Capítulo 28

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Max

Cuando encontré a Sarah obviamente estaba enojado porque me había hecho esperar un buen rato, pero la vi toda mojada y me sorprendió. Cuando me contó lo que le pasó, me enojé y estuve todo el camino de regreso a casa de Ana sin hablar. No quería estar así con ella pero tampoco quería que pensara que podía hacer lo que quería conmigo, no va a tenerme cuando ella quiera y cuando se aburra dejarme. No soy un juguete para que ande un rato conmigo y después se vaya con ese tal Alan. De cualquier forma quise asegurarme de que ella estuviera bien, fui hasta su cuarto sin que se diera cuenta y me quedé en la puerta viendo qué hacía y si necesitaba algo. Parecía que estaba todo bien hasta que la vi llorar, pensé en entrar al segundo pero seguramente no quisiera que la viera así. Decidí quedarme afuera y en cuestión de segundos se secó las lágrimas y se quitó el resto del maquillaje. Me sentí muy mal al verla de esa forma, quería ayudarla y hacer que dejase de llorar. No sabía cuál era el motivo pero si alguien le hizo algo malo ya iba a vérselas conmigo. ¿El tal Alan le habrá hecho o dicho algo que hizo que se pusiera así? O quizás ese alguien era yo y al tratarla mal o contestarle cortante se puso así. Soy un completo idiota. Estaba sintiéndome realmente culpable hasta que vi que se sacaba los zapatos y el vestido. Debí haberme ido antes y dejar de mirar, pero no pude. Su pelo estaba recogido en un rodete, mientras que unos mechones caían por su cuello. Por unos segundos imaginé lo que sería besar su piel y noté cómo mi respiración se iba acelerando. Llevaba puesta lencería de encaje que le quedaba demasiado bien. Era negra, pero tenía unas partes transparentes. Para mi mala suerte, las zonas negras eran la mayoría y cubrían todo lo que necesitaba ser cubierto, aunque sus senos parecían a punto de salir. Me estaba volviendo loco. Su vientre plano estaba descubierto, parecía tan suave que en un momento me dieron ganas de entrar a su habitación y hacerle todo lo que ella quisiera que le haga. Su parte trasera me dejaba todavía más sin aliento, sentía que el corazón se me salía del pecho y otra cosa del pantalón. También era negra y de encaje, tenía un diseño que parecían flores. No podía distinguir demasiado porque no estábamos tan cerca, pero sí lo suficiente como para notarme muy agitado como si hubiera corrido una maratón. Igual que la parte de arriba, esta también tenía zonas transparentes y otras completamente negras. Era un conjunto muy delicado y diminuto. Le quedaba pegado al cuerpo pero parecía muy cómodo y era tan pequeño que se le veía piel desnuda alrededor de él. Juro que estaba controlando mis impulsos por entrar a esa habitación y hacerle todo tipo de cosas que ambos quisiéramos. Dejó de mirarse en el espejo y fue a bañarse, cuánto me hubiese gustado estar ahí con ella. Sacudí mi cabeza y traté de calmarme, tenía que fijarme si Jonathan había tenido algún problema con el trabajo, así que me fui y dejé todo como estaba. Pensé en cerrar su puerta que estaba entreabierta cuando llegué, pero si lo hiciera se daría cuenta que alguien estuvo mirándola e iba a sentirse peor. No quería que eso pasara así que decidí dejarla igual que antes.

Sarah

Lo lindo de las duchas es que siempre aclaran mis pensamientos, es un momento que uso también para reflexionar y me hace sentir bien. El agua tibia corriendo por mi cuerpo me relaja y ayuda. Encontré shampoo, acondicionador y cuando terminé, cerré el grifo dispuesta a salir y cambiarme...pero lo que no encontré fueron toallas. ¿Cómo se supone que voy a secarme si no hay nada para hacer eso? Me preguntaba si en algún momento algo va a salirme bien, Dios. Miré alrededor del baño para ver si encontraba aunque sea una sola toalla para envolverme y sí, por lo menos una había. Lo malo fue que no era lo suficientemente grande para cubrir todo mi cuerpo, solo iba a tapar una zona. ¿Qué se suponía que debía hacer? Llamar a Ana, exacto. Salí del baño con la toalla pequeña alrededor de mi parte baja, y arriba intenté esconder con mis manos mi pecho desnudo. Teníamos una campana de servicio de habitación, si la presionábamos sonaba y alguien tenía que ir a ese cuarto a atenderte. Lo hice y casi supliqué que la persona que apareciera en la puerta fuera Ana, yo iba a quedar en ridículo (de nuevo) pero por lo menos iba a ser con ella, una mujer. Se escucharon dos golpes en la puerta y sentí que me congelé de miedo. Respiré profundo, me fijé que todo estuviera lo más agarrado y oculto posible y decidí abrir, no había marcha atrás. Pensé que ojalá hubiese habido una forma de escapar pero no. Era Max. Entre toda la gente que trabajaba ahí, justo él tenía que verme así, aunque pensándolo bien no sé qué hubiese sido peor. Él viéndome semi-desnuda, Ana, Jonathan o algún otro. De todas formas la vergüenza que sentía no iba a irse con ninguno de ellos. Vi que Max se sorprendió y no sabía dónde mirar.

―Yo, este... ¿Pediste servicio a la habitación con la campana, verdad? ―dijo él, confundido.

―Sí, lo hice. Como podrás notar, no hay toallas y no me explico por qué. Me bañé y al salir solo encontré esto ―contesté, un poco enojada e indignada, tratando de señalar la toalla y a la vez que no se me viera nada arriba.

―Lo lamento, siempre nos fijamos que haya toallas suficientes pero se ve que Jonathan lo olvidó.

― ¿Ahora todo es culpa de Jonathan? El pobre chico te ayudó a que salieras un par de horas de esta casa y le echas culpas que quizás no fueron de él.

―Sí, me ayudó a que saliera con vos por si no te acordás. Quizás, si me hubiera quedado, las toallas estarían ahí como debería ser ―respondió, con un tono de voz para nada agradable.

― ¿Ahora es culpa mía? ¿Te obligué a salir conmigo? ¿Es mi culpa que no hagas bien tu trabajo? ―exclamé y al segundo de decir eso último me sentí mal. Había sido cruel y yo no era así.

Amantes (En físico y en ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora