―Necesito que vayas a la habitación 15 y cambies la ropa de cama, la dejes en la lavandería y les digas a los cocineros que tenemos un invitado especial que atender. Yo después te pasaré el menú para dárselos a ellos.
―Entendido, Ana. Con permiso.
Creo que prefería la versión amable de Ana, la hospitalaria y sonriente, no la seria y petulante jefa. Pobre de Max, y de Jonathan...y de todos los que trabajan acá.
Dejé mis pensamientos de lado, y fui hacia la habitación número 15, tal y como me lo dijo Ana. Golpeo suavemente la puerta y escucho ruidos de personas dentro, algo así como gemidos. Sí, qué oportuna Sarah. Dios, qué vergüenza. Y pensar que eso no fue lo peor...
Al abrir la puerta veo a un hombre con la camisa blanca desacomodada y un tanto abierta, la corbata suelta alrededor del cuello y los vaqueros sin el cinto. Para mí mala suerte, ese hombre era Alan. Con una rubia en su cama, probablemente la rubia de la foto de su celular. Seguramente su novia.
― ¿Quién es, amor?
Ugh, "amor". Si supieras que ya sé cómo besa tu "amor". Nos quedamos por unos segundos mirándonos, hasta que él habló para contestarle a la rubia.
―Servicio, cariño.
"Servicio" y "cariño". No sé cuál de las dos palabras me molestó más, agh.
―Hola. Vengo a cambiar la ropa de cama.
― Hola, Sarah. ¿Puedo preguntar qué estás haciendo?
―No te importa lo que hace el servicio ―respondo cortante.
―Wow, tranquila. ¿Qué querías que dijera?
―Nada. ¿Podrías dejarme sola así cambio tus sábanas?
―Me gustaría más que me cambiaras a mí.
― ¿Me estás jodiendo? Estás con tu puta novia teniendo sexo ¿y venís con tus palabritas de mierda a ver si caigo de nuevo? ¿Cuál es tu puto problema?
―Está bien, tranquila. Tenés razón.
Dios, me pone de malhumor. Se fue y escuché cómo le decía a la rubia que debían retirarse para que yo, el servicio, le dejara la cama impecable para cuando hagan el amor de nuevo. Aunque claro, no dijo todas esas palabras. Ni siquiera alegó nada sexual, pero eso fue lo que mi mente pensó.
Segundos después, apareció la rubia junto a él y ambos salieron del cuarto. Ella me fulminó con la mirada y yo rodé los ojos. Él la tomó por el brazo con delicadeza y me miró fijo, yo esquivé su mirada y cerré la puerta.
Me acerqué a la cama, sacando todo lo viejo y amontonándolo en un rincón del cuarto. Abrí el placard para sacar las sábanas limpias, donde Ana me había dicho que estaban y las coloqué. Me sentía patética haciéndoles la cama donde iban a revolcarse de nuevo, pero me recordé que de esta forma ayudaba a Max. Suspiré, acomodé todo un poco, abrí la puerta y me fui. Tenía ganas de cerrarla con un portazo, pero no. Decidí comportarme y ser profesional.
Llevé la ropa a la lavandería y me lo encontré a Alan, otra vez. Ugh, ¿es que en todos lados iba a estar?
― ¿Estás siguiéndome? ¿No hay otros lugares para estar?
―No estoy siguiéndote, solo estaba esperándote.
― ¿Para qué? No tenemos nada de qué hablar.
―Quería disculparme. Por mi comentario. Estuvo mal y fuera de lugar, lo lamento.
―Sí, coincido con vos. Fue desubicado, sabiendo que te habías acostado hace minutos con tu novia.
―Te pido una disculpa.
―Bien, da igual. Como sea, tengo que irme a seguir trabajando.
Tiré las sábanas al lavarropas y me fui, pero él tomó mi brazo y me detuvo.
― ¿Y ahora qué?
― ¿Estamos bien? ―pregunta.
―No estamos nada, no estamos directamente. Fin.
―Lo preguntaba de verdad.
―Y yo también lo digo de verdad. Terminemos con esto.
―Entonces querés decir que hay algo entre nosotros.
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Amantes (En físico y en ebook)
RomanceUna historia sobre un amor prohibido, un pecado para muchos. En el mundo hay demasiada controversia acerca de la infidelidad. Algunos opinan que no está mal si en la relación en la que te encontrás no te hace feliz y otros que si estás con alguien y...