Capítulo 35

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―Bueno, hombre ―me reí y él hizo lo mismo.

― ¿Cómo fue tu día?

―Bien, todo bien. Salí a almorzar a un lugar que me gustó mucho, Balls and Company. La comida también estaba muy rica ―pensé nuevamente en mi beso con Alan pero obviamente no iba a mencionarlo, mucho menos ahora que estamos bien con Max de nuevo―. ¿El tuyo?

―Qué bueno, dejaste tranquilos a los cocineros de Ana por un día al menos ―rió―. Igual que siempre, trabajo y huéspedes que van y vienen.

―Qué malo sos ―le pegué despacito en el hombro―. Seguramente te faltó mi compañía durante el día para que te divierta.

―No, la verdad no. Estuve más tranquilo sin tenerte merodeando por todos lados.

―Reitero, qué malo sos ―hice un gesto con la boca de sorpresa y él se rió.

―Es mentira y lo sabés. Me aburría un poco no verte molestándome por toda la casa.

―Voy a tomar eso como un halago mejor.

―Lo es.

―Ya no te vas a aburrir más porque ya estoy acá para perseguirte por todas partes y molestarte.

―Me encanta que hagas eso ―dijo mirándome a los ojos.

―Gracias, a mí también ―sonreí, sonrojada.

Nos quedamos mirando por unos segundos hasta que Ana vino a decirnos algo.

―Sarah, me sorprendió no verte en el almuerzo de hoy.

―Hola, Ana. Sí, pensé en liberar a los cocineros un poco de mi presencia ―miré a Max sonriendo y él hizo lo mismo.

―Oh, no es molestia linda ―sonrió.

―Muchas gracias, Ana.

― ¿Fuiste a algún lado?

―Sí, recorrí un poco la ciudad. Encontré un lugar llamado Balls and Company y almorcé ahí.

―Qué bien, ¿te gustó?

―Mucho, la verdad me gustó mucho todo ahí.

―Me alegro entonces. Max, te necesito por allá ―miró directamente hacia él―. Nos vemos, Sarah.

―Nos vemos, Ana ―le sonreí y se alejó―. Creo que alguien se tiene que ir a trabajar, ¿no?

―Si me dejan...

―Vaya, vaya. Nos vemos después, Max.

―Eso espero ―contestó y se fue.

Sarah

Max estaba distinto, tenía algo que no sabía describir. Distinto mejor, algo bueno. Debe ser porque ya estamos como antes, seguro son ideas mías. Subí a mi habitación y decidí ordenar un poco mis cosas. La ropa que había usado ayer en la madrugada había quedado arriba de la cama, los zapatos por el piso y el pijama en el baño. Un desorden. Encendí el televisor y encontré Much Music. Mi canal favorito de música, siempre lo escuchaba cuando estaba en mi país. Le subí el volumen ya que había un video que me encantaba, Spaceman de The Killers. Esa banda me gustaba mucho desde que los conocí y tenía 13/14 años, si es que no tenía un poco menos. Empecé a cantar la canción mientras guardaba la ropa limpia en los cajones y lo sucio en el canasto. Me fascinaba hacer cosas con música, me levantaba el ánimo, me hacía feliz. Siempre pensé que ser cantante era mi sueño frustrado, no tengo la mejor voz y por eso soy periodista de verdaderos cantantes, actores, etc. La música me ayudó mucho en ciertas situaciones, me inspiró y me ponía de muy buen humor. No podría vivir sin ella, era una parte muy importante de mí. Creo que Max tenía razón, soy muy cursi. Me reí de mí misma y me puse a bailar una vez ya ordenado mi dormitorio. Todo iba normal hasta que escuché una voz que me sobresaltó.

―Qué bien bailás ―dijo con una sonrisita, recostado en la puerta.

― ¡Max! ¡Pensé que estabas trabajando! ¿Qué hacés acá?

―Estoy trabajando, vine a buscar la ropa sucia de los cuartos. 

Amantes (En físico y en ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora