El misterio del mago.

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Eduard, Eldaí, Farcol, Mita y el resto de soldados que quedaban con vida, partieron en los dragones a la capital del reino, no sin antes enterrar a los soldaos que murieron a manos de los Norkots, y colocar entre las tumbas, la bandera Arlequí. Poco después del ataque a la ciudad, en un lugar desconocido, Fremian, camina molesto, mirando hacia el atardecer, mientras atrás de él, azotan a un Norkot con un látigo.

— Tenías un trabajo, un solo trabajo Esrra... — Fremian se acercó a Esrra — pero no lograste cumplirlo.

— Lo... lo lamentó. — dijo la criatura con voz ronca y áspera.

— Oh supongo que lo sientes... más sin embargo, eso no me sirve... da gracias al cielo que Giliam se encuentra ocupado en este momento... de otro modo, él no tendría compasión de tu miserable vida... más sin embargo, eso no significa que terminaras exento de una reprensión... veo que perdiste tu mano.

— Trate de tomarlos, pero la compuerta me corto la mano.

— Bueno, creo que no la extrañaras más.

En ese momento, el mago toco con su báculo negro el hombro de la mano cercenada de Esrra, esta, comenzó a pudrirse, el Norkot, solo gruñía y rugía del dolor que sentía, cuando todo su brazo se pudrió, Fremian lo corto con una espada.

— Llévenselo... no quiero verlo más. — le dijo Fremian al los sirvientes que tenía ahí.

Ellos, se llevaron a Esrra, el cual aún gritaba del dolor, Fremian, solo se tele transporto hacia el campamento del ejercito de Giliam.

Mientras tanto, en el mundo oculto de los magos, Krafdal, se encontraba sentado en el pasto, mirando hacia el atardecer, algo decepcionado, ya que aún no podía dominar la técnica de los murciélagos.

— No te preocupes. — Handal interrumpió los pensamientos de Krafdal desde atrás.

— Oh... Handal no te había visto, ¿Cómo llegaste? — preguntó el joven desconcertado.

— Usando una esfera de Mirro... — el anciano se sentó a un lado de Krafdal, mostrándole la esfera que le mencionó — no te preocupes, sé que Maguz parece un amargado sin ningún respeto a la dignidad humana, pero, es un buen amigo.

— Siento que me está presionando demasiado... por cierto, ¿Qué es una esfera de Mirro?

Handal entregó en las manos de Krafdal la esfera, un objeto del tamaño de una manzana, la cual parecía tener una especie de universo dentro.

— Las esferas son parte de una técnica más de los murciélagos... — Handal comenzó a explicar — los magos se tele-transportan, pero los murciélagos, utilizan esferas de energía oscura; las capas de los murciélagos les permiten elevarse del suelo y planear en el aire. Ellos, una vez en el aire, crean estas esferas negras, conectadas a sus capas mágicas; una vez creadas, las lanzan al lugar donde ellos quieren, una vez esta esfera se rompe chocando con alguna superficie, la capa de los murciélagos los hacen girar, y a sacar humo negro, y de esta manera, son transportados al lugar donde la esfera se quebró.

— Vaya, suena complicado.

— Je... no tanto, pero primero debes de dominar el plasma sonoro... solo... dale tiempo a Maguz.

— Aun no entiendo cuál es su problema. — el joven se quedó mirando la esfera en sus manos.

— No es tu culpa, en realidad, es por algo que le paso, con su maestro, su desconfianza en otros radica en lo que paso ese día.

— ¿Y qué paso ese día?

— Maguz, bueno, el...

— Handal, creo que ya dijiste demasiado. — La voz de Maguz se escuchó por detrás.

Ambos, voltearon asustados al escuchar la voz. Maguz le hizo una mirada desafiante a Handal, este último, algo molesto, decidió que era mejor despedirse de Krafdal. Handal lanzo una de las esferas de Mirro que creo con su mano, y se retiró del lugar.

— Genial, me quitaste la única manera de conocer tu pasado. — Reclamó Krafdal.

— Tú no eres quien para estar indagando en mi pasado. — El mogo se dio media vuelta.

— Creo que yo como tu alumno, siquiera debería saber datos importantes de tu pasado. — Krafdal se levantó y comenzó a acercarse a él.

— Ten confianza en que te diré solo lo que ocupes saber...

— Dime como... si ni siquiera tú me tienes confianza.

— ¿En serio, otra vez?... — Maguz comenzó a alejarse; sin embargo, se detuvo a medio camino — Krafdal, en verdad progresas... sigue así, y pronto dominaras la ráfaga de los magos.

— Como sea, aun no tengo la suficiente capacidad para comprender lo que te ocurre a ti.

— Bien, será mejor que nos vallamos, la noche esta por... lle... llegar... — el mago comenzó a quejarse de algo en su mano.

En ese momento, Maguz, se quitó el guante debido al dolor que tenía en su mano, de un momento a otro, se desplomo en el suelo; Krafdal, corrió a socorrerlo. La mano de Maguz irradiaba luz azul, Krafdal, desesperado grito por ayuda, mientras intentaba cargar al mago caído.

La noche, estaba en su apogeo, la luna irradiaba una luz tenue, en el palacio del reino de Giliam, un pequeño niño juega con algunos juguetes, cuando, desesperada mente, entra su madre, la cual, lo levanta, y lo coloca en el armario; esta le indico que no hiciera ruido. Después de unos segundos, entra a la habitación el rey Merviad, el cual estaba tomado, y ya muy borracho, este, le reclamo a la mujer, por qué no podía darle más hijos como las otras favoritas que tenía, esto mientras la golpeaba hasta la muerte.

Después de eso, el niño serró los ojos, y cuando los abrió se encontró ya de adulto, en medio del bosque, donde al parecer, tenían rodeado al rey Merviad, el joven, se comenzó a acercar al rey.

— No... Hijo, ¿Por qué tu hijo mío? — reclamaba decesperado el rey Merviad.

— Has cometido muchos errores en tu vida padre, — Giliam tomo su espada — pero el peor de todos, fue el de matar a mi madre enfrente de mis ojos... ahora te matare, y me convertiré en el rey de Giliam.

— Tú nunca lograrías nada como rey.

— Te juro padre, que cuando sea rey, conquistare todos los veinte reinos, pero primero, te matare a ti.

— Estas demente... tu madre estaría muy decepcionada de ti.

— ¡¿Cómo te atreves a mencionarla?! ¡No tienes derecho de mencionarla!

El joven príncipe, furioso enterró su espada en el pecho de su padre, matándolo al instante.

— Su majestad... ¡Su majestad! — La voz de Fremian irrumpió en los pensamientos de Giliam.

— Oh... lo lamento. — Giliam recobró el sentido.

— ¿En qué piensa?

— En nada en realidad, ¿Qué ocurre?

— Su majestad... sea bienvenido a... la fortaleza de Sola.

En el espesor de la noche, a lo lejos, Giliam pudo contemplar la enorme fortaleza, la cual estaba en medio de dos enormes montañas, las cuales, formaban parte de una gran muralla natural.

— El paso más rápido para llegar a la capital, se encuentra en medio de esas dos montañas, — Giliam comenzó a idear un plan en su mente — lo único que nos impide cruzar por ese barranco, es la fortaleza.

— ¿Quiere ordenar el ataque? — preguntó Fremian.

— No, no ocultaremos en estas pequeñas colinas, y esperaremos al amanecer... que los soldados descansen, mañana por la mañana, tomaremos Sola.  

Arlequia. ( La guerra entre tres reinos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora