Capítulo 26

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―Creo que deberíamos irnos ya ―dijo él, alejándose como si nada pasara, impidiendo que lo bese.

Me quedé sorprendida, no supe qué decir. Había querido besarlo y él prácticamente me había rechazado en la cara, lo mejor en este momento era hacer como si no hubiese intentado hacer nada, disimular.

―Sí, tenés razón. Mañana tenés que seguir trabajando, no quiero que andes hecho un zombie por mí ―dije, intentando ser simpática a pesar de cómo me sentía.

Él solo hizo un intento de sonrisa.

―Saludo a alguien y nos vamos, ¿sí?

― ¿A quién? ―preguntó él.

―Alan, ¿quién más? Ya vuelvo.

―Ya lo habías saludo antes, tenemos que irnos ―dijo, con firmeza.

―Pero recién había llegado, ahora ya me voy. Son solo dos segundos, no seas amargado.

―Si sería amargado no hubiese venido a este lugar con vos ―repuso, medio enojado.

―Está bien, está bien. Ya vengo, en serio ―me acerqué y le di un beso en la mejilla. No sé por qué lo hice pero me nació así. Quiero aclarar que el trago que había tomado era uno de los más grandes que había visto en la vida y equivalía a cuatro o cinco copas normales, quizá eso me dio valor para hacer todo esto.

Fui a buscar a Alan, por suerte como era un lugar chico no se juntaba tanta cantidad de gente y lo pude encontrar rápido. Estaba solo, parado en la barra, pensando o esperando a alguien. Toqué su hombro y se ve que los sorprendí porque dio un pequeño salto derramando la bebida que tenía encima de mi vestido. Sentí como un líquido frío empapaba mi ropa, su cara de vergüenza y de no saber cómo arreglar eso me dio ternura, tanta que casi ni me enojé por lo que había hecho.

―Perdón, perdón, perdón. Qué torpe soy, no me di cuenta. Te pido mil disculpas ―dijo Alan, sintiéndose muy culpable.

―No te preocupes, quizás no fue buena idea de mi parte aparecerme así de repente.

―Me siento tan mal, ¿cómo puedo ayudarte? ―preguntó.

―A no ser que tengas un vestido de mujer para prestarme no creo que puedas ayudarme ―dije, con una risita.

―De verdad lo lamento, no sé en qué estaba pensando que no me di cuenta de que podía manchar a alguien.

―No importa, en serio. Solo venía a saludarte porque con Max ya nos vamos ―dije e hice una seña con un dedo hacia atrás.

―Déjame acompañarte al baño a limpiarte aunque sea ―pidió casi suplicante.

―Está bien, si eso te hace sentir mejor ―reí.

―Lo hace, de verdad.

Sonreí y fui acompañada de él hacia el baño. Se quedó en la puerta y yo me limpié con unas toallas lo que más pude, me di cuenta que así mojado como estaba mi vestido, marcaba todavía más mis partes del cuerpo y fue...incómodo. Salí y lo vi a Alan con su rostro de culpa.

―Alan, ya está. Borrá esa expresión de culpa ―le puse una mano en la mejilla para que se tranquilizara, después de hacerlo me di cuenta de que era muy inapropiado y la saqué rápidamente.

―Tu novio seguro se va a enojar por esto ―dijo mirándome fijo.

― ¿Max? No, no creo. Él me lleva en su auto y cuando llegamos a la casa me cambio, no te hagas problemas.

―Bien entonces, de cualquier forma creo que le hice un favor al tirarte esa bebida encima...

― ¿Qué? ¿Por qué? ―pregunté, sin entender a qué se refería.

Alan

Estaba en la barra tomando un trago, pensando en qué debería continuar haciendo, si debería viajar o quedarme acá, seguir igual que siempre o cambiar algo en mi vida. Inesperadamente, siento que alguien toca mi hombro y cuando me doy vuelta me encuentro con Sarah, a quien había manchado todo el vestido con mi bebida. Quise ayudarla pero ella solo se reía, no parecía en lo absoluto molesta, la acompañé al baño y esperé unos momentos hasta que pudiera secarse aunque sea un poco. Al verla bien me fijé en algo que antes no había hecho, su vestido era bastante ajustado y corto. Mostraba su figura, la cual era muy atractiva, pero al estar mojado se notaba todo más...Su busto se veía más...voluptuoso y su lencería se pegaba a él. Noté que era de color negro, o al menos eso parecía. Su ropa interior parecía de encaje por como destacaba en lo que llevaba puesto. Tragué saliva. Empecé a sentir mucho calor en todo el cuerpo y el corazón palpitando, entre otras cosas. Desvié mi vista hacia el otro lado, tratando de olvidar lo que estaba imaginando y pensé en lo agradecido que debería estar Max conmigo por haberle tirado mi consumición encima a Sarah. Seguramente hoy tendrían una noche muy interesante los dos. Al segundo de formular ese pensamiento sentí una especie de ira repentina, no quería pensar en esa escena ni un poco. Sarah apareció justo a tiempo para sacarme de mis estúpidas reflexiones.

Amantes (En físico y en ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora