Daniella.
Todavía no sabía cómo había podido conducir hasta mi casa. Me temblaba todo el cuerpo, el pulso iba más rápido de lo normal y para colmo estaba parada en frente de mi puerta, esperando a algo que no sabía lo que era.
Saqué las llaves y la abrí, todo estaba igual de desordenado, quizá un poco más porque los cajones estaban abiertos, y cientos de papeles se extendían por el suelo.
Miré hacia el pasillo y vi la puerta de mi habitación abierta. En ese momento mi corazón dio un vuelco, mi hermano sabía bien que no podía entrar ahí, era mi espacio y eso era lo único que tenía que respetar.
Avancé por el pasillo con cuidado, sin hacer ruido, intentando mantener la calma por lo que me pudiera encontrar detrás de la puerta. Respiré hondo y me adentré en ella.
Mi cama estaba desecha, la ropa tirada por el suelo, los cajones abiertos y mi mesa de estudio estaba completamente destrozada. No estaba entendiendo nada.
Me sobresalté cuando llamaron a la puerta, estremeciéndome porque sabía quién era, mi padre.
-¡Daniella! - hacia tanto tiempo que no escuchaba su voz que el primer instinto que tuve fue encerrarme en el baño.
Aporreó la puerta de la calle una vez más, eché el pestillo y apoyé la espalda contra la puerta. No sabía que hacer, daba igual a quien llamara porque no iban a llegar a tiempo.
Se escuchó un ruido ensordecedor, mi padre acababa de forzar la cerradura y estaba dentro. Busqué algo con lo que poder defenderme, pero no encontré nada, sólo una cuchilla con la me corté cuando trate de sacarla de su bolsa.
La guarde en el bolsillo, y me limpié las manos sin hacer ningún ruido de dolor.
-Dove stai? - su perfecta pronunciación en italiano me hizo recordar todos los momentos vividos con él, todos malos.
Me llevé una mano a la boca para silenciar mi respiración, pero era imposible, el miedo corría por mis venas y no había nada que pudiera tranquilizarme.
Escuchaba los pasos cada vez más cerca, y yo me separaba de la puerta porque sabía que si quería entrar, lo haría. Era mi padre y le conocía mejor que a mí misma, había aprendido a comprenderlo sólo con la mirada, a saber cuando debía callarme para que no me pegara, o cuando tenía que hacerle en caso en todo lo que dijera.
Y ahora sabía que venía a por mi, y que nadie la iba a detener. Cogió el pomo de la puerta del baño, intentó abrirla y soltó una carcajada cuando se dio cuenta de que estaba allí metida.
- Ti ho incontrato - pegó una fuerte patada a la puerta y esta se abrió de par en par dejando ver si figura.
Me sorprendió, estaba mucho más delgado que antes, se había dejado barba y su pelo antes morena se estaba aclarando dejando ver los achaques de la edad.
-Dime dónde está - el cambio de idioma me sorprendió más que su aspecto, nunca en toda mi vida le había oído soltar una palabra en español.
Se acercó a mí y yo retrocedí hasta quedar pegada completamente contra la pared.
- No te lo voy a volver a repetir ¿dónde está?
-¿El qué? - mi pregunta fue sólo un susurro que produjo la sonrisa fría de mi padre.
-Daniella, no te quiero hacer daño, así que no te hagas la tonta - alzó su mano y me cogió bruscamente del brazo, sacándome del baño y empujándome contra la cama.
-¡No sé de qué me hablas! - grité desesperada.
-Claro que lo sabes - me volvió a coger del brazo y me llevó hasta el salón mientras yo intentaba zafarme.
Me empotró contra la pared, me sujetó las dos manos por encima de lo cabeza y se quedó a centímetros de mi cara.
- Lo que te dio mamá antes de irse, dime dónde está - una luz se encendió en mi cabeza, pero no mostré expresión alguna.
- No me dio nada.
-Respuesta incorrecta - unos segundos después sentí un escozor en mi mejilla derecha - ¿Dónde está?
No respondí, dijera lo que dijera él sabía que yo no era tonta y que conocía exactamente lo que estaba pidiendo. Me empujó contra el sofá aterrizando mi cara contra el pico de la mesa, noté la sangre en mi boca pero no me dio tiempo casi a reaccionar porque volví a sentir sus manos sobre mis brazos.
-¿Por qué no me lo dices? - gritó frustrado mientras yo intentaba recuperar un poco el aliento - ¿Por qué proteges a mamá?
Se le aguaron los ojos y pude ver desesperación en ellos.
-¿Qué es lo que quieres de mamá? - pregunté con los dientes apretados llenos de rabia.
-Lo quiero todo - su expresión cambió por completo, parecía que sus ojos estaban inyectados en sangre, se notaba que había bebido y no solo eso, sus pupilas estaban dilatados de una manera anormal.
Me tiró al suelo y se posicionó encima de mí.
-Me he cansado de tu juego - puso sus dos manos sobre mi cuello y comenzó a apretar.
Pataleé, jadeé, arañé sus brazos, hice todo lo que se me paraba por la cabeza para quitármelo de encima. Me estaba ahogando, mi propia padre, aquel que me había criado. Las lágrimas salían por mis ojos, no sabía si de la falta de aire o de la decepción que me estaba llevando en aquel momento. Metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón como pude, intentando deshacerme del peso de mi padre que recaía sobre mi cadera.
La noté en mis manos, fría, provocándome algún pequeño corte otra vez, pero ese dolor no era nada para el que estaba comenzando a sentir. Poco a poco se me nublaba la vista, mis pulmones pedían aire a gritos. Saqué la cuchilla, intenté clavársela en algún lugar de su cuerpo, pero comenzaban a fallarme los brazos, mi cerebro mandaba las órdenes pero mi cuerpo no respondía.
¿Ese iba a ser mi final?
-¿¡Qué estás haciendo!? - la voz de mi hermano inundó el salón, y empujó a mi padre a un lado.
-¡Sabe dónde está la llave! - mi padre se volvió a levantar del suelo, directo hacia mí.
-Pero si la matas nunca la vamos a conseguir - todo comenzaba a volverse cada vez más oscuros.
Estaba cansada, muy cansada, pero quería mantener los ojos abiertos, no quería irme, quería quedarme, quería seguir haciendo mi trabajo, ese que tanto me gustaba y quería seguir compartiendo mi vida con Marco. En ese momento, aprecié mi vida, aprecié a las personas que me rodeaban y quería gritar a los cuatro vientos que estaba enamorada de Marco.
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"Again" // Marco Asensio
Fanfiction"-¿Por qué te empeñas en que lo nuestro no puede funcionar? - la miré una vez más, el rímel cubría gran parte de sus mejillas, no era la primera vez que hablábamos de esto, pero sí la primera vez que la veía llorar de esta manera. -Porque lo intent...