La ciudad de los magos.

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Al fin, el día de partir se había llegado, los dragones estaban listos y preparados, Eldaí fue traída con cadenas, al parecer, había tratado de atacar a uno de los guardias. Al ver esto, Eduard, ordenó que la liberen, y una vez liberada, le dio un vestuario para la excursión, una ropa bastante cómoda hecha de cuero de góblin; sin embargo, la ropa no dejaba de tener un toque femenino.

Todos los que iban a ir a la excursión subieron a sus dragones, Eduard, así lo hizo, dejando a Raiyol a cargo del reino. Eduard, levanto el vuelo en su dragón, después le siguió Farcol, y diez dragones más, levantaron el vuelo, para partir; cada dragón, montado por tres soldados. Tardaron poco en llegar, al menos dos horas. Todos los jinetes, descendieron a medio kilómetro de la ciudad, y desde ese punto siguieron a pie, la esclava, siempre a lado de Eduard, por solicitud del mismo. A al menos cincuenta metros de distancia, Mita les pidió que esperaran, ella, se encamino al objetivo, y después de unos minutos regreso, indicando que avanzaran, y así lo hicieron.

— Les presento, la ciudad caída de los magos. — dijo Mita con voz casi imperceptible.

En medio de un gran pastizal, ya hacía una enorme ciudad, casi en ruinas, situada en una plataforma ladeada, enterrada en el suelo, con una enorme torre en el centro de la ciudad, casi cubierta por vegetación.

— La fuente sagrada de los magos, se encuentra dentro de la torre. — dijo Mita mientras señalaba con su báculo.

— Entraremos por las calles. — sugirió Farcol.

— No lo creo, — interrumpió Mita — la ciudad esta ladeada, pero hay conductos subterráneos, los cuales pueden guiarlos más rápido a la torre central.

— ¿Tú no vienes Mita? — preguntó Eduard.

— Lo lamento, pero de hacerlo, una maldición podría caer sobre mí, o sobre toda mi gente, por eso ningún mago entra ahí — respondió Mita.

— Te comprendo... — dijo Eduard — escúchenme, Eldaí y yo entraremos, me llevare a diez soldados, Farcol, quédate a vigilar, no tengo mucha confianza en este lugar.

— Como ordene. — respondió Farcol golpeando su pecho con su puño.

— Denle una espada a Eldaí. — ordenó Eduard.

Los soldados, se miraron unos a otros algo dudosos, temerosos de que algo malo pudiera pasar.

— ¿No me escucharon, denle una espada? — repitió Eduard.

Uno de los soldados algo temeroso, entregó la espada en las manos de la eldrak.

— ¿De verdad dejara que porte una espada?... — cuestionó Farcol temeroso — podría matarlo.

— Estoy seguro de que eso no pasara... — contestó Eduard — solo has lo que te dije.

Eduard ordeno a todos que se movilizaran, y que tomaran posiciones, más sin embargo, en él había un mal presentimiento, el cual, no estaba muy alejado de la realidad. Atrás de la ciudad, en una pequeña colina verde, alguien los observaba, más exactamente, eran dos seres, un Norkot de nombre Esrra, y un mago.

— Gracias por avisarme, — agradeció el mago de ropas negra — el rey Giliam no quiere que ellos tengan ni una sola pizca de ventaja, si reactivan la fuente, tendrán una oportunidad para embocar al ejercito blanco de la otra dimensión, el único que rivaliza el poder los seres demoníacos.

— ¿Qué es lo que quiere que haga? — preguntó el norkot con una voz pesada y áspera, como si el mismo estuviera rugiendo.

— Quiero que los mates a todos, pero deja al rey Eduard vivo, eso, es lo que demanda Giliam.

— ¿Recibiré mi recompensa?

— Todos tendrán un hogar para vivir tranquilamente... no me falles.

En ese momento, el mago, toco levemente el pasto con su báculo, y debajo de él se formó un sello rojo, una esencia negra comenzó a brotar de él, y este desapareció en una bola de fuego rojo. Esrra dio un rugido, y cientos de Norkots aparecieron detrás de él, portando sus espadas y hachas, Esrra, con sus espada retorcida señalo a la ciudad, dando un gran rugido, los Norkots corrieron frenéticos hacía la ciudad.

Mientras tanto, en los túneles subterráneos, Eduard, Eldaí, y el resto de soldados, caminaban, siguiendo un mapa que Mita les había dado, este mostraba bastantes conductos mágicos, los cuales los transportaban a distintos puntos de la ciudad, seguían el camino hacía uno de esos conductos que los enviaría a la torre principal.

— ¿Estás bien? te noto algo tensa. — preguntó Eduard a Eldaí.

— Estoy bien. — respondió Eldaí de mala manera, apretando el mango de su espada.

— Tienes tu espada desenvainada... por favor solo... coopera, y obtendrás tu libertad.

Eldaí, en ese momento, guardo su espada, sin manifestar una sola expresión en su rostro. Afuera de la ciudad, Farcol, Mita y el resto de guerreros, esperaban pacientemente; sin embargo, en ese momento, Mita se percató de algo, logro escuchar sonidos extraños, al mirar hacía la ciudad, logro ver movimientos, ella, advirtió a todos los soldados. Farcol, comenzó a organizarlos, y justo en ese momento, uno de los Norkots, salto de la ciudad, con sus dos hachas en cada mano, dando un fuerte rugido, y poco a poco, más y más le siguieron.                       

Arlequia. ( La guerra entre tres reinos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora