Capítulo 14.

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El sábado siguiente no vi a Harry; de hecho, apenas me había despedido de él la noche de la fiesta, cuando llegué a casa cerca de las tres de la madrugada. Me sentía aún media enferma, como si hubiera comido o bebido algo que me enfermó de una manera drástica y rápida. Con Emma y Zayn tampoco había hablado. Aquel nublado sábado ni siquiera salí de casa y me dormí más temprano de lo normal.

*

Me desperté al sentir algo pesado por encima de mi cuerpo. Abrí los ojos y vi una oscura silueta por encima de mí, por lo que no atiné a más que ahogar un grito y patalear hasta que el tipo cayó de la cama con un duro golpe. En seguida encendí la lámpara del velador. Harry estaba sentado en el suelo frotando su brazo. Recogí mis piernas y las abracé, asustada aún y recordando lo del viernes anterior.

—¡Harry! —susurré—. ¿Qué mierda haces aquí?

—Yo... um, yo quería disculparme por lo que pasó en la fiesta de Emma el viernes.

—¿Y no podías llamarme? ¿O al menos esperar a que fuese de día para tocar el timbre como una persona normal? —tomé mi celular y revisé la hora—. ¡Harry, son las cuatro de la madrugada!

—Lo siento, no podía dormir sabiendo que había cometido un grandísimo error contigo.

—¡Dios! —llevé mis manos a mi rostro y comencé a ralentizar mi respiración. Al menos, era Harry quien se había colado por mi ventana y no un ladrón o un pervertido de cuarenta años—. Me diste un susto horrible. No vuelvas a hacerlo. Además, mis padres están durmiendo en la habitación de al lado. ¿Te imaginas te hubieran visto subir?

—Bien, bien, lo siento —murmuró poniéndose de pie, pero sin levantar la vista del suelo—. Puedo irme si quieres.

No dije nada. Me quedé observándole. La tenue luz amarilla de la lámpara resaltaba el contorno de sus labios y de su mandíbula al mismo tiempo en que oscurecía su mirada y me prohibía ver por completo el color de sus ojos. Su nariz estaba colorada, quizás por el frío que debía hacer afuera, y su cabello recaía sobre su frente despeinado. Me preguntaba cuántas chicas le habían visto de esta manera tan vulnerable en su vida.

Me hice a un rincón en la cama y palpé el lugar vacío.

—Ven aquí —susurré.

Me miró incrédulo por un segundo, pero en el siguiente instante ya estaba sonriendo y deshaciéndose de sus botas y abrigo. Apagó la luz de la lámpara y se recostó a mi lado, causándome inmesos escalofríos por la falta de calor en su cuerpo. Le abracé desde la cintura, apoyándome en su pecho, al momento en que sus manos jugaban con mi cabello y acariciaban mi rostro. Cerré mis ojos involuntariamente, pero sin tener sueño realmente. Sentir el aroma fresco de Harry me hacía tener ganas de quedarme de esta manera por siempre.

—Seguramente ya no te sientes cómoda conmigo —musitó unos momentos después.

—¿Por qué lo dices? —le abracé con más fuerza como una prueba de que se equivocaba.

—Me porté como un cerdo.

Me quedé en silencio. Mis ojos volvieron a abrirse, y todo lo que podía ver eran las imágenes de Harry queriendo desnudarme en contra de mi voluntad. Solté un suspiro casi eterno antes de hablar.

—No importa. Ya pasó. En todo caso, no me siento incómoda. Me gusta poder estar de esta forma sin hacer absolutamente nada.

—A mí igual —suspiró.

—Hay cosas que pueden esperar.

—Ahora lo sé.

Me acomodé aún más cerca de él, con mi nariz aspirando el aroma de su cuello y mis labios a pocos milímetros de éste. Me gustaba poder apreciarlo de aquella forma sin llegar a nada más. Estaba actuando como una niñita de doce años al tener a tal hombre dentro de la cama y ni siquiera tener las intenciones de devorármelo sexualmente, pero no sentía que fuese necesario, ni menos en tan poco tiempo.

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