57. Reguilón.

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Daniella.

No me fui a casa, ni si quiera fui capaz de salir de Valdebebas prácticamente porque no sabía dónde podía ir. Me fui al despacho y comencé a trabajar y retocar las últimas cosas del tfg. Dejé todo preparado para mañana, no sabía si volvería a pisar este despacho alguna vez en mi vida.

Pero tenía que hacerlo, lo decía muy claro en la nota de mi padre y me enfrentaría él, esta vez preparada ante todo lo que pudiera pasar. Me dieron las ocho de la tarde en el despacho, la señora de la limpieza ya me había advertido que en media hora cerrarían las instalaciones.

-¿Dani? - levanté la cabeza y vi a Reguilón apoyado en la puerta.

-¿Qué haces aquí? - le pregunté mientras recogía mis cosas.

-Podría hacerte exactamente la misma pregunta.

-Lo sabes muy bien - cogí el móvil y vi la cantidad de llamadas y mensajes que tenía de Marco. Otra vez estaba llamándome y ni si quiera me molesté en colgar, dejé que sonara.

-Debe estar preocupado - me dijo Sergio mientras entraba al despacho.

No contesté porque no sabía que decir, estaba cansada de todo, solo quería que terminara esta tortura. Cogí unos cuantos papeles, pero al meterlos en el bolso la mayor parte de ellos se me cayeron al suelo.

-Joder - solté frustrada mientras me ponía de rodillas a recogerlos de mala gana.

-Espera, que te ayudo - Sergio se acercó, pero no dejé que me ayudara.

-Puedo sola - me mordí el labio porque la voz salió de mi boca rota y cansada.

No me levanté del suelo y él tampoco, se quedó a mi lado esperando a que dijera algo lo antes posible. Le miré, mordiéndome el labio y aguantando la oleada de lágrimas que se avecinaba.

-No puedo más Sergio - me miró con todo el cariño del mundo y me abrazó, me refugió en sus brazos dejándome llevar.

-Todo va a salir bien, te lo aseguro - me agarré a él como nunca antes, salvándome de la marea, del acantilado por el que estaba cayendo sin control alguno.

Estuvimos así durante varios minutos, en silencio, él consolándome y yo desahogándome. Sergio era una de las personas más dulces que conocía, la chica que le tuviera sería la más afortunada del mundo, y así era como me sentía yo con Marco.

-¿Quieres que te lleve a casa? - negué con la cabeza, no, no podía ir a casa hasta que esto terminara. Si iba allí, acabaríamos todos muertos, y eso era lo que menos quería. Tenía que resistir, al menos 24 horas - ¿Quieres pasar la noche en la mía?

-¿De verdad? - le miré esperanzada, como si un rayo de luz hubiera iluminado la oscuridad que se hacía con mi vida poco a poco.

-Sí, sé que no quieres ver a Marco en este mismo momento, así que puedes quedarte en mi casa.

Se levantó del suelo, me tendió una mano y me ayudó a levantarme. Terminamos de recoger mis cosas y pusimos rumbo a su coche pasando por los vestuarios para coger su mochila.

-Aún no me has dicho qué hacías aquí a estas horas - arrancó el coche y salimos de Valdebebas.

-Todos tenemos nuestra historia y la mía es conseguir la titularidad pase lo que pase - le miré de reojo viendo como una tristeza se apoderaba de él. Le acaricié el brazo y decidí dejar pasar el tema hasta llegar a su casa.

Tardamos en torno a media hora en la que colgué a Marco otras dos veces. Seguía enfadada con él, pero también quería protegerle, por eso no podía cogerle el teléfono, era lo último que haría aunque no pudiera despedirme de él para siempre.

Aparcó en el garaje, vivía en un modesto chalet a las afueras de Madrid en una pequeña urbanización. Me enseñó su casa, dos plantas con buhardilla y un pequeño jardín con piscina. La decoración era la personificación de Sergio. Había cuadros con camisetas de diferentes equipos, firmadas y sin firmar, fotos con compañeros de la cantera y una foto más grande el día de su presentación.

Estaba orgulloso de lo que había conseguido y por esa razón, estaba decidido a ganar la titularidad por encima de todo. Me dirigí a la cocina, donde estaba él preparando algo de cena.

-¿Sergio? - levantó la mirada mientras yo me acercaba y me sentaba en un taburete - Vas a conseguir todo lo que te propongas, cueste lo que cueste.

Dejó lo que estaba haciendo y se arrimó a mi lado, quedándose de pie.

-Cuando era pequeño mi refugio era el fútbol, para cualquier cosa mala que me pasaba cogía un balón y todo lo malo se pasaba. Hubo una época que estuve literalmente obsesionado, soñaba, vivía por el fútbol. Empezaron a darme los ataques de ansiedad cuando tenía 16 años y estuve una temporada viviendo con ellos.

Se le aguaron los ojos a medida que su historia avanzaba.

-Por eso sé controlar un ataque de ansiedad, sé cuánto duran y cuándo es el punto más alto. Hace varios meses que no los tengo ya, pero tengo miedo de volver a obsesionarme - una lágrima cayó por su mejilla - Pensaba que lo tenía todo, pero ahora, con la vuelta de Zidane...

Estiré mis brazos y le abracé fuertemente.

-No voy a dejar que vuelvas a caer- le susurré en el oído - Eres muy joven aún, y compites por la titularidad con uno de los grandes. Todos necesitamos nuestro tiempo para conseguir aquello que queremos, y tú - puse mi dedo índice en su pecho - lo conseguirás tarde o temprano.

-Ahora nos tenemos mutuamente ¿no? - me reí mientras mis lágrimas y las suyas se fusionaban.

-Nos tendremos siempre - según dije esas palabras, un nudo se hacia dueño de mi estómago y no me dejaba respirar bien.

-Venga, vamos a terminar la cena y nos ponemos alguna película mala para echarnos unas risas.

Nos limpiamos las lágrimas y nos pusimos manos a la obra. Hicimos la mejor pizza casera de la historia con los restos que tenía en el frigorífico. Nos sentamos en el sofá, cogimos una manta y pusimos la primera película que vimos en la tele.

Por suerte, era de risa, y en vez de soltar lágrimas de tristeza, fueron de alegría. Pero en ningún momento dejé de pensar en lo que pasaría mañana a las 16:00 de la tarde, ni en Marco. Quería coger el maldito teléfono y llamarle, decirle que le quería y que había sido lo mejor que había pasado en mi vida.

Pero no podía, tenía que mantenerlo al margen de todo. Mañana todo cambiaría y no sabía si viviría para comprobarlo.

"Again" // Marco Asensio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora