Samuel estaba un poco triste, lastimosamente el chico que le había besado, al que le dio su primer beso, no le había enviado ni un hola en todo el domingo, y peor aún le dio mensajes preguntándole como estaba pero no respondió nada, solo los vio y lo dejó así.Se consideraba fuerte y había superado peores cosas como para llorar por eso, pero él lo había disfrutado, había dado el siguiente paso e incluso gimió al sentir su mano en uno de sus pezones, en su pecho.
–¿Qué tienes hijo?– Preguntó su madre que era la encargada de llevarla toda la semana como la anterior lo había hecho su padre.
Negó lentamente y se montó en el auto para cerrar la puerta y mirar fijamente a la ventana, quería obviar a Adrián, sus hermosos ojos grises como una tormenta y esa sonrisa que desencadenaba la suya.
Cuando su madre estaba conduciendo quería hablarle y que tuviera una sonrisa o al menos un gesto neutro pero estaba triste, no era algo que conllevaba dolor como la vez que tenía golpes en todo su cuerpo, pero sí tenía una parte de su corazón roto.
De hecho el chico pasó aburrido en las clases, Adrián había faltado como nunca en toda la semana, se sentó solo y pasó así todo el día, estaba increíblemente triste y deprimido, incluso se sentía utilizado y había empezado a desconfiar.
Una vez el día (que tan largo le pareció) se acabó, le envió un mensaje a su madre para que no fuera por él, que llegaría un poco tarde porque visitaría a un compañero de la escuela, pero no era mentira, con toda la esperanza de un malentendido iría a la casa de los García.
Caminó por mucho rato hasta estar totalmente rojo, se sentó en una banca de el parque estando a una cuadra, sintió un auto y volteó la cabeza hacía el automóvil, se sintió sorprendido al ver al de ojos grises con la cabeza gacha mirando por la ventana pero sumergido en sus pensamientos, se levantó rápidamente y siguió el auto.
Una vez se estacionó se colocó en la puerta, estaba enfrente y después de ese impuso de coraje que se había desvanecido no sabía si tocar la puerta o hablarle en la escuela, pero la curiosidad estaba a punto de matarlo por lo que tocó una vez la puerta esperando que fuera suficiente.
–¿Sí?– Dijo un señor con los ojos grises iguales que los de Adrián, pero no tenían ese brillo que le enamoraba cada vez que volteaban.
–Hola, estoy buscando a Adrián, soy un amigo de la escuela– El hombre asintió y le invitó a pasar mientras subía las escaleras buscando a su hijo.
Se quedó de pie por la educación que le habían inculcado en casa y no quería molestar en ningún sentido o parecer un “aprovechado".
El señor pronto bajó y le dio la indicación del como llegar a la habitación de su hijo, él se la sabía de memoria porque no era muy complicado y la casa tampoco era muy grande, pero escuchó atentamente haciéndose el tonto.
Subió lentamente las escaleras con miedo de lo que pudiera suceder, que dijera que le quería lejos, o que no lo vería más, o que se mudaría, o que tenía una enfermedad terminal y estaba en sus últimos días, cualquier cosa que no fuera buena estaba allí, hasta una abducción extraterrestre.
Abrió lentamente la puerta y después la cerró sin mirar quien estaba dentro, pero apenas volteo pudo sentir esos brazos en su cintura y una cabeza apoyándose en su hombro dándole débiles besos a su cuello –¡Samuel!–
–Adrián, ¿Por qué no fuiste hoy?– Dijo el castaño separando lentamente la cabeza del pelinegro para sonreír, que le diera ese gesto radiante que le alegraba el día y la noche, la madrugada o el medio día, estaba obsesionado con la sonrisa.
–Mis padres me llevaron a su trabajo, supuestamente quieren que siga con el trabajo que lleva toda la familia, son abogados– Se acercó sin ningún cuidado y unió ambos labios sin el consentimiento del castaño quien lo empujó pasado algunos segundos –Perdón, me encantan tus labios–
Adrián se sentó en su cama y le hizo una se la para que el otro se pusiera a su lado y besar su mejilla repetidas veces, incluso haciéndolo caer de la misma debido a la fuerza en la que los daba.
–Solo vine por respuestas pero viendo que ya las encontré será mejor que me vaya– Dijo Samuel viendo que el otro chico estaba caso montado encima suyo como un animal, cosa que le hacía bastante gracia.
Ambos bajaron las escaleras y estuvieron frente a la puerta de la salida esperando despedirse –Nos vemos mañana– Dijo Adrián sonriendo y dándole un beso en los labios no sin antes mirar a todos los lados para que nadie les estuviera viendo.
–¡Eso espero!– Samuel fingió desaprobación y se fue de la casa con una sonrisa en la boca, ese chico le hacía realmente feliz y parecía inconsciente de ello.
Pero era igual en el lado contrario, Adrián subió a su cuarto y cerró la puerta para deslizarse con ella y quedar en el suelo para tocar levemente sus labios, había hecho lo mismo el domingo en la noche, ayer.
Pero después no todo fue sonrisas, Samuel debía darle una explicación a su madre por la llegada tarde, le había llamado a avisarle pero no era tan fácil librarse de sus preguntas.
–¿Dónde estabas?– Dijo la señora frunciendo levemente el ceño, tenía bastante curiosidad –Supongo que estabas con el chico ese, vienes bastante feliz diferente cuando te llevé– La señora abrió los ojos al ver el sonrojo de su hijo.
Simplemente lo dejó subir y respirar, este jamás supo que buscar respuestas era tan divertido.
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Primer amor (#Pequeño Amor)
RomanceMuchas personas relatan a su primer amor como alguien especial que los hizo ver el mundo de una forma diferente y los obligó a madurar y a tomar razón de lo bueno y lo malo que estaba pasando a su alrededor. También (un porcentaje reducido) la perso...