El Príncipe del Reino

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Una noche normal, noche simple, pero, no todo lo que parece en calma, en realidad lo está. Una ciudad en llamas, los gritos de los sobrevivientes, siendo sometidos por los demonios, en una ciudad costera, con un palacio en ruinas, justo a la orilla de la costa, una señal clara, de que la gran Arlequia, ha caído. Tras la caída de la antigua Arlequia, el mundo conocido se sumió en el caos y la destrucción, noventa años duro la tiranía de los demonios.

Los demonios, seres de otra dimensión, que emergieron de un portal, conjurado por un hechicero trastornado, seres de naturaleza salvaje, de cuatro metros de alto, con la piel roja, siempre con mazos y hachas gigantes, con una fuerza sobrehumana, a estos, solo se les venció sacrificando miles de vidas, por medio de una revolución muy violenta, que destruyó el portal, para siempre.

Los líderes de la revolución, se repartieron las tierras, creando los vente reinos, tratando de consolidar una sociedad en ruinas. A Lord Bayer, se le dio la tarea de levantar lo que sería la nueva Arlequia, pero, debido a una injusticia, se le concedió, el terreno más pequeño, convirtiendo a la nueva Arlequia, en el reino más pequeño de los veinte reinos.

Veinticinco años ya han pasado desde todo lo anteriormente mencionado, el rey Bayer, logro consolidar a un heredero, le puso por nombre Eduard, en honor a uno de los antiguos príncipes de Arlequia. Eduard, el príncipe de Arlequia, un joven que apenas está por cumplir la mayoría de edad, de pelo castaño, ojos cafés, y un rostro con rasgos finos y nobles, se encontraba en un recinto hermoso de crianza de dragones, el simplemente fue a que le atendieran a su dragón, un dragón escarcha, al cual le puso por nombre, Destello, uno de los dragones más veloces del reino.

— ¿Cómo está mi dragón señor Sakro? — Pregunta el príncipe

— No es nada grave, solo es depresión.

— Últimamente no ha logrado encontrar pareja, creo que él tiene peor suerte en el amor que yo.

Sakro se soltó a reír, pero al dragón no le gustó nada la expresión de su amo, tirando a Eduard con la cola al suelo, motivando más la risa se Sakro.

— Eso sí que fue grosero, y tú ya deja de reírte. — expresó el joven príncipe, mientras se levantaba del suelo.

— ¡Ja, ja, ja! ¡Lo lamento... ya, ya me calmo! dime ¿Cómo está el rey?

— No lo sé, no me dejan verlo. — Algo de tristeza se manifestó en el rostro de Eduard.

— ¿Tienes dieciocho no?

— Los cumpliré el próximo mes.

— Pues, será mejor que te vayas preparando para la corona, de otro modo, este reino se ira más a la ruina, nos vemos Eduard.

Él se despidió del anciano Sakro, y camino junto a su dragón, para salir del recinto, cuando otro dragón descendió en frente de él, deteniendo el avance del joven príncipe.

— Su majestad, soy el cabo Will, vengo de palacio.

— ¿Qué está ocurriendo? — Preguntó intrigado el príncipe, con algo de preocupación.

— Es sobre su padre, el rey, solicita verlo... es de vital importancia.

Sin pensarlo dos beses, Eduard subió a su dragón, ambos volaron hacia el sur, justo hacia la capital de Arlequia, volando a gran velocidad en el lomo de su dragón. Tardó una media hora en llegar al palacio Arlequí, descendió justo en los atrios del palacio, los guardias tomaron a su dragón, para ponerlo en su recinto. Eduard corrió rápidamente a los interiores del palacio, estando en el salón del trono, tenía un presentimiento, pero no sabía si era bueno o malo, en ese momento, atrás de él hubo una pequeña explosión azul.

— ¡Maguz! ¡¿Qué haces aquí?! — Preguntó exaltado y asustado, mientras se reincorporaba.

— El rey me ha convocado, como el protector mágico de este reino, debo de proteger a mi rey. — Contestó el mago con voz seria y firme; parecía algo molesto.

— Lo siento... No quería hacerte enojar.

— No hay cuidado... la condición de tu padre no es muy gratificante, pero, no soy yo quien debe de decirte las cosas, él te lo dirá.

Maguz, acompaño a Eduard a la alcoba del rey, una vez los guardias les abrieron las puertas, ellos entraron; al verlos, el rey, ordeno a los médicos y guardias que se fueran. Apenas se serraron las puertas, el rey se levantó de la cama con mucho esfuerzo; pero este, se volvió a sentar en ella. Maguz, creó un vaso de vidrio en su mano, lo lleno de agua pura, y se lo dio a beber al rey.

— Gracias... me alegra que estén aquí... Maguz, a ti solo te llame... con... con el fin de que hicieras una promesa... ¿Podrás hacerlo de esa manera?

— Por supuesto, mi rey Bayer — La voz firme y segura del mago se escuchó en toda la habitación.

— Mi tiempo es corto, mi destino esta sellado, y el único que puede dirigir este reino, es mi hijo allá atrás... quiero... que así como estuviste estos veinticinco años conmigo, quiero que así lo hagas con el... como mago y protector de las amenazas de otros mundos... tu deber, es siempre estar al lado del rey... y ese será mi hijo... ¿Puedes prometerlo?

— Por su puesto, estaré con él en cada decisión que él tome.

— Muchas gracias Maguz, ahora ¿Me dejarías un momento a solas con mi hijo?

— Ahora lo hago su majestad.

Maguz hizo una reverencia, y se retiró, dejando a Eduard solo con su padre.

— Debo hablar contigo seriamente... por favor, quiero que me comprendas...         

Arlequia. ( La guerra entre tres reinos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora