Se mi novia.

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Sin levantarse tenía la mirada fija sobre esa pelinegra con la que parecía nunca dejaría de tener encuentros de lo más anormales.

  ̶  ¿Te irás sin amenazarme, para que no le cuente esto a nadie?

Alejándose sin mirar atrás    ̶  de cualquier forma, ¿quién te creería?

Tumbándose de nuevo en el pasto, se cubría el rostro con su mochila, para reducir el volumen de sus gritos y maldiciones. Una vez que consiguió tranquilizarse, tomó sus cosas y a paso decidido se dirigía al club de arte.

  ̶  "Tal vez no he dejado de lado la tarea que me he impuesto, para liberar a Mei de su compromiso. Pero si he ahuyentado a la persona por quien lo estoy haciendo, debo remediarlo".

Llegando a la puerta inhalaba un gran respiro, abriéndola de par en par ocasionando que todas voltearan, o casi todas. Yuzu traía puestos unos audífonos además de que su desanimo la tenía encerrada en su mundo.

  ̶  Señorita Taniguchi, creí había dicho que nunca más perdería su tiempo en esta clase.

Evitando prestar atención a la profesora, entró tomando a Yuzu por sorpresa. Tiró de ella llevándola casi al suelo, besándola profundamente. Luego con la misma energía la regresó a su sitio.

Quitándole los audífonos    ̶  Yuzucchi, te amo.

Sonriendo y abalanzándose sobre la castaña    ̶  Haru... ¡yo también te amo!

  ̶  Bien señoritas a lo suyo, y ustedes las enamoradas, será mejor se apresuren que tienen mucho trabajo con el que deben ponerse al corriente.


Estando por ser la hora de salida.

  ̶  Pudo esperar a que terminara la clase para entregar su muestra de afecto.

  ̶  Vamos que la pintura es hermosa.

Yuzu las veía discutir sobre el lienzo que había trabajado ese día.

  ̶  Y mucho, pero demasiado confusa, su puede ver pena y desesperación, con un cambio brusco a gozo y satisfacción.

  ̶  Para mí todo el arte es confuso, así que cumple los requisitos.

Una vez fuera, tomadas de la mano estaban por ir a su rincón acostumbrando, cuando Utsuki les llamó la atención.

  ̶  Niñas, vengan aquí.

  ̶  ¿Qué sucede Sensei Utsuki?

Harumi apretaba la mano de Yuzu, recordándole que no le agradaba nada escuchar que se refiera así a la profesora.

  ̶  Adoro la pasión entre ustedes. Pero si esto vuelve a afectar sus asistencias, calidad en sus trabajos, o peor aún la falta de ellos, no les permitiré estar en esta aula el tiempo que les queda en la academia, ¿entendieron?    ̶  viendo en dirección a Haru.

  ̶  A la perfección profesora    ̶  respondía la castaña.

  ̶  Largo de aquí entonces, y por favor al menos esperen a que salga de mi oficina. Que admire su entrega, no significa tenga porque escuchar los sonidos de su lujuria.

Avergonzadas, decidieron que tal vez si podían esperar llegar a casa.


En la entrada de la escuela se encontraba Matsuri.

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