CAPITULO TREINTA Y DOS

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El sonrió, creyó que era una broma. Cuando me vio sería dejó de creerlo y su sonrisa desapareció.

― Hablas en serio.

Su afirmación iba a compañada de sorpresa.

Asentí.

― Imposible.

Su respuesta fue corta y sencilla. Se negó completamente.

― ¿Por qué?

― Por muchas razones ― sonrió, supongo que no supo como reaccionar así que solo sonrió  ― Una chica y un chico no pueden vivir solos.

― Ni en un millón de años pasará algo entre nosotros.

― ¡Lo sé! ― exclamó con obviedad. En ese memoneto yo era quien estaba seria y tranquila ― Pero eres famosa, tarde o temprano lo sabran, y eso no es bueno para ninguno, mucho menos para ti.

Me encogi de hombros ― nadie lo ha sabido hasta ahora.

Suspiro masajeando sus cienes. Entendí que estaba exhausto y enfermo así que obte por dejar la conversación para otro momento.

― Hablamos mañana, descansa.

Cerré la puerta de su habitación sin esperar respuesta.

Me acosté en el sofá, realmente pensé en lo que le había dicho.

Siempre he sido una persana razonable. Pienso las cosas muchas veces antes de tomar una desicion. Veo en que ME beneficia y en que ME afecta.

Suspire y cubri mi cara con mis palmas.

Si me mudo con el pagaremos solo la mitad de renta, puedo vender mis muebles y conseguir más coronas. Después de todo no estaré aquí mucho tiempo, no necesito nada de eso. No tiene por que ser malo. La única desvantaja sería, evidentemente, que algun reportero lo descubriera.

Sería el escándalo del siglo. Nadie hasta ese momento sabía que vivía en ese lugar, me había encargado de mantener mis salidas y entradas del edificio muy bien planedas.

La mayoría que vivía ahí trabajaban muy temprano y regresaban por la tarde, cuando yo me iba ellos ya no estaban, y cuando regresaba estaban en sus departamentos.

El hecho de vivir ahí ya era por si mismo escandaloso sabiendo que vivía frete a mi novio quien vivía solo también... Pero vivir con él...

Era mucho más que escandaloso. 

Pero el que no arriesga no gana ¿no?

Por la mañana, me desperté al escuchar mi teléfono sonar. Me gire en mi lugar dejando sonar la música.

― ¿Quién diablos pone música clásica de alarma?  

Aquella pregunta me despertó de inmediato de mi sueño. Me había quedado dormida en el sofa de la sala del pelinegro.

Sonreí cuando lo vi  parado a mis pies. 

―  Es chopin.

Solo negó y regreso a la cocina. El estaba preparando el desayuno.

― Regresa a tu casa.

Infle mis mejillas y me levanté. tome el teléfono y apague la alarma. 

― ¿Te encuentras mejor?

― Si, una fiebre no puede conmigo.

Sonreí y Asentí. Regrese a arreglarme para salir a la preparatoria.

Como el grupo había ganado en puntos en el evento deportivo, teníamos un día electivo din clases, habíamos elegido todos esta semana ya que habría suspensión el jueves, tomamos el viernes y un lindo descanso.

¡No La Traten Como Princesa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora