NUEVE

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94. Exactamente fueron 94 pasos los que tuvo que andar  para poder llegar hasta la puerta principal del complejo de departamentos donde había estado viviendo hasta ese día, hasta ese preciso momento en el que se veía obligado por las circunstancias ha abandonar de un momento a otro el hogar que con mucho esfuerzo había formado por si solo. "¿Que fue lo que sucedió con el mundo?" se pregunto el joven tembloroso, tenia miedo por lo que le aguardaba detrás de aquella pesada puerta, la incertidumbre lo estaba carcomiendo vivo; "¿Cuanto tiempo tendría que pasar para terminar muerto?, ¿Un día?, ¿Un par de horas?,  ¿Acaso moriría tan pronto como colocara un pie fuera de aquel desolado edificio?". Decenas de preguntas se arremolinaban en sus pensamientos y ninguna daba pie a la tan deseada respuesta que necesitaba el muchacho de cabello menta; "¿Qué es lo que se supone que debo hacer?"

Para su mala suerte aquella no era la primera vez que aquella maldita pregunta aparecía en sus pensamientos. La primera vez fue el día después del funeral de sus padres, pues fue hasta entonces que la realidad lo golpeo, la realidad de no tener a nadie con quien contar. Estaba solo, a partir de ese día tendría que enfrentarse al mundo sin el apoyo y las palabras de aliento de su padre, sin la sonrisa de su madre. Solo, completamente solo ante la inmensidad de la vida. Y fue ahí, cuando los horrores que albergaban en el mundo común y corriente se presentaron sin ningún tipo de filtro paternal en su vida. Acurrucado entre la pesada cobija que cubría su rostro empapado de lagrimas maldijo a sus padres entre dientes. Los maldijo por haberlo abandonado en una realidad tan terrible. Lloro y grito con rabia hacia el cielo preguntándose por qué sus padres no lo habían llevado con ellos, por qué se habían portado tan egoístas al escapar de aquel mundo dejándolo atrás. ¿Tan mal hijo había sido?, ¿Que tan mala persona había sido como para que las personas que debían protegerlo y amarlo lo abandonaran de un día para otro? 

La segunda vez que se pregunto que era lo que se suponía que debía hacer fue cuando sin un peso en el bolsillo se enfrento al hambre. Pero no al hambre que surge después del medio día por haberte saltado el desayuno. No, aquella hambre a la que se enfrento el muchacho fue la que sale a flote después de días de contar los pedazos de pan que quedan en la alacena; aquella hambre que florece al llegar a casa después de un largo día en el trabajo, esa hambre que arrecia hasta el punto de provocarte arcadas. "¿Qué es lo que se supone que debo hacer?", se pregunto con lagrimas en los ojos mirando hacia el oscuro cielo que se asomaba por la ventana empañada por el crudo invierno. Desde hace meses las estrellas habían abandonado su cielo para irse a iluminar el de alguien mas, el de alguien con mejor suerte.  Y como ya era costumbre, no hubo respuesta a su pregunta, que tan pronto como fue formulada en su cabeza, salio en forma de un grito desgarrador hacia su reflejo en la empañada ventana. Tanto en esa ocasión, como en la primera, no le quedo otra opción mas que limpiarse las lagrimas y salir a la calle. No tuvo otra opción mas que enfrentarse al mundo, que en mas ocasiones de las que la humanidad quisiera admitir, podía llegar a ser cruel. Sobretodo con aquellos que no tenían nada mas que su cuerpo, salud y vida para intercambiar. 

...

Antes de abrir aquella pesada puerta marrón que lo resguardaba del peligro que acechaba las calles desoladas de Seúl, Yoongi repitió las indicaciones que su mejor amigo le había dado durante su llamada el día anterior, como si de un mantra se trataran; "No correr, no hacer ruido, no gritar, no hacerse el héroe. No morir". Eso ultimo era lo mas importante. No importaba el como, debía mantenerse con vida hasta llegar a Busan. 

Tomo aire. Los nervios lo estaban matando, sus manos temblaban y su cabeza se sentía pesada. Si no fuera por que sujetaba con fuerza la manilla de la puerta, Yoongi habría caído desvanecido en ese mismo instante. Quiso dejarse caer y llorar como hace ya un par de años no se permitía hacerlo. Deseo maldecir a Dios y a sus padres de nuevo por abandonarlo a su suerte en un mundo como aquel; sin embargo, no lo hizo. No estaba dispuesto a dejarse caer tan fácil. El joven de cabello color menta deslavado, se convenció a si mismo de que si debía morir, por lo menos lo haría luchando; así que sin dejar pasar ni un segundo más abrió la puerta con decisión y por primera vez en días pudo sentir el aire fresco en su rostro. Un poco mas confiado, pero aun sin moverse de su lugar, se permitió observar la situación a su alrededor. Al estar encerrado en su departamento por tantos días sin haber tenido el valor de tan siquiera asomar su cabeza por la ventana se había imaginado las calles en un total caos; coches en llamas, cuerpos tirados por doquier, humo saliendo de los edificios. Pero a decir verdad, la imagen con la que se encontró fue un poco decepcionante, la calle estaba completamente vacía; algunos coches se encontraban estacionados en medio de la calle como si sus propietarios hubieran decidido que la mejor opción era ir andando, pero de ninguno estaban saliendo llamas. No había humo en ninguno de los edificios cercanos y no había más que un cuerpo tirado a unos 30 pasos del lugar donde se encontraba parado. Por desgracia, pronto supo que el cuerpo inerte y en un avanzado estado de descomposición era el de su vecino de al lado, el cual solo hace unos días había salido de su casa junto a su esposa y su pequeña hija en busca del refugio que había creado el gobierno.

RESURRECCIÓN |ZOMBIES| (Yoonmin) *EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora