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Fastidiado y, agotado. Así era cómo se encontraba.

Era un gran logro que a Bakugou no le explotara la cabeza u siquiera él explotara algo. O no No cuándo tenía que cargar con libros de álgebra de un lado a otro, "ordenándolos" cómo castigo por parte de aizawa.

Era el receso del almuerzo. Faltaban al menos unos quince minutos para que la clase diera por iniciada y aún le faltaban al menos unos dos pilas más de libros.

En el salón ya estaban la mayoría de sus compañeros, charlando entre sí. Por supuesto que Midoriya, cómo buen amigo, le ofreció su ayuda, él se negó a gritos y de milagro no término con algún hueso roto.

Sí, Bakugou estaba de mal humor.

Kirishima estaba sentado sobre la mesa del cenizo, meciendo sus pies al aire.

Claro que le había ofrecido su ayuda pero Bakugou igual se negó, pero de una manera menos brusca que con el peliverde.

—Falta poco, falta poco —decía Katsuki entre dientes, llevando la penúltima pila hacia el escritorio del profesor. —Ésta es la última, sí, falta la última.

Al dejarla sobre el escritorio, frotó sus manos, cómo si se las estuviera limpiando, u botando polvo. Estiró los brazos un poco. Los libros sí que pesaban. Se volteo para ir por el último monto.

Al caminar tan rápido en dirección al estante, su contoneo de caderas se hacía más notorio, iban de un lado a otro. No era un gesto exagerado, mucho menos hecho a propósito, pero sí bastante provocativo.

Kirishima fijó sus ojos en ese lugar en particular.

—¡Blasty! —grita Eijirou. Bakugou voltea a verle, dejando las manos al aire cuando estaba a punto de tomar la pila de libros —¡No ajites tanto la jaula que se me alborota el pajarito!

Un libro en la cara recibió como respuesta.

—¡Idiota!

Gran idiota | kiribaku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora