos conos y balones repartidos por los campos.
-¿Sabes lo que decían de ti en Italia? - negué con la cabeza sorprendido porque se hablara de mí en otro país, todavía no me había acostumbrado - No paraba de escuchar entre los compañeros de mi clase que Marco Asensio iba a ser el futuro del fútbol español, y sé la presión que eso puede ejercer en ti.
Iba a contestarla, a decirla que tenía toda la razón del mundo y que poca gente se paraba a pensar en eso, pero mi móvil comenzó a sonar.
-Son los del taller - me incorporé en cuanto vi reflejado el número en la pantalla. Ella lo hizo conmigo y fuimos directos al garaje.
Había un hombre que estaba al lado del coche de Daniella. Ella abrió el capó y arrancó para que el del taller pudiera hacer mejor su trabajo.
-Hay algo que no está bien, mirad - nos señaló un pequeño hueco en el que se veía una correa - Es la correa de dirección, hay veces que el coche arranca y otras veces que no, has tenido suerte de que no te arranque porque podías haber tenido un accidente.
Daniella me miró con cara sorprendida y decidió apagar el motor antes de que la cosa fuera a peor.
-Esto tardará dos semanas por los menos - el hombre enganchó el coche de Daniella para subirlo en la grúa.
-¿Tanto? - él asintió con la cabeza, sin poder hacer nada más - ¿Y cuánto me va a costar todo esto? - señaló a su coche y vi su cara de preocupación.
-No te bajará de 500 euros - se llevó una mano a la cara y asintió con la cabeza.
-Está bien, llámeme cuando esté arreglado e iré a por él - le dio su número de teléfono y quedaron en mantener el contacto ante cualquier nueva novedad.
El hombre se fue y nos dejó a los dos en medio del garaje.
-Venga, que te llevo a casa - señalé con la cabeza mi coche pero ella había decidido volverse cabezota.
-No, de verdad, tengo que comenzar a buscarme la vida si quiero estar durante dos semanas sin coche - cogió el móvil y sé que buscó cómo llegar hasta su casa desde aquí en transporte público porque sus ojos se abrieron y parpadearon varias veces - ¿Me dejas llevarte a casa después de ver que el transporte es una mierda?
-¿Estás acostumbrado a llevar siempre la razón? - me preguntó mientras me examinaba con los ojos.
-No es llevar la razón, es simplemente dejar que te lleve a tu casa - una locura se me pasó por la cabeza y no conseguí callarme antes de que las palabras salieran de mi boca - Si marco un gol el sábado dejaras que te lleve y te traiga todos los días hasta que tengas el coche, si no lo hago, tú eliges.
-¿Tan seguro estás de que vas a meter un gol? - asentí con la cabeza, no sabía por qué lo estaba haciendo pero me parecía una apuesta muy factible - Está bien, suponiendo que eres una estrella juvenil mimada por el club, si no marcas gol, tendrás que hacer todo lo posible para que me dejen ir con vosotros el próximo partido.
Estaba completamente loca, no sabía cómo iba a conseguir hacer eso pero acepté sin más miramientos, quería recogerla y llevarla todos los días, conocerla más y que se sintiera como en casa.
-Trato hecho - le tendí la mano y ella a mí, nos la apretamos y nos miramos con una sonrisa.
22 de septiembre de 2018, un día que marcaría en el calendario porque esta apuesta marcaría un antes y un después, tanto en mi carrera como en mi vida personal.
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"Again" // Marco Asensio
Fanfiction"-¿Por qué te empeñas en que lo nuestro no puede funcionar? - la miré una vez más, el rímel cubría gran parte de sus mejillas, no era la primera vez que hablábamos de esto, pero sí la primera vez que la veía llorar de esta manera. -Porque lo intent...