Capítulo 8

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― ¿Qué pasa? ―preguntó ella.

―Después de toda nuestra larguísima charla todavía no sé tu nombre ―dije.

― ¡Tenés razón! Ni yo el tuyo. Mi nombre es Sarah.

―Me llamo Alan.

―Ahora sí, no te hago demorar más. Un gusto conocerte, Alan.

―Gracias a vos. No hay apuro, igualmente Sarah.

Sarah

Reí con él y nos saludamos con el típico "cheers" que caracteriza a los ingleses. Con la dirección en mano me dirigí hacia la casa donde iba a hospedarme. Nerviosa, ansiosa y sobre todo feliz por estar en la ciudad que tanto quería conocer cuando era niña. Caminé un poco y la encontré. Di unos pequeños golpes en la puerta y a los segundos, una señora con una gran sonrisa en su rostro la abrió.

―Hola, soy Sarah. Yo hablé con usted para hospedarme durante un tiempo acá. Soy de Argentina ―dije con una sonrisa.

―Hola, un gusto. Mi nombre es Ana. Encantada de conocerte. Si necesitas algo no dudes en pedírmelo ―dijo amablemente.

―Igualmente para mí. Muchas gracias ―sonreí.

―Vamos adentro, hace un poco de frío. Adelante ­―sonrió.

Entré a la casa y era muy acogedora. El ambiente era familiar y no hacía nada de frío allí dentro. Tenía cuadros de paisajes colgados en las paredes, algunos de caballos y otros de flores. Había mesas con personas sentadas en ellas conversando, riendo y tomando té con scones. Creo que podría acostumbrarme bastante a vivir acá.

―Él va a ayudarte con tus maletas ―dijo Ana señalando al joven que se encontraba a su lado.

―Muchas gracias ―dije y sonreí.

―Encantado de ayudarte. Mi nombre es Max ―dijo el chico extendiendo su mano a modo de saludo.

―Un gusto. Mi nombre es Sarah ―dije y tomé su mano apretándola suavemente.

Max agarró mis maletas, subimos las escaleras y me guió hasta el cual sería mi cuarto. Era lo suficientemente grande para mí. Tenía una cama, un baño, un armario, televisión y un par de cuadros de amaneceres colgados en la pared. Era perfecto. Siempre me encantó ese tipo de cuadros. Había decorado la habitación de mi casa en Argentina de esa forma y de repente, me sentí como si estuviera allá.

―Acá te dejo las maletas. Que disfrutes tu estadía ―dijo Max con una sonrisa de costado.

―Muchas gracias ―sonreí y vi como él se retiraba de mi cuarto.

Amantes (En físico y en ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora