Capítulo 18.

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Al sábado siguiente, tal como Emma lo prometió, me fue a buscar en el Cooper de su mamá. Ni siquiera hubo un hola antes de que acelerara lejos de casa en dirección a algún lugar. Ibamos en un silencio que comenzaba a consumirnos y yo no dejaba de morder mi labio inferior, impaciente por que alguna comenzara a decir algo. Podía sentir la tensión emerger sobre todo mi cuerpo justo antes de decir:

—¿Qué ocurre, Emma?

—Por Dios, Scarlett —tarareó—. Me has preguntado toda la semana lo mismo.

—Porque apenas me has hablado. Es como si me evitaras por completo. Debo admitir que me sorprendió que siquiera pasaras por mí hoy.

Emma simplemente resopló en el mismo instante que tensaba sus dedos alrededor del volante hasta el punto de poner sus nudillos blancos. Yo no hice más que resoplar y soplar mi cabello fuera de mi rostro.

—No ha sido mi mejor semana, ¿sabes? —murmuró luego de unos minutos.

—Pues no —respondí bruscamente—. No lo sé, porque ni siquiera has sido capaz de decirme qué tienes últimamente en la cabeza.

Los siguientes momentos fueron de extremo silencio. Incluso temí que Emma se haya enojado lo suficiente como para no volver a hablarme por al menos dos horas. Me decidí a mirar el paisaje lleno de edificios y tiendas para intentar tranquilizarme.

—Es sólo que... —comenzó a musitar—. No creo que Harry sea bueno para ti.

Puse mis ojos rápidamente en ella. No podía creer lo que acababa de decir. ¿Cómo es que siquiera había llegado a esa ridícula conclusión? Recuerdo perfectamente que fue ella quien estaba feliz de que Harry y yo estuviésemos juntos; era como si lo desease con el alma.

—¿Qué? —susurré.

—Estuve hablando con Zayn y...

—Detén el auto —la interrumpí poniendo una mano sobre el volante.

El Cooper frenó en seco. Por suerte no había nada de tráfico por estas calles. Podría simplemente haberme bajado del auto o seguir como si Emma no hubiera dicho nada, pero la verdad es que lo que acababa de decir me molestó quizás más de lo que debía.

—Llévame a casa —sentencié.

—Scar... —Emma me dio una mirada suplicante, mas la ignoré.

—Quiero ir a casa.

Emma obedeció. En otro largo y tormentoso silencio, fuimos con destino a mi casa.

*

Una vez que llegamos, entré en casa con paso acelerado, hecha una furia y queriendo millones de explicaciones. Emma entró detrás de mí.

—Por favor, Scar...

—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? —exclamé—. ¿Cuál es tu maldito problema, Em?

—Simplemente puede que Harry no te convenga.

—¿Ah, sí? —me crucé de brazos—. ¿Y cómo fue que llegaste a ese fin?

—Zayn me dijo...

—Por favor, dime, ¿desde cuándo que eres tan amiga íntima de Zayn que opinas sobre un tema que ni siquiera les concierne? No te entiendo. Primero me dices que Harry y yo somos el uno para el otro mientras que Zayn tiene pinta de delincuente y no quieres que siquiera le mire. Y ahora me dices que debo alejarme de Harry porque justamente Zayn te lo dijo.

—¿Podrías dejarme hablar? —gritó—. ¡Tú no lo entiendes!

—¡Tienes razón! —alcé las manos, exasperada—. No te entiendo, y te lo acabo de decir. ¿Te digo una cosa? Toda esta mierda me hace pensar que sólo estás celosa. Sólo tú puedes juntarte y compartir con chicos y no soportas la idea de que Harry y Zayn se hayan acercado a mí en primer lugar. Quieres hacer lo que sea para alejarlos de mí y convertirme nuevamente en tu puta sombra, ¿no es así?

—¡Es mentira! —estalló en un mar de lágrimas—. ¡Tú sabes que es mentira!

—¿Ah, sí? —reí con sarcasmo—. Por favor, Emma, te conozco.

Emma se quedó en silencio, inhalando y exhalando profundamente para dejar de llorar. No eran muchos los momentos en que la veía de aquella forma, y era por eso que cuando lo hacía, sabía que en serio estaba afectada. En otras circunstancias hubiera corrido a consolarla, como siempre, no obstante esta vez era diferente y yo la había hecho llorar. Sabía que debía arrepentirme y disculparme, pero la rabia me había cegado por completo.

Emma caminó hacia la puerta con intenciones de irse, no obstante se dio la vuelta y volvió a dirigirme una última mirada. Luego, con voz marchita y débil, dijo:

—Al parecer, no me conoces lo suficiente.

Y se marchó, dejando el sonido de un portazo como su último golpe hacia mí.

Llevé mis manos hacia mi rostro en el momento en que me lanzaba al sofá a analizar lo ocurrido recientemente. Todo parecía no haber pasado en realidad; fue simplemente mucho en muy poco tiempo. Ni siquiera me di el tiempo de escuchar a Emma.

Después de todo, Emma nunca pareció escucharme a mí.

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