La batalla de Tridiant.

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Los dragones descendieron en picada, y comenzaron a dispersarse por el aire, disparando ráfagas de fuego a los Giliumnitas y a los seres demoníacos. En ese momento Émelti descendió montado en su dragón preferido, y levantando su vara, indicó a una cantidad inmensa de dragones que le siguieran; estos se colocaron de manera horizontal, y a la señal de Émelti, dispararon fuego de sus bocas, quemando a los demonios que salían del portal. Cientos de demonios fueron calcinados, pero otros, voltearon hacia el cielo, y molestos, se aferraron con los pies al suelo, y de sus ojos, así como de sus bocas, lanzaron potentes rayos hacia el cielo, derribando algunos dragones. La escena era impresionante, las explosiones eran enormes, ni siquiera las armas caza dragones de los Giliumnitas eran capases de detener tal ataque.

— ¿Están con nosotros? — preguntó Raiyol confundido.

— Bueno, están atacando a los demonios, creo que eso es un sí. — Eduard respondió también algo confundido.

Los Arlequíes se armaron aún más de valor, y comenzaron a pelear nuevamente, los Arlequíes pasaron la parte media de la muralla derribada, y llegaron al otro lado de la muralla, lo cual era un gran progreso, considerando al ejército enorme al que se enfrentaba. Poco a poco, los Arlequíes iban retomando la muralla, o al menos lo que quedaba de ella, pero los Giliumnitas que se encontraban en la muralla, se resistían a la toma. A pesar de que la batalla era brutal, la lucha más grande se libraba en el aire, las coordinadas técnicas que utilizaban los dragones, eran demasiado efectivas contra los seres demoníacos; más sin embargo, los esfuerzos serían en vano, si ese portal no era cerrado, los seres demoníacos seguirían saliendo del portal, sin cesar. Émelti, al ver esto, se dirigió al primer jinete de dragón que encontró en el aire.

— ¡¿Cuál es tu nombre muchacho?! — gritó Émelti al primer jinete que encontró.

— ¡Soy Dartañan señor! — respondió el joven.

— ¡Soy Émelti, un gusto!

— ¡El gusto es mió! ¡¿Émelti?! ¡Me suena conocido!

— ¡Si ya se!... ¡Escúchame, dirige a todos los jinetes de dragón que puedas al portal, tenemos que bloquear ese acceso de alguna manera... apresúrate!

Dartañan no lo pensó dos veces, se alejó de Émelti, y se dirigió a avisar a todo jinete de dragón que se encontraba. Cuando al fin reunió suficientes, se dirigió al portal con todos ellos, una vez se encontró ahí, Émelti les indico que dispararan al portal. Los dragones de Émelti y los jinetes comenzaron a disparar con todo lo que podían, las ráfagas entraban al portal, matando a todo ser demoníaco antes que saliera de su dimensión, creando de esta manera una gran explosión.

Todos entregaban sus vidas en el campo de batalla, en realidad parecía que tendrían la oportunidad de ganar, a pesar del enorme número de las tropas de Giliam. Los Arlequíes lograban defender su posición, gracias al bloqueo de los dragones, los seres demoníacos dejaron de salir del portal, al menos no en una sola pieza, por otro lado, los ractars, habían acabado con más seres demoníacos de los que cualquiera podría creer. Gracias a la velocidad con la que corrían, era casi imposible que los demonios pudieran atraparlos. Eduard aún seguía del lado sur de la muralla, más sin embargo, él quería llegar a donde se encontraba Giliam, para acabar con esta locura de una vez por todas.

Uno de los demonios se aproximó a Eduard, este, tomo su espada, y corrió hacia él, el demonio trato de cortarlo con su enorme hacha, pero Eduard la esquivo, la bestia intento con su otra hacha, pero está también la esquivó. Eduard, se deslizó entre las piernas del demonio y le hizo un corte muy profundo en la entrepierna, hacinado que el demonio se pusiera de rodillas, en ese momento Eduard le cortó la cabeza. Eduard miró al portal, y entre la gran explosión provocada por los dragones, pudo ver como la segunda fase del portal, estaba por completarse.

— ¡No tenemos mucho tiempo! ¡¿Dónde estás Maguz?! — se decía a sí mismo bastante preocupado.

En la torre de Gorfant, los soldados peleaban contra Fremian, el cual parresia invendible, ni siquiera Maguz lograba hacerle algún daño. Por su parte Krafdal, seguía subiendo y subiendo escaleras, estas parecían no tener fin.

— ¿Pero qué rayos? — se preguntaba Krafdal desesperado —siento... como su no hubiera avan... avanzado nada.

Krafdal miro atrás y adelante, comenzó a examinar la situación, con mucho sigilo, comenzó subir las es caleras nuevamente, y antes de que pudiera subir más, algo raro paso. Al dar su último paso, no subió el escalón, sino que regreso a una parte más baja de las escaleras, como se hubiera retrocedido como ocho pasos. Fremian mando a volar a Maguz hacia las escaleras, y continúo con el resto de soldados.

— Maguz... — repetía Krafdal mientras bajaba por las escaleras para encontrarse con el mago — Maguz...

— Krafdal, ya deberías de estar arriba. — respondió Maguz.

— Sí... solo que hay un pequeño problema... ¿Recuerda el hechizo del bosque cuando me quería escapar, el que solo se podía quitar por el mago que lo emboco?

— ¿El hechizo de bucle de realidad? ¿Qué con él?

— Bueno creo que en esta parte de las escaleras hay uno... no puedo pasar más de esa punto.

— ¿Y ahora qué? — se preguntó Maguz con rabia.

— No hay otra forma de destruirlo.

El mago se quedó pensando unos segundos, hasta que algo llegó a su mente.

— Espera... tengo una idea... escóndete — ordenó Maguz a Krafdal, mientras que él se levantaba nuevamente.                

Arlequia. ( La guerra entre tres reinos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora