15. Tú y yo

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La casa se encontraba en silencio, desierta. Pero no en total silencio, pues desde el piso de arriba provenía un sonido de agua corriendo, haciendo todo el silencio que me era posible bajé al sótano, tomé una bolsa de sangre, subí de nuevo hasta el bar y tomé un vaso de vidrio, y cuando estaba pasando por la sala, la cual me era imposible evitar para llegar a mi cuarto... percibí un olor. Era sangre, pero no se trataba de la bolsa de sangre que llevaba en las manos... no, era sangre fresca. En silencio y con los sentidos en alerta para detectar cualquier sonido o movimiento extraño, me dejé guiar por el olor. Y entonces lo vi. La alfombra, que se encontraba delante de la chimenea estaba empapada de sangre. Entonces sin importar nada más, subí corriendo a una velocidad sobrenatural las escaleras y entré en el cuarto de Damon. No había nadie en la habitación, pero el sonido de agua provenía del baño de su habitación. Me acerqué sigilosamente, abrí la puerta y entré.

Damon se encontraba sin camiseta, frente al espejo examinando su cuello que estaba bañado en sangre y tenía agujeros en varios lugares, como si miles de clavos hubieran sido clavados en el. Apenas entré se volvió hacia a mí y se quedó mirándome fijamente.

- ¡¿Damon que ocurrió?! - dije, tras colocarme frente a él y examinarle más de cerca las heridas.

- La maldita de Jules... - Damon parecía bastante enojado. - Ella y sus malditos perros, estuvieron aquí, me encadenaron. Querían la piedra lunar, por supuesto no se la di... porque no la tengo - añadió en voz baja como diciéndoselo a él mismo. - y su maldito collar, me hizo esto. - dijo apuntándose al cuello con ira.

- Por Dios... lo siento Damon, si... si hubiera estado aquí, te hubiera... - pero Damon no me dejó terminar.

- No, menos mal que no estabas aquí. - dijo viéndome a los ojos, un brillo se asomó por sus ojos. - Te iban a torturar, no, mejor que... no, mejor a mí que a ti.

- Pero podría haberte ayudado y tú me ayudarías a mí y...

- ¡No! - gritó Damon, cortándome en seco. - ¡Yo no hubiera podido ayudarte! ¡Ambos íbamos a morir! ¡Yo hubiera muerto de no haber sido por Elijah! - los ojos de Damon estaban abiertos como platos, mientras que sus manos sujetaban fuertemente mis brazos, tanto que comenzaba a lastimarme.

- Damon me estás haciendo daño. - dije usando el tono de voz más tranquilizador que pude.

Damon parecía no darse cuenta de lo que hacía, parecía... parecía fuera de sí mismo. Cuando al fin se calmó, me estrechó contra su pecho.

- Lo siento. - me dijo en el oído. - Tú no tienes la culpa de nada, soy un idiota.

- Esta bien, Damon. No te preocupes. - dije abrazándolo.

Estuvimos así durante algún tiempo y debía admitir que fue... agradable.

- ¿Qué tan mal esta? - dije separándome un poco de Damon después de un rato.

- No es nada, es solo sangre seca. Las heridas ya han sanado casi todas.

- ¿Seguro? - Dije no muy convencida.- Déjame ver.

Entonces me senté sobre el mueble de porcelana donde se encontraba el grifo. Tomé una toalla blanca seca y la metí bajo el agua, cuando estuvo húmeda, halé a Damon del brazo para atraerlo al mueble y comencé a limpiarle la sangre. Era cierto, las heridas ya habían sanado casi todas. Así que cuando hube limpiado toda la sangre, su cuello se veía casi igual que siempre, arrojé la toalla manchada de sangre al grifo y cuando me viré, Damon se encontraba peligrosamente cerca de mí.

- ¿Por qué haces esto? ¿Por qué me ayudas? - dijo mientras se inclinaba sobre mi y acercaba su rostro al mío.

- Damon. - dije intentando evadir sus ojos que en ese momento parecían perforarme.

Alexandra PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora