CAPITULO VEINTIOCHO

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Fuimos a una plaza comercial, como era de esperarse nos dirigimos allá en taxi.

No me subiría a su moto ni de broma, aún no quería morir.

La plaza del centro de la ciudad era enorme, tenía toda clase de tiendas, desde especializadas en la confección, hasta tiendas donde vendían por mayores.

Desde luego no asumí que subiríamos  a las plantas altas dónde está lo mejor de la costura.

No tenía suficiente dinero para comprar ese tipo de ropa.

Pero tampoco pensaba quedarme en las tiendas del fondo de la plaza, donde vendían prendas al 2x1.

Subimos por el elevador de cristal hasta el tercer nivel de la edificación.

El lugar era limpio y alumbrado, con un gran tragaluz en forma de bóveda en el centro.

Esa plaza era la más grande de la ciudad y al estaba todo tiempo de comercios.

― Mis padtes tuvieron su primera cita ahí ― Dije señalando un lugar de juegos mecánicos y demás.

― ¿No es muy barato para dos chicos de las mejores familias del país?

Me encogí de hombros.

― También me parece un horrible lugar para una cita ― admiti ― pero si a ellos les gustaba... ―rodé los ojos pensándolo ― No hay nada que hacer.

Me detuve a mirar el lugar, estaba lleno de luces de colores por los diferentes juegos.

― Papá me contó muchas veces como fue su historia ― Sonreí de lado ― Fue como un cuento de hadas.

― ¿Hablas de tus verdaderos padres?

Le miré sorprendida.

― Se que dos hombres no pueden tener una hija ― rodó los ojos ― Así que sé que eres adoptada  ― parecía irónico ― Conoces a tus verdaderos padres ¿No? De ellos es de quienes hablas.

Había sido muy descuidada con él. ¿lo sabía? Definitivamente presentía algo.

― ¿Ellos te dejaron por que eran pobres? — preguntó mirando también el lugar de juegos.

En mi interior, estaba aliviada.

Nunca había tenido amigos, nadie más que Fred y Alex, y ellos sabían la verdad. Pero no pensé que el notaría que llamaba padre y madre a mis progenitores y papá a los que me adoptaron.

― No ― negué ― creyeron que era lo mejor para mí.

― ¿Y tú qué crees?

― Odio no tener mi verdadero lugar, pero ― lo pensé, dudé, me quedé callada unos segundos ― Me gusta tener a una familia que se preocupa por mi, que me cuida, y que dejaría su trabajo por irme a ver a una competencia.

Sonreí con tristeza.

― Son cosas que mi madre jamás ha hecho.

― Así que es a tu madre biología a la que quieres enfurecer.

Le miré con una sonrisa. Si seguía hablando el llegaría a la verdad.

― Mejor vayamos a comprar esa ropa que tanto quieres que use.

Su sonrisa se amplió más.

― Te verás hermosa.

Claro que esperaba ropa corta. Desde luego no fue una sorpresa cuando salí del vestidor con un short negro de tela, era muy corto, además de unas mayas negras reticuladas y un cinturón negro. El eligió una blusita escotada en la parte de la espalda, pero también me dijo que podía usar una chaqueta negra si quería cubrirme. Desde luego dije que si. Y aún así, el resultado era algo llamativo 

¡No La Traten Como Princesa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora