Capítulo 27

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―Por nada, olvídate. De nuevo, te pido disculpas.

―Está bien, de verdad. Ya me iba así que...Nos veremos otro día ―sonrió.

―Probablemente y espero que en esa no te tire nada encima ―contesté y habré hecho algún gesto que le resultara gracioso porque se rió.

―Esperemos ―sonrió y se acercó a mi mejilla para dejar un beso. Yo tratando de controlar mis hormonas y ella tan cerca, vamos mal Alan.

―Que te vaya bien y tengas buena noche ―contesté, fue lo único que se me ocurrió decir.

―Gracias, igualmente para vos. Nos vemos ―saludé con la mano y me fui.

Max

Llevaba más de 15 minutos esperando que Sarah apareciera, me estaba volviendo loco. ¿Tanto podía tardar despidiéndose de ese tipo? ¿O se había perdido? No, no lo creo. No es tan grande este lugar. Intenté buscarla con la mirada y nada, no lograba encontrarla. Repentinamente, la veo aparecer entre la gente. A medida que se iba acercando noté algo raro en ella, no sabía bien qué era hasta que se acercó del todo. Su vestido estaba completamente mojado.

― ¿Me podés decir qué te pasó? Casi me vuelvo loco esperándote. "Son solo dos segundos, ya vuelvo". Llevo más de 15 minutos acá ―pregunté, enojado.

―Perdón, no quise hacerte esperar. En serio, discúlpame ―me miró con su carita de lástima pero yo seguía igual.

― ¿Vas a decirme qué te pasó en el vestido o no?

―Bueno, tranquilo. Estaba yendo como te había dicho a saludar a Alan y cuando le toqué el hombro, se sobresaltó, no sé si lo asusté o estaba muy concentrado en sus cosas pero eso hizo que se le cayera su trago en mi vestido y bueno, pasó esto ―contó con lujo de detalles, mientras se tocaba el vestido a modo de demostración.

― ¿No podía tener un poco más de cuidado? Estás hecha un desastre.

―Ok bueno, gracias por el apoyo ―contestó y rezongó.

―Vení, vamos al auto y te cambias en casa de Ana.

―Y sí, ¿en dónde me voy a cambiar? ¿En tu auto?

―Muy graciosa, nos vamos.

Sarah

Efectivamente Max se enojó, tenía sentido pero no era mi culpa. El camino a casa fue en completo silencio, él parecía pensativo. Me hubiese gustado saber qué pasaba por su cabeza en esos momentos. En cuanto llegamos, a pesar de su enojo y rostro extremadamente serio, bajó y abrió mi puerta antes de que yo bajara. Lo miré tímidamente y le sonreí sin mostrar los dientes, estaba nerviosa y no quería que pensara que estaba jugando con él. Deseaba que ya no estuviera más enojado, pero no quería que piense que yo estaba como si nada fingiendo que no me daba cuenta de eso. Entramos a la casa sin decir ni una sola palabra.

―Voy a bañarme ―dije sin mirarlo y empecé a subir la escalera hacia mi habitación.

―Está bien ―contestó él, seco.

Cuando estuve en mi cuarto, me puse a buscar la ropa que iba a ponerme luego de bañarme. Me miré al espejo y me di cuenta de que Max tenía razón, era un completo desastre. El vestido estaba todo mojado y manchado de un color oscuro. ¡La ropa interior se me notaba! ¡Qué horror! Todo el mundo en The Grapes habrá visto el color de la lencería que llevaba, estaba llena de vergüenza. Incluso Max y Alan pudieron haberme visto así, horrible. Me sentía ridícula, sucia, obscena, indecente y con un aroma a alcohol asqueroso. Sentí como mis mejillas se ponían calientes y algo mojado caía por mi rostro. ¿Estaba llorando? ¿En serio? Creo que esta es la primera y última vez que salgo a un bar, por esto mismo no iba a bailar cuando estaba en mi país. Me sentía fuera de lugar, no era yo y todos en esos lugares creían que tenían la necesidad de tocarme sin conocerme solo por usar algo ajustado y corto. Me dan asco los hombres así, si es que se les puede llamar de esa forma. Son simples individuos que solo piensan con lo que tienen abajo y viven para y por eso. Esta noche fue distinta, con Max me sentí cuidada y protegida, pero la había cagado y no sabía cómo arreglar las cosas. Me senté en la cama y sequé mi rostro que en ese momento debió ser algo parecido al de un mapache. Busqué una toallita desmaquillante sin usar que había en la mesita de luz y fui borrando con ella cada partícula de maquillaje que había en mi rostro, después me saqué los zapatos y los dejé en el piso. Me levanté de la cama y mi vestido fue cayendo por el suelo. Llevaba puesta mi lencería favorita, eso era lo único bueno de todo eso. Negra con flores bordeadas del mismo color, con encaje y de mi marca favorita, Victoria's Secret. Amaba toda la ropa de ahí, me hacía sentir sexy y eso me encantaba. No tenía mucho busto pero con eso puesto me hacía ver como si lo tuviera y, obviamente, yo contenta. Me miré, até mi pelo en un rodete desaliñado y entré al baño lista para bañarme.

Amantes (En físico y en ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora