XXIII

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Abro mis ojos lentamente al sentir una mano subiendo por mis caderas. Maura mi compañera de celda yace acostada a mi espalda muy pegada a mi cuerpo.

Sigue su recorrido hasta mis hombros y acerca su boca a mi cuello. Hago una mueca de asco mientras mi vista se queda fija en la pared.

—Buenos días, Colombiana .- besa mi hombro —¿Dormiste rico? Ya es hora de irnos a desayunar, mamacita.

Me levanto lentamente mientras escucho sus risas burlescas a mi espalda. Me siento en la cama de al frente y comienzo a mirarla con asco.

—Reina, ni siquiera se te vaya a ocurrir echarle ojo a otras viejas .- comienza a vestirse

Niego con mi cabeza y desvío mi mirada al suelo.

Comienzo a vestirme mientras Maura cepilla sus dientes sin apartar su mirada de mi cuerpo.

—¿Que? ¿No tienes cepillo de dientes? ¿Quieres usar el mío? .- se burla

Niego con mi cabeza y termino de vestirme.

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Comienzo a comer el asqueroso desayuno con Maura a mi lado y muchas reclusas en otras mesas.

Llevo una cucharada a mi boca mientras Maura saca mi pan de mi bandeja.

—Es mi comida .- hablo molesta

Asiente con su cabeza mientras mastica y habla.

—Pero tú tienes la mitad de estómago del mío. ¿Que no?.

—Si. ¿Sabe que si? Tiene razón .- sonrío falsamente

Tomo mi bandeja bruscamente y le echo toda la comida en la suya.

—No tengo hambre .- finalizo

Maura simplemente me mira al ver como la humille delante de todas.

—Colombiana, te estás metiendo en un callejón donde nunca nadie antes ha salido vivo. No te pases de viva.

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Martina.

Abro los ojos y veo que me quede dormida en el patio de la casa de mi tía.

Me levanto rápidamente para que nadie me vea y observo en la puerta a un anciano con una bandeja.

—Perdón, con su permiso.

—¿Usted que hace aquí? ¿Que quiere? .- hablo desconfiada

—Lo qué pasa es que yo hace un momento la vi ahí durmiendo tirada en el suelo. Entonces, yo me dije que quizás puede tener hambre. Yo quise prepararle un delicioso desayuno para usted para que coma .- habla nervioso

—Coma tranquila, coma y si quiere, con confianza me cuenta que es lo que le pasa. Yo la escucho, tranquila.

Sonrío falsamente y comienzo hablar.

—¡Ah! No, lo qué pasa es que boté las llaves de la casa y cuando fui a pagarle al cerrajero. Pues, también perdí la plata .- miento

—Si quiere se puede quedar en mi casa.

—La verdad yo no lo conozco y no me iré a su casa así como así.

—No señorita, lo qué pasa es que yo soy el padrino de su mamita. La niña Clarisse. ¿Usted es su hija?

—Usted es el padrino, si mi ma, me ha hablado de usted .- recibo la bandeja

—Camine señorita Martina, que mi casa está a unas cuadras.

" MALA CHICA"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora