Capítulo 38

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―Vos porque no la viste usando esto, tacos altos y los labios rojos ―dije señalando el vestido que tenía en la mano.

― ¿Ella usó esto? ―preguntó Jonathan, ¿sorprendido?

―Sí y no sabés lo bien que le quedaba.

―Bueno, limpiate la boca que se te está cayendo la baba.

―Dejame en paz ―me reí―. Basta de hablar de eso, ¿qué es lo que quería Ana?

―Hoy va a venir alguien. Tenemos que dejar todo preparado, limpio y ordenado.

―Siempre viene alguien y siempre se va alguien.

―Ya sé, pero parece que es una persona importante o no sé. Ana estaba como más...insistente cuando me dijo esto.

― ¿Será algún famoso? Oh, dios no. A veces nos tocan algunos que son insoportables ―rezongué agarrándome la cabeza.

―Tranquilo, amigo. Esto no es un hotel cinco estrellas, es solo bed and breakfast.

―Lo sé, pero hay algunos no tan excéntricos que vienen con parte de su familia y eligen algo como esto para no ser acosados por los fans.

―Sea lo que sea tenemos que poner nuestra mejor cara, Max. Como siempre lo hacemos.

―Tengo que admitir que tenés razón, de vuelta al trabajo compañero.

Sarah

Ahora que mi dormitorio estaba completamente ordenado, me acosté en la cama y empecé a cambiar de canal hasta que sentí un ruido raro. Era mi estómago, una vez calmada vino el hambre. Me fijé la hora en el televisor, cuatro menos cinco. Casi preparados para el five o'clock tea, es decir, la merienda. Estaba deseando bajar y comer uno de esos cupcakes de chocolate que hay acá. De solo pensarlo se me abrió más el apetito. Y sí, soy una amante de lo dulce. Bajé y vi que las mesas ya tenían puestos sus manteles blancos. Había tazas con las teteras al lado, macarrones, sándwiches, masitas y mis amados cupcakes. Esta vez quise tomar un café con leche, hacía mucho tiempo que no tomaba uno y me encantaba. Busqué la cafetera pero no la encontré, ¿no habrá café? Tenía vergüenza de preguntar y quedar como ignorante así que pensé en ir a preguntarle a Max. Si quedaba como ridícula al menos era con él y no con otra persona. Me acerqué a la cocina y me lo encontré hablando con los cocineros y otros empleados.

―Buenas tardes ―saludé a todos, ahí estaba Jonathan. Qué vergüenza.

―Hola de nuevo ―dijo Max―. ¿Me extrañabas tanto que viniste a buscarme? ―bromeó y reí.

―Hola, tonto. Sí, fue eso. ¿Cómo te diste cuenta?

―Lo vi en tus ojos.

―Sisi, como digas. Vengo a preguntarte si tenés café porque no encontré en la mesa.

―Esperame un segundo ―respondió y se puso a revisar su bolsillo haciendo como que buscaba el café. Se me escapó una risa―. No, sabés que acá no tengo.

―Sos un tonto, en serio ―dije riéndome.

Max sonrió.

―Te puedo ofrecer esta cafetera con una condición.

―A ver, decime y lo pienso.

―Que me aceptes un café.

Me reí.

―Pero es justamente lo que te estoy pidiendo.

―No, yo me refiero afuera de esta casa. Un día de estos, en alguna cafetería.

―Oh, entiendo. ¿Vos decís que vayamos juntos a desayunar?

―O a merendar. ¿Te parece?

―Sisi, me parece. ¿Cuándo sería?

―Em, tendría que arreglar eso porque ahora vamos a estar más ocupados acá. Entre nosotros...alguien aparentemente famoso viene para acá y Ana está bastante intensa con eso, al menos eso me dijo Jonathan.

―Oh por dios. ¿En serio? ¿Quién? Quizá pueda hacerle una entrevista o algo. ¡Qué emocionante!

―Wow wow wow, con calma. No sabemos quién todavía o por lo menos Ana no nos lo dijo. Igual no nos cambia mucho a nosotros, siendo sincero.

―Tenés razón, mejor me calmo. Gracias por contármelo y por el café ―agarré la cafetera, sonreí, le di un beso en la mejilla y me fui.

Max

Me preguntaba quién sería esa persona que iba a venir. Esperaba que sea alguien amable y no tan conocido...o no tan insoportable. ¿Sería mujer? ¿Sería hombre? Me vendría bien que sea mujer y de las que me gustan así dejo de estar atrás de Sarah al menos ese tiempo. Pareció que la llamé con la mente, porque mientras estábamos con Jonathan informándoles las novedades a los cocineros, ella aparece por la puerta saludando a todos y se acerca a mí pidiéndome café. Bromeamos un rato y en ese momento se me ocurrió invitarla a una cafetería en algún lugar de Londres. Ella aceptó pero no fijamos día ni horario porque se me escapó decirle que va a venir alguien probablemente famoso a esta casa y vamos a estar muy ocupados. ¿Para qué lo hice? Se puso casi a gritar toda emocionada, fue adorable pero tuve que disimular y calmar su euforia. En cuestión de segundos, me agradeció, agarró la cafetera, me dio un beso en la mejilla y se fue. En ese momento me hizo latir el corazón más fuerte de lo normal, ahora acordarme de ella corriendo con la cafetera encima me hace reír.

― ¿Qué fue eso?   

Amantes (En físico y en ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora