Capítulo 31.

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Lo siguiente que fui capaz de percibir fue algo parecido al zumbido de una abeja volando cerca de mi oído. Cerré los ojos con fuerza, no haciendo más que preguntarme qué diablos había pasado. Intenté tomar un profundo respiro para ahuyentar las secuelas de lo que parecía haber sido un terrible mal sueño, pero mi cuerpo no pudo efectuar un sólo movimiento y todos mis músculos dolían, sin contar el punzante latido de mi cabeza. Abrí los ojos de un golpe. Nada era un sueño. No había nada a mi alrededor, a excepción de una luz fluorescente que seguía zumbando en el techo. Gemí y en seguida sentí la garganta áspera y amarga. Todo comenzaba a verse borroso nuevamente, lo que me estaba desesperando horriblemente. Bajé la vista hacia mi cuerpo, atado a una silla. La sangre salpicada en mis jeans y camiseta. Cada sensación venía con más retraso e intesidad que otra, y en seguida sentí un frío recorrer mis brazos y cuello, al mismo tiempo en que el sudor amenzaba con empaparme por completo.

¿Cómo mierda había llegado hasta aquí?

El chirrido de una puerta retumbó con tanta fuerza en mis oídos que provocó un estremecimiento en mi débil cuerpo. Quise voltearme para ver de quién se trataba, pero mi cabeza seguía doliendo tal como si hubiesen metido una mano en ésta y revolviesen mis sesos.

—Te preguntaría cómo estás —habló una voz—, pero la verdad es que no me interesa.

Me costó un poco reconocer aquella gravedad en la voz, pero después de un momento fui capaz. Harry. Era casi increíble que ahora sonara tan repugnante que me causaran ganas de vomitar. Sentí sus pasos caminar cada vez más cerca, hasta que finalmente lo vi. Se detuvo justo frente a mí. Llevaba un bate de béisbol descansando en sus hombros, con sus manos colgando de éste. La sonrisa socarrona que aparecía en su rostro parecía jamás haberse desvanecido desde la última vez que lo vi antes de despertar en este lugar. El contraste de luces y sombras escalofriantes de la habitación hacía creer que sus ojos ya no estaban en su lugar. Su cabello caía revuelto por los costados de su rostro y su frente. Podría haber pensado que estaba exhausto si no fuese por el aire de burla que traía consigo.

—Sácame de aquí —musité apenas.

Apenas las palabras se deslizaron por mi boca, tuve la urgente necesidad de toser debido a la amargura de ésta. 

—Lo deseas, ¿cierto? —rió.

—Tú no eres Harry —susurré.

Esta vez una carcajada de su parte hizo eco en el lugar. Se acercó con paso lento hacia mí hasta ponerse de cuclillas. Ahora nuestros rostros estaban casi a la misma altura. Quise correr mi cara, pero mi cabeza seguía ardiendo.

—Estás equivocada —dijo—: el Harry atento y simpático que conociste... ése no era yo. Y no tienes idea de cuánto me alegra dejar de fingir.

—Me das asco.

—No pienses ni por un segundo que me harás llorar, idiota —rió otra vez, menenando su índice frente a mis ojos.

—¡Te odio, te odio, te odio, hijo de puta! —pude gritar por fin.

Mis ojos escocían, amenazando con dejar salir todas las lágrimas que sentía la necesidad de derramar. Pero Harry pareció no inmutarse por mis palabras mientras se ponía de pie. Tomó el bate con fuerza y se dio impulso antes de sentir un infernal dolor en mi brazo izquierdo. La punzada se expandió por todo mi cuerpo con una velocidad tremenda. Me golpeó otra vez. Yo no podía dejar de llorar, esperando despertar pronto de esta pesadilla.

—¡Te suministré cloroformo, te drogué inconsciente y aún así no te callas! —rugió.

No dije nada. Sólo estaba en condiciones de llorar y lamentarme el haber vuelto a caer en su juego. Me sentía como una estúpida. Aunque, la verdad, era una estúpida. Cerré los ojos y mordí mi lengua para evitar gemir otra vez. Estaba siendo sumida en la vergüenza y asco que yo misma comenzaba a tenerme.

Ni siquiera drogarme puedo hacer bien.

La puerta se volvió a abrir, causando el mismo efecto anterior en mis oídos. Nuevamente pasos lentos que me llenaban de incertidumbre hacían eco por la sala. Vi cómo la silueta se paseaba por la oscuridad, justo por donde la luz no alcanzaba a llenar. La sonrisa de Harry desapareció en el instante en que la puerta se abrió e inclinó su cabeza en forma de saludo. Debía de ser alguien muy importante si había logrado que Harry repentinamente se viera tan sumiso.

—Ya te divertiste suficiente, Styles —dijo la voz.

No era nadie que haya reconocido. Su voz ronca y rasposa parecía ser producto de cajetillas y cajetillas de cigarrillos, lo que me hizo temer aún más. La silueta finalmente salió de las sombras. La misma sonrisa que Harry llevaba diez segundos atrás era parte de aquel rostro. El tipo no representaba más de cuarenta años, con el cabello negro revuelto y una barbilla que llevaba lo que parecían días sin afeitar.

—Pequeña, pequeña Scarlett —resopló.

—Sácame de aquí —pedí rápidamente—. No sé qué es lo que quieres, pero te aseguro que yo no puedo dártelo.

Ladeó su cabeza y me miró como si fuese algo detestable a su visión.

—Si no sabes lo que quiero, ¿cómo puedes saber que no puedes dármelo? Eres tan tonta...

Sus ojos se posaron en Harry. Incluso en ese estado noté cómo su cuerpo se tensaba.

—Es hora —dijo—. Llámalo.

Harry asintió sin decir nada más. En seguida sacó su celular de su bolsillo y marcó un número. Estábamos ambos en silencio, atentos a los movimientos de Harry. Unos momentos después, alguien pareció contestar del otro lado y Harry habló.

—La presa entró a la cueva. Misión cumplida, Malik.

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¿Y? ¿Qué les pareció el capítulo de ayer? Se me había olvidado decirles que si leen el capítulo 30 mientras escuchan My Songs Know What You Did In The Dark, de Fall Out Boy, la adrenalina es más grande, jijiji.

Y, obviamente, espero que voten y me cuenten sus opiniones de este capítulo, MUAJAJA<3.

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