2. Conociéndonos

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Una vez sonó el timbre que anunciaba el recreo, ambos salieron y se sentaron en una de las bancas de la primera división del patio de la escuela, en la otra parte había una tarima, un kiosco y los baños además de un muro que sobresalía para que los alumnos restantes se pudieran sentar.

–¿Qué te compro?– Dijo el mismo chico que intento alejar a Adrián de Samuel por la confianza y costumbre de ir juntos todos los años, eran el dúo dinámico pero parece que la habían cambiado y por eso se mostraba enojado mientras estaba la presencia del otro.

–Dos sodas y dos perros calientes, yo invito– Dijo y tomó a Samuel del cuello con su hombro y le removió un poco el cabello, se alertó cuando pudo entender que tal vez a este no le pudo haber gustado pero tenía una sonrisa que indicaba lo contrario.

A todos los que pasaban, sean de último curso o de los primeros les saludaba, chocaban las cinco y después le presentaba a su nuevo amigo que todos al principio miraron como raro, pero al estar cerca de Adrián lo pasaban como normal o como uno más, ya no era tan importante.

–¡Eres popular!– Exclamó Samuel al ver que más de veinte personas se habían acercado a saludarle –Aunque con esa cara cómo para no ser...–

Adrián abrió fuertemente los ojos y sonrió mirando al otro que agachaba la cabeza y estaba sonrojado, lo había susurrado pero este tenía un oído ágil, pocas cosas le pasaban así porque así.

–Tú también eres muy lindo, que sepas que tus ojos me matan– Dijo sin pensar pero le agradó decir cosas así, sentía que su corazón palpitaba más rápido por ver al otro sonrojado o feliz, o simplemente de verlo.

Una vez pasaron algunos minutos su amigo le trajo lo que pidió, por un momento pensó que era para él o que tal vez se levantaría y dejaría a el otro allí, pero se lo dio a él y luego le miró sorprendido –¿No compraste para ti?–

–Pensé que ese era para mi, menudo cambio que me estas haciendo– Dijo y cruzó los brazos para irse de ahí con la cara más ofendida que ambos habían visto desde que nacieron.

–No quería causar problemas entre ustedes, perdona, si quieres me...– Le calló con un mítico “shh" y luego le dio una mordida a su perro caliente y tomó un sorbo de su soda –No sé como te pagaré esto–

–Te lo invite, aunque si me lo quieres pagar– Pensó en un precio razonable de rapidez, el otro le miraba con atención –Deberíamos seguir conociéndonos–

–Pues yo te dije que tengo trece, ¿Tú?– Samuel sabía que era mayor, además de que era más alto también su voz estaba desarrollada y por lo tanto un poco más gruesa.

–Catorce– Sonrió ampliamente y siguieron hablando por largo rato, no sabían que hacer e intentaban coquetear pero les salía muy mal, ambos chicos se atraían a pesar de su corta edad y se podía sentir cierta tensión entre ellos.

Hablaron de edad, cumpleaños, incluso de algunas cosas que les gustaban y que no, la conversación en sí era preguntar y responder, igual que con una persona nueva en una conversación por internet, pero esto era al mismo tiempo muy diferente.

La mirada de Adrián se iba a los labios de Samuel, estos estaban un poco echados hacia afuera y se veían bastante apetecibles y eran delgados, algo en lo que por lo general siempre se fijaba en los chicos a pesar de nunca haber besado a nadie.

Mientras la de Samuel se iba al mismo lugar, estos eran diferentes, regordetes y muy rosados, no lo eran tanto como para hacerlo ver feo pero si lo suficiente para hacerlo bien muy hermoso, era un modelo. Pero también había otro factor que influía bastante, le estaba envidiando bastante, además de sus hermosos ojos que lograron conectar muchas veces, su piel se veía suave, lisa y le dio ganas de tocarlo, pero aún no estaba seguro de que también le gustaran los chicos, no completamente.

Una vez el timbre sonó y todos los estudiantes, a su pesar, tuvieron que volver a los salones y a sus respectivos puestos, si algún estudiante no respeta esas normas podría ser sancionado y nadie lo quería, la escuela era muy estricta en ese punto.

Ambos chicos, sentados, siempre se miraban sonriendo, estaban buscando las palabras adecuadas para entablar una conversación aprovechando que la profesora de estética estaba faltando y aún no llegaba.

–¿Te gustaría ir el sábado a mi casa?– Dijo Adrián confundido por la estupidez, recién se conocían (Sin contar lo del centro comercial) y ya lo había invitado, pensaba que no le aceptaría ni en un millón de años o al menos aún, pero la respuesta le sorprendió.

–Claro, pero ¿Dónde vives?– Preguntó sonriendo pensando si en realidad era una buena idea.

–La calle atrás del parque turístico– Dijo echándose el cabello hacia atrás por el fuerte viento que hacía, no caía en cuenta de la boca abierta de Samuel que le indicaba algo impresionante.

–Yo vivo dos atrás– Exclamó abriendo los ojos que se querían salir de sus cuencas, Adrián volteó fuertemente con la boca abierta también.

–Pero por la calle izquierda a la heladería... – El castaño asintió y se quedó con una sonrisa boba en la cara, compartir tanto con una persona nunca le había pasado, ni en la mejor de sus ensoñaciones.

Samuel Había pasado por allí pero nunca visitó el parque en los pocos días que tuvo para explorar la ciudad, también quería probar que tan engañosos eran los letreros de la dichosa heladería y pensaba pedirle a su madre que lo llevara pero ya no era necesario.

Pensó en salir con la persona que lo estaba conociendo y que él conocía, pero este ya tenía todo planeado para el sábado y lo que vendría, –Compartir juntos tiene pinta de estar genial– Fue algo que los dos pensaron al mismo tiempo, están destinados a ello.

Primer amor (#Pequeño Amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora