EPÍLOGO

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Lunes 20 de mayo del 2024. 17:45 am. Busan, Corea del Sur.

Permitir el acceso de terceros a las instalaciones de los laboratorios no era común, menos aún cuando se trataba de cinco hombres claramente norteamericanos. Esto último no solo era notorio por su apariencia, sino también por el logo que adornaba su uniforme. Sin embargo, no hubo indicios de sorpresa en ninguno de los trabajadores que se encontraban en esos momentos en las instalaciones, todos estaban informados sobre la llegada de los oficiales norteamericanos. Esto desde que se dio a conocer el convenio que habían hecho ambos gobiernos, al parecer, meses atrás.

Tan pronto como bajaron del automóvil, fueron dirigidos al área restringida en completo silencio. Dos de ellos se quedaron resguardando la entrada y los otros tres continuaron guiados por uno de los guardias. Tan pronto como llegaron a la puerta que daba acceso a la parte trasera del laboratorio, área a la cual pocos tenían acceso, el hombre de mediana edad, se detuvo y con una seña indicó a los hombres que ahora debían seguir al hombre frente a ellos.

"Así que el gobierno japonés también está involucrado..." pensó el sargento Williams, encargado de la misión, al ver al virólogo Yamamoto esperándolos impasible a mitad del pasillo. Quien tras dar un breve asentimiento al guardia, comenzó a guiarlos con prisa entre los pulcros pasillos del área de biotecnología.

El hombre de baja estatura estaba nervioso, o por lo menos eso podía imaginarse el sargento Williams, pues Yamamoto no paraba de limpiarse el sudor de su frente con un lujoso pañuelo de seda, mismo con el cual cubría su boca cada vez que tosía de manera escandalosa. Sin embargo, no le extrañó el nerviosismo del hombre, al contrario, el mismo se sentía nervioso. No había parado de sentirse así desde que le habían informado sobre la misión. La idea de volver a Corea no le agradaba, el mismo se había jurado no regresar una vez que el país superó la "Crisis Z". Sin embargo, al final del día él era solo un subordinado que debía seguir todas y cada una de las órdenes que le daban sus superiores. Por lo que cuando fue notificado sobre el viaje que debía hacer al país surcoreano, no tuvo otra opción más que despedirse de su familia prometiendoles que volvería pronto.

Todo estaba en completo silencio, tan penetrante era este que el hombre de metro ochenta, era capaz de escuchar la agitada respiración del virólogo frente a él, quien de vez en cuando lo miraba de reojo, como esperando alguna pregunta de su parte o que este apuntara su arma de repente hacia él. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro paso. Al cabo de unos minutos llegaron al lugar en donde se encontraban las muestras que debían llevar a Norteamérica lo más pronto posible. El apuesto hombre caucásico no tenía mucho conocimiento sobre el origen del virus, esa era información clasificada a la cual no tenía acceso. Sin embargo, sabía perfectamente de lo que era capaz, o por lo menos de lo que fue capaz hace unos años, cuando la nación de Corea se derrumbó. En su momento se le hizo creer a la población que había sido destruido, que no había de qué preocuparse. Por desgracia, aquello no podía estar más alejado de la realidad. Lejos de destruirlo, se comenzó a experimentar con él para hacerlo más fuerte y controlable. Pero, ¿Cómo podías controlar lo incontrolable?

El error que cometieron fue pretender ser Dioses. Decenas de hombres murieron como sujetos de prueba, una vez que el virus entraba a su cuerpo estos no eran capaces de seguir órdenes, solo buscaban saciar su sed de sangre. Pero a pesar de que los resultados fueron desalentadores, no se rindieron. Siguieron aferrados a la idea de crear el ejército perfecto. Uno que no generará gastos. Hombres con fuerza sobrehumana que no tenían la necesidad de alimentarse, que nunca morían, y sobre todo, que no exigían un trato digno.

Cuando el más bajo le entregó las muestras al sargento, este fue capaz de sentir como poco a poco su cuerpo se volvía pesado haciendo que cada vez fuera más difícil el mantenerse de pie. Sabía perfectamente lo que era capaz de hacer la sustancia contenida en aquellos pequeños frascos y sintió miedo. Quiso tirarlos, desaparecerlos de la faz de la tierra. Sin embargo, a pesar de que sabían que aquello estaba mal, que se estaba cometiendo un grave error, se limitó a tomarlos, asentir a hacia el doctor Yamamoto, quien lo miraba aterrado, y salir de aquel lugar. No había nada que ellos pudieran hacer. En ese momento lo único que deseaba John Williams era regresar a su país y besar a su pequeña hija de 4 años, Mary. Quien no tenía idea de lo que su padre tenía que hacer para llevarle el juguete de moda que tanto deseaba. No era capaz de imaginarse que mientras ella se encontraba jugando, su padre tenía en sus manos aquello que llevaría al mundo a su inevitable fin.

RESURRECCIÓN |ZOMBIES| (Yoonmin) *EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora