Eldaí.

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La calma de la habitación se rompió, cuando Eldaí despertó; sin embargo ella, ya no estaba en la torre, sino que ahora, estaba en la casa de su padre. Ella, desconcertada, se levantó de la cama, empezó a caminar hacia la puerta, de la cual, se veía una luz blanca detrás; con mucha precaución abrió la puerta, cubriéndose los ojos debido a la luz incandescente del día. Cuando ella salió, se topó con un espejo, y, al mirarse, se contempló en el cuerpo de una niña, una niña de siete años; después de eso, ella escuchó risas y música elfica, por lo que dobló la esquina de la pared, y a lo lejos, logro contemplar a su padre, un Elfo, el cual estaba ayudando a varios elfos más a preparar una celebración. Después, volando sobre de ella en una escoba voladora, vio a su madre, una de las pocas brujas blancas que existen en el mundo; su madre, aunque estaba separada de su padre, convivía de manera armoniosa con ambos; en ese momento, una paz y armonía hermosa inundó el ser de Eldaí. La misma joven, al ver a su padre, corrió a abrasarlo; pero en ese momento, la mano de un soldado le tapó la boca, todo el entorno cambió. Todo se tornó sombrío y el lugar se cubrió de llamas; los soldados Arlequíes devastando todo a su paso, masacrando elfos y brujas a más no poder. Eldaí fue encerrada, y tomada como esclava. Eldaí despertó de golpe, con lágrimas en sus ojos; sin embargo, en vez de verse en la aldea en el bosque, se vio en la torre, ella comenzó a mirar a todos lados, logrando ver las paredes cubiertas por cascadas de agua azul; así mismo, se dio cuenta de que estaba tirada en el suelo, con una capa roja encima de ella.

— Perdón si te molesta la capa... — La voz de Eduard se escuchó en el fondo, llamando la atención de Eldaí — creí que podrías tener frio... además, te saqué del agua, por eso estás mojada...

— Gracias — contestó Eldaí de forma seca, mientras se levantaba y se limpiaba las lágrimas de los ojos.

— Tienes una forma de decir gracias, que parece que estás diciendo muérete... — Eduard se levantó de donde estaba sentado — pero no te culpo... lo lamento.

— ¿De qué hablas?

— Cuando derramaste la sangre en la fuente, las cascadas mostraron parte de tu pasado... — Eduard se acercó a ella — en verdad lo lamento... perdonarme.

— Eso no me devolverá a mis padres. — la ira comenzaba a inundar el ser de Eldaí, denotando su molestia al arrojar la capa al suelo.

— Lo sé... — Eduard intentó calmarla — no puedo justificar a mi padre por lo que hizo... yo... tenía nueve años cuando paso... — Eduard tomó la capa del selo — una rebelión se alzaba en esa aldea, mi padre no tuvo más opción que eliminar a toda la aldea.

— No todos teníamos la culpa de ello... ¡Mataron a mis padres! me enseraron, me esclavizaron; me trataron peor que un animal... me vendieron... — Las lágrimas se apoderaron de ella — me arrebataron mi inocencia, mi infancia; trate de escapar, mate a dos de mis amos, ¡Casi mato al tercero, pero me detuvieron, y me torturaron!

— Entiendo que fue difícil, — La voz de Eduard comenzó a temblar, y sus ojos comenzaron a lagrimear — creo que... ahora sé porque me odias... tal vez no pude hacer nada, pero mi madre decía, que nunca es tarde para enmendar errores. Yo no soy responsable por lo que mi padre hizo... pero déjame apoyarte, déjame protegerte... donde quiera que estés, quiero que sepas, que te protegeré.

— ¡¿Qué sabes tú de proteger?! ¡Mira este reino, está al borde del colapso y tú solo sentado en ese trono, simulando proteger a la gente que en verdad sufre...!

— ¡Esto no es fácil! si fuera fácil todo el mundo lo haría... ¡Ya me canse de que todos me opriman, diciendo que como rey, debo de llenar sus expectativas; que por ser un rey joven me tachen de cobarde! Ser un rey no es fácil, no siempre se puede salvar a todos... — Eduard bajó la mirada, y comenzó a rasgar la capa — ¡Yo no pedí una guerra... me siento frustrado, ya que todo un reino, depende de mí! Tengo miedo... de enfrentarme a Giliam y de fracasar, porque si fracaso, lo perderé todo... de haber podido salvar tu aldea yo lo hubiera hecho... no quiero que nadie más sufra por esta guerra... no quiero que tu sufras... perdóname... ¡Perdóname! ¡Perdóname!... perdóname... por favor.

Ambos, rompieron en llanto. Eduard, estaba literalmente de rodilla, pidiéndole perdón a Eldaí, la cual también derramaba sus lágrimas.

— Ni siquiera el matarte me devolverá a mi familia... — Eldaí agachó la mirada, y comenzó a hurgar en su pantorrilla, tomando un pequeño cinturón con pequeñas dagas, las cuales aventó al agua — pero, no quiero que ningún otro niño sufra lo que yo... si perdemos la guerra, todo estará perdido... creo que, es mejor perdonar... que vivir con el odio en mi corazón... — un nudo se formó en su garganta — Eduard, te... te... te perdono.

Eduard solo se limpió las lágrimas, y le dio las gracias aun con los ojos hinchados por las lágrimas.

— Bueno... — Eduard se levantó y comenzó a buscar en su cinturón — hace unos días, te ice una promesa... yo cumplo mis promesas... ten... eres libre.

El rey, le lanzo las llaves a Eldaí, esta las atrapo, y después de pensar, comenzó a abrirse los brazaletes, rompiendo su vínculo con él. Eudard se encamino a Eldaí, pero en el camino, dio un resbalón, cayendo al suelo, en ese momento, Eldaí soltó una carcajada, la cual, hizo sonreír a Eduard.

— Creo que había que romper esta tensión de alguna manera — dijo el rey con risas cortas y pequeñas — nunca te había visto reír... vaya, sí que tienes dientes, je.

Eldaí solo se tapó la boca, mientras seguía riendo.

— Bien... ¿A dónde iras ahora que eres libre?... — preguntó el rey —si te quedas, te protegeré, pero, tendrás que luchar... si te vas... bien puedes.

— No lo sé... — contestó Eldaí — jamás creí que llegaría este momento... creo que si me voy... podría no presenciar tu muerte a manos de Giliam... creo que, me quedare a pelear.

— Aun me das miedo... Por cierto ¿De donde sacaste esas dagas?

— Bueno, después de años esclavizada, comienzas a adquirir habilidades que te ayudan a sobrevivir.

— Me imagino que si — Ambos sonrieron el uno al otro — bien salgamos.

Eldaí solo sonrío una vez más, y ambos salieron de la torre, recorriendo el mismo conducto. Mientras tanto, a las afueras de la ciudad, Farcol, comenzaba a despertar, y justo cuando este lo hizo, vio a un Norkot muerto en frente de él, esto, lo hizo gritar de susto y levantarse de forma abrupta; en ese momento volteo a su derecha, viendo a Mita sentada en una piedra, y Farcol se volvió a espantar.

— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? — preguntó el consejero.

— Desde que todos quedaron inconscientes... — contestó Mita con una voz seca y fría — algunos soldados se ven tierno cuando duerme.

— Me das miedo... ¿Qué fue lo que paso?

— Lograron activar la torre... la onda expansiva pulverizo a todo ser vivo a la redonda... nosotros sobrevivimos gracias al escudo que invoque... pero por alguna razón, los cadáveres de los soldados y norkots que murieron antes de la onda, no se pulverizaron.

— Eso no me parecería lo más raro que he visto hoy, bien... como sea.

— ¡Hola! ¡¿Vaya siguen vivos?! — La voz de Eduard se escuchó desde la salida de la ciudad hasta donde estaban Mita y Farcol.

Eldaí y Eduard, salían del túnel, ambos, se dirigieron a Farcol, Mita y los soldados inconscientes. Después de llegar, ambos se pusieron al corriente.

— Todo fue gracias a Mita de no ser por ella, ya estaríamos pulverizados. — agradeció Farcol mientras explicaba.

— Mita... ¿Enserio, no has pensado en tomar el lugar de tu padre? — preguntó el rey.

— No me gustan las responsabilidades grandes. — contestó la inexpresiva maga.

— Bien... — el rey observó sus manos — la diferencia entre tú y yo, es que tu si tienes opciones.

— ¿Cree que alguien haya delatado nuestra posición? Esos norkots llegaron como si supieran lo que íbamos a hacer. — preguntó Farcol.

— No lo sé... es claro que fue algo bastante raro... no pensemos en eso por ahora.

— Bien... y entonces ¿Qué hacemos? — nuevamente Farcol preguntó

— La misión se completó, regresemos a casa.

Arlequia. ( La guerra entre tres reinos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora