14. ¡Feliz Cumpleaños!: Mañana

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En esos días los padres de Samuel se habían comunicado con Adrián por el hecho de que su hijo cumplía años y lo necesitaban en la casa porque su hijo lo consideraba como su amigo, uno increíble y pasar esa fecha sin él lo devastaría totalmente.

Sus padres entendieron y le dejaron ir desde la mañana, temprano, pero siempre había una costumbre en Samuel y era que antes de bajar a ver a sus padres se bañaba y se cambiaba de ropa por si había una fiesta o algo, lo que siempre era bueno porque sí había algún conocido de poca confianza no le vería en fachas de dormir.

Gracias a qué Samuel le había presentado a sus amigas y además habían más estudiantes nuevos y vagos por lo que había vendido muchas tareas, y gracias a la ayuda del castaño había multiplicado hasta cinco veces lo que ganaba en una semana.

Cuando el chico salió sonrió al ver la fiesta sencilla que él había pedido, aseguró no querer a nadie aparte de sus padres y Adrián estaba aquí sin invitación suya, pensó que igual no se acordaría o llegaría más tarde, pero al verlo ahí de pie esperando su abrazo se emocionó tanto que quiso llorar.

Primero lo hizo con sus padres porque estaban más cerca, estos le felicitaron con besos en las mejillas y luego llegó al invitado sorpresa, le sonrió y también le abrazó fuertemente hasta casi quedarse sin fuerzas, aún un poco confundido se lanzó a los labios del pelinegro y este aceptó con una sonrisa.

Solo se escucharon las respiraciones de los adultos que estaban sorprendidos, no por el descaro (seguramente ni eran conscientes) sino por el amor que su hijo sentía a pesar de haberle conocido hace poco más de un mes, pero la madre sonrió y el padre la miró decepcionado, en su casa ella se enteraba primero que él y nunca le decía que pasaba.

Cuando se soltaron miraron hacia atrás y Samuel escondió la cabeza en el pecho del otro, estaba rojo de la vergüenza, y este estaba quieto esperando que le echaran de la casa por alguna tontería, pero simplemente le sonrieron y asintieron, aunque el padre no se notaba tan feliz.

–¿Te quedaras a desayunar conmigo?– Dijo el castaño mirando hacia arriba con una sonrisa adorable, tuvo que contenerse muy bien para no besarle otra vez, no sabía que decir pero la madre asintiendo nuevamente le alegró el día, copió el gesto de la señora y el chico le jaló hasta el sofá.

Un montón de papas fritas con un montón de queso y salsa de tomate por encima le hizo lamerse los labios, pero no era para él y además ya había comido en su casa, tampoco quería llenarse por el gran día que les esperaba.

Adrián tomaba lentamente la fritura y se la metía en la boca al chico que estaba sentado en su regazo y con los brazos alrededor de su cuello aprovechando que sus padres no estuvieran allí, aunque volverían pronto según ellos, se habían encerrado en su habitación.

Acaban lentamente una por una debido qué Samuel también le daba en la boca y no podía negarse, después, miraban a los lados y si no veían “monos en la costa" se daban un pequeño pico por el que después se sentían culpables, y les gustaba esa sensación.

Luego tomaron café, su madre había dicho que era colombiano por lo que les entró curiosidad saber que se sentía, y al beber el liquido caliente con ese típico sabor (para ellos indescriptible) de la bebida empezaron a saborearla de sobremanera dejándola en su boca hasta sentir que no podían más y tragarla.

Cuando terminaron Adrián le mandó a lavar los dientes mientras rápidamente iba a hablar algo con los padres del chico que salieron de la puerta apenas todo sucedió, temeroso, se acercó a ellos a concretar su plan.

–¿Hasta la noche?– Dijo el padre del chico entrecerrando los ojos sin creerlo, aún así eran muy chicos como para hacer cosas en la noche y no pasaría de algunos besos, aunque eso era tocar el cielo para el pelinegro, quien asintió a la pregunta.

–¿Estás seguro que no necesitas nada?– Dijo por último la madre al sentir como unos pasos venían por las escaleras, el chico negó confiándose en que todo saldría bien y podría dar un paso importante incluso para su vida, aunque le vendría genial al otro.

–Cómo lastimes a mi niño, estas muerto– Dijo el señor fingiendo una sonrisa y se levantó para ir a la habitación y tirarse en la cama, un día solo para ellos también podía ser bueno.

–¿Qué sucede?– Preguntó el castaño al sentir el ambiente tenso y a su padre caminando a la habitación, era su cumpleaños, ¿Por qué se encerrarían en su habitación cuando hace catorce años nació su hijo?.

–Debemos irnos, te daré un tour por la ciudad– Miró a su madre y esta asintió dándole una grata sorpresa, de despidió de ella y el pelinegro le agarró por la cintura para atraerle y besarle la mejilla de forma bastante mandona que lo hizo reír.

Una ves salieron de casa pensó en sus cumpleaños anteriores y lo que pasó en la escuela por lo que se puso feliz al ver qué, aunque solamente fueran tres personas, estas le querían y le apreciaban por lo que es.

–¡Te ves hermoso con esa ropa!– Dijo Adrián quien disimuladamente, y aunque no sabía para qué, le miraba caminar y mover su trasero que se veía más esponjoso que nunca.

Aunque la vez que lo tocó le excito automáticamente y pasó mucha vergüenza, quería hacerlo de nuevo, y lastimosamente estaban en la calle, sino le hubiera robado uno de esos besos que tanto le gustaban, de los que sin querer, se había vuelto adicto.

Primer amor (#Pequeño Amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora