25. La combinación perfecta

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Ambos en la habitación después de que la madre de Samuel les había dado el permiso, estaban planeando una excusa para besarse aunque tenían todo el derecho de pedírselo y serían correspondidos automáticamente, los besos se habían vuelto normales en su vida, y por raro que sonara en las noches pensaban en los labios del otro.

–¿Quieres jugar a algo?– Dijo Adrián ciando ambos estaban acostados en la cama con la espalda en la cabezera mirando a nada en particular, por eso cuando el chico dijo eso el otro se alarmó y le miró hasta un poco asustado.

Sacando todo lo que llevaba por dentro, las ganas, en un estúpido ataque de necesidad, Samuel tomó la cabeza de Adrián y acunando su cara unió sus labios, luego aplicando la técnica del otro, le mordió fuertemente y le jaló el labio hasta que hiciera ese sonido extraño.

–Yo también quiero jugar a eso– Dijo el pelinegro y luego sonrió mordiéndose el labio para abalanzarse encima del otro, dejándole boca arriba y robándole el aliento.

Samuel recordó todo y empezó a colocar sus manos en los costados del otro, alzándole la camisa para que al final este se la quitara y dejara ver ese hermoso abdomen, no era el más marcado pero al castaño le encantaba verlo, tocarlo, y eso fue exactamente lo que hizo.

Adrián luego dejó los labios del otro y empezó a hacer un camino de besos hasta llegar cerca de la oreja y morder ese punto que hacía débil a cualquiera, pensó que no le gustaría o que le parecería asqueroso que le mordieran la cara pero un pequeño gemido le hizo sonreír sabiendo que su trabajo estaba dando resultados.

También le quitó la camisa a Samuel y llegó hasta su cuello a morderlo para dejarle marcas que supuestamente mostraban sí una persona tenía pareja o no, era algo de territorio que Adrián no lograba recordar, pero aún así dejó muchísimas por todos lados, algunas eran más rojas, verdes o negras, algunas mordía, otras jalaba y otras succionaba.

Bajó hasta los pezones y vio que el chico no estaba disfrutando como él lo hacía, se desanimó un poco pero el otro rápidamente le dio la vuelta y se sentó en su entrepierna, la suya palpitó al sentir algo duro cerca de su trasero.

Ahora Samuel le tocaba los pezones y los exprimía como sí de hay fuera a salir algo, el chico gemía bastante y se mordía el labio para no hacerlo más, no quería parecer un exagerado –Este es tu punto débil–

Rápidamente el pelinegro le jaló hasta quedar cara a cara, debía aceptar que con los ojos llenos de placer y curiosidad, más las pocas pecas, la cara roja, los labios hinchados y el cabello desorganizado, Samuel le pareció el chico más lindo del mundo, ninguno de los modelos de las revistas que traía su mamá podía acercarse al chico que tenía enfrente.

–No digas eso– Samuel se confundió pensando en todo lo que había dicho esa noche, había sido bastante cargada –Estoy seguro de que mi única debilidad eres tú, pero a la vez me hacer fuerte–

El castaño sonrió y se alarmó cuando sintió una mano en su nalga, el chico le miraba pidiendo permiso, y aunque no había leído esa parte simplemente siguió sobando uno de sus pezones y besándole afirmando sin necesidad de gestos o palabras.

Con total confianza ambas manos se posicionaron en sus glúteos y empezaba a darles masajes, pero subía la velocidad subiéndolos y bajándolos de posición para luego palmear los mismos fuertemente.

Samuel se levantó del cómodo cuerpo del otro y dando un leve suspiro que el otro no sintió le desabrochó los pantalones, también los hizo con los suyos y se sintió apenado, pero luego miró los ojos de Adrián que le daban confianza y la curiosidad volvió a él más fuerte, estaba seguro de lo que estaba pasando y quería más.

Con dificultad quitó ambos pantalones dejándolos a ambos solo con los bóxer, una vez los dobló y los dejó en una mesita de noche volvió a la cama aunque cuando estaba allí sentía la mirada del otro en sus glúteos, y eso le ocasionaba un sonrojo cada vez más fuerte.

Cuando llegó al sitio simplemente tocó uno de los muslos del otro sintiéndolo más fuerte, algunos vellos se mostraban ahí pero eran demasiado cortos que solo con lupa se verían, aunque sí se podían sentir.

Samuel subió las manos por allí hasta llegar al centro, Sobo los testículos y luego se pegó más al cuerpo de su novio para tomar la erección aún en el bóxer y apretarla sacándole un gemido al otro quien después se mordió un labio.

El castaño le quitó el bóxer al otro chico y vio como su pene se levantaba esperando algo, él sabía muy bien que era, pero no estaba seguro de hacerlo en ese preciso momento, y algo le faltaba, Adrián se lo dijo en voz baja porque el placer le hacía ronco y esa voz le resultaba algo atractiva –Baja los tuyos también–

Lo hizo y luego pegó ambas erecciones comprobando que la suya era algo más gruesa, pero no era nada que destacar, Adrián le sacaba algunos centímetros aunque ambos tenían la misma edad y eran de la misma contextura.

El pelinegro tomó ambos miembros y los apretó con dificultad en su mano que era más grande que la de Samuel, lo colocó a su lado para verle fijamente a los ojos y empezó a mover su puño.

Lo hacía lentamente y hasta abajo haciendo que el chico cerrara sus ojos y tuviera su boca abierta, él le miraba y cada vez que escuchaba un sonido de su boca lo hacía más rápido sacando más en un ciclo de nunca acabar.

Samuel se colocó encima y empezó a masturbar a su novio mientras este hacía lo mismo, este agarraba la cintura de su chico mientras movía su mano ya un poco cansada por el agotador movimiento que llevaba algunos minutos haciendo.

Ambos sintieron algo en la barriga y otra cosa que subía a su pene, no lo podían describir, Samuel pensó que se iba a orinar encima del otro y quiso pedirle que parara, pero un chorro de semen cayó en el abdomen de Adrián mientras este gemía aún encima.

Unas milésimas de segundo que que la primera gota saliera del castaño a el otro también le había pasado lo mismo, los gemidos descontrolados pasaron a respiraciones agitadas que mostraban lo mucho que lo habían disfrutado.

Cuando vieron el montón de liquido blanco que no les hacía falta y que simplemente era pegajoso empezaron a tocarlo, por tonto que suene, Adrián lo tocó y vio como una parte de levantaba con el él mientras llamaba al chico para que le mirara haciendo esa estupidez.

Este recogía las camisas y las colocaba al lado de los pantalones y arrancaba una hoja de papel de uno de los cuadernos vacíos del chico quien volteó automáticamente.

–Se me van a arrancar las primeras– Dijo el pelinegro limpiando el abdomen del otro, también su dedo y arrugando el papel para levantarse de la cama otra vez.

–Yo te compró otra– Dijo Samuel botando a la basura la misma, este se negó y ambos estaban ya en la cama acurrucados.

Se desearon las buenas noches, un par de besos, y la insistencia de que Adrián se suba los pantalones finalizaron ese día que había sido genial para ambos, era la primera vez que hacían eso, y como si fuera poco era juntos, y deseaban hacerlo muchas veces más sí tenían por un lado a los ojos grises y por el otro a los ojos castaños.

La combinación perfecta.

Primer amor (#Pequeño Amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora