Capítulo 46

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― ¿Eh? No rebusques todo, no hay nada pasando entre vos y yo, pero de igual forma se terminó acá.

―Muy bien, me quedó claro.

―Perfecto. Me voy.

―Adiós.

Recién empezaba este trabajo y ya estaba harta. No sé cómo aguanta Max, siendo sincera. Por un momento volví a acordarme de él, debería ir a verlo, pero al mismo tiempo tenía que ir a la cocina a avisarle a los chefs del menú que quiere Ana para su "invitado especial", más conocido como Alan y su zorra. Bah, qué digo. La zorra vendría a ser yo, ella es la oficial. De solo imaginarlos teniendo sexo me dieron náuseas. Decidí borrar esa imagen mental y me dirigí hacia la cocina. Les dejé el mensaje de Ana y los cocineros se quedaron esperando el famoso menú.

Las horas pasaron y llegó el momento de la cena. Todos comimos en la sala, incluso la rubia y Alan, que de vez en cuando me daba unas miradas que yo, por supuesto, esquivaba. Volví a pensar en Max, terminé de cenar y justo cuando reparo en levantarme para ir a verlo, Ana me dice que tengo que levantar y llevara a la cocina todos los platos de cada uno de los huéspedes. Yo accedo, no me queda otra. Recojo cada plato sucio y los llevo apilados y con cuidado hacia la cocina.

Al terminar, me dirijo hacia mi habitación, rogando por no cruzarme a Ana de nuevo. Mis plegarias son escuchadas, ya que no la volví a ver. Subí a la habitación y entré despacio, para ver a Max durmiendo. Se veía tan angelical y tranquilo. Su pecho subía y bajaba, dormía profundamente.

No quise despertarlo y me fui a dormir a su habitación. Estaba bastante cansada y lo que más quería hacer era cerrar los ojos y estar en los brazos de Morfeo. Si tan solo hubiese sabido lo infernal que iba a ser esa noche...

Resultó ser que la habitación de Max daba con la de Alan y su noviecita, que se la pasaron toda la noche encamándose. Ella gemía como una perra en celo y a él, bueno...A él poco se lo escuchaba a decir verdad, creo que eso en parte me tranquilizó un poco, pero no me dejó pegar un solo ojo en toda la noche.

Ok, me esperaba un largo día. Ojalá no sea tan intenso como el de ayer...Aunque tuvo sus cosas buenas, como el beso con Max. De repente me acordé. ¡Max! Me levanté rápido de la cama y fui hacia su habitación, o sea, mi habitación. Di unos golpecitos en la puerta y desde adentro se escuchó un "adelante". Entré.

―Buenos días, señorito. ¿Cómo se siente hoy?

―Bastante mejor, siendo sincero. Lo que no recuerdo es cómo terminé acá.

Ok, ¿qué? Me está haciendo un chiste, claro que sí.

―Muy gracioso, Max.

―Hablo en serio, Sarah. ¿Cómo es que terminé en tu habitación?

Es cierto, no se acuerda de cómo llegó a mi cuarto, quiere decir que no se acuerda de nuestra charla y tampoco se acuerda de nuestro beso. Eso duele y mucho, pero tengo que disimular. Culpa suya no es.

―Resulta que estabas con fiebre y yo te traje acá, eso es todo.

― ¿Y por qué no estoy trabajando? Dios, debo estar más que despedido ―se levanta lo más rápido posible.

―Ey, tranquilo. Con calma, yo te reemplacé.

― ¿Hablas en serio? ―pregunta, incrédulo.

―Sí, lo hice. Fue más duro de lo que esperaba, si tengo que decirlo. Así que ahora te admiro un poco más.

―Wow, muchas gracias Sarah. Te debo una enorme.

―No hay de qué, Max.

Traté de poner mi mejor cara y decir lo justo y necesario para que él no se sintiera incómodo o sintiera que me debía una explicación o algo por el estilo. De verdad no se acordaba de nada y quizá eso era lo mejor...

Max se levantó, me agradeció nuevamente y se fue disparado hacia abajo.

Yo por mi parte, fui a dar un paseo por la ciudad. Caminé un par de horas mirando los lugares para comer y las tiendas de ropa. Entré a una porque me llamó la atención un vestido color coral, me pareció hermoso y no me resistí a entrar.

En un momento que dejo de mirar el vestido dentro, veo que Alan está en la misma tienda. Yo no sé si esto es joda o me quieren arruinar la vida. Ugh, encima está tan lindo.

Lleva una camisa azul con los primeros botones abiertos y un pantalón blanco que le queda tremendamente bien. Sin darme cuenta, me muerdo el labio y me quedo embobada mirándolo. Tan así, que se da vuelta y me mira. Dios, qué vergüenza. Miro para otro lado, intentando disimular. 

Amantes (En físico y en ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora