70. Sorpresa

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A la mañana siguiente, desperté cuando bruscamente, Damon se incorporó en la cama.

- ¿Qué? - inquirí, mientras me frotaba los ojos y miraba a nuestro alrededor, aturdida. Me volví hacia él. Damon tenía los ojos abiertos como platos y me miraba; mientras gruesas gotas de sudor caían por su rostro. - ¿Qué pasa? - me preocupé.

Damon suspiró y volvió a tumbarse en la cama, mientras se limpiaba el sudor con la mano.

- Tuve una pesadilla. - contestó y volvió a suspirar.

- ¿Una pesadilla? - me extrañé.

- Si. - asintió, débilmente. - Fue tan extraño.

- ¿Qué era? - le pregunté, mientras me tumbaba a su lado y posaba mi cabeza sobre su pecho.

- Recuerdos. - contestó, mientras acariciaba mis cabellos. - Del pasado y del presente, todos mezclados. - entonces se pasó una mano por la sien. - Siento que me va a explotar la cabeza.

- ¿Resaca? - le pregunté con una media sonrisa.

- No. No bebí anoche. - contestó con voz pastosa. Entonces Damon hizo un gesto de dolor y se sujetó el pecho. - Tengo el presentimiento de que esto no tiene nada que ver con una resaca.

- ¿La mordida? - pregunté, exaltada. - ¿Tan rápido?

- Si. - asintió. - ¿Qué creías? ¿Qué pasarían meses o años? Te dije que esto era un fastidio. Uno inmediato. - agregó, mientras se desperezaba.

- Pero... ¿Te duele? ¿Sientes algo... fuera de lo... normal? - le pregunté mirándolo a la cara.

- Me siento débil, como si tuviera gripe, como si hubiera bebido toneladas de verbena. - explicó; mientras yo lo miraba con la preocupación a flor de piel. - No te preocupes, estaré bien. - agregó con una sonrisa totalmente fingida.

- ¿Qué puedo hacer? - le pregunté mientras me levantaba, dispuesta a hacer cualquier cosa por hacerlo sentir mejor. Pero entonces Damon me sujetó de la muñeca y me haló hacia él.

- Quédate conmigo. - dijo con nuestros labios a escasos centímetros de distancia. - Por favor.
Sonreí y nos fundimos en un beso lleno de pasión. Nos besamos por no sé cuánto tiempo, y solo cuando ambos parecíamos habernos quedado sin aire, nos separamos.

- Ahora me siento mejor. - bromeó.

Nos quedamos ahí, abrazados, recostados en la cama y envueltos en las sábanas, mientras el sol se cernía sobre Mystic Falls. Los únicos sonidos perceptibles eran los de nuestra respiración y el piar de los pequeños pajarillos que volaban entre los árboles. Estaba ensimismada observando una de las tablas del pecho cuando de repente, Damon se incorporó agresivamente y comenzó a toser.

- ¡Damon! - exclamé, cuando me sacudió de encima de él. - ¿Estás bien?

Y justo entonces de la boca de Damon salió un chorro de sangre, que tiñó de rojo las sábanas y parte de mi camisón.

- ¡Oh Dios! - exclamé, sin saber qué hacer. - ¡Stefan! ¡STEFAN! - grité, mientras más y más sangre escupía Damon.

Un par de segundos después, la puerta de la habitación se abrió con un gran golpazo y Stefan entró, con los ojos abiertos como platos y expresión aturdida. Sus ojos fueron de mí, a Damon y luego a la sangre que cubría gran parte de la cama; y por muy difícil que pareciera, sus ojos se abrieron aun más.

Stefan articulo Dios y luego se acercó torpemente a nosotros. Todo había cesado y Damon se retorcía entre mis brazos, mientras sujetaba su pecho y respiraba entrecortadamente.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó Stefan, que posó una mano sobre el hombro de su hermano.

- No lo sé. - chillé. - Es la mordida... - me lamenté. - Tenemos que hacer algo Stefan... y rápido.

- Si, si. - asintió y parecía que aún trataba de asimilar lo que veía.

- ¡Stefan, muévete! - exclamé, cuando Damon gimió. - Trae sangre, algo, cualquier cosa... pero ¡haz algo! - me exasperé.

Stefan soltó un débil si antes de desaparecer a velocidad vampírica.

- ¿Damon, puedes oírme? - le pregunté, preocupada pues no había vuelto a abrir los ojos.
Damon dio un pequeño asentimiento.

- Todo va a estar bien, solo respira. Respira. - entonces lo pegué mas a mí, intentando detener sus temblores.

Justo entonces Stefan entró, trayendo en sus brazos no menos de cuatro bolsas de sangre, con rapidez las depositó en la cama y me arrojó una; llevé la bolsa a mis dientes y de un tirón la rompí, tan bruscamente que unas cuantas gotas cayeron sobre mi camisón.

- Ayúdame a levantarlo. - le pedí a Stefan, y entre ambos sentamos a Damon que parecía a punto de desmayarse. Coloqué la abertura de la bolsa en sus labios. - Bebe, Damon, bebe...

Damon tomó un sorbo y entonces pareció volver a la vida. Su rostro se transformó, me arrebató la bolsa de las manos y en menos de cinco segundos la había finalizado.

- Necesito más, Katherine. - dijo entre gruñidos ansiosos.

Lo miré con el ceño fruncido y me disponía a preguntarle si me había llamado Katherine, cuando Stefan en una mirada que solo yo podría comprender, me dijo que no lo hiciera.

- Toma. - dijo Stefan y le tendió una bolsa.

Esta vez, él con sus propios dientes la había desgarrado. Comenzó a succionar con frenesí, pero un poco más despacio que la vez anterior.

- Más. - pidió, con los colmillos expuestos. Stefan le tendió otra bolsa. Con cada sorbo que daba, parecía calmarse un poco más. Cuando se hubo terminado la sexta bolsa, respiró profundo y nos miró con rostro cansino. - Gracias, hermano; gracias, Alexa. - sonrió y le correspondí la sonrisa, aunque en mi mente, la voz de Damon llamándome Katherine, era lo único que resonaba. ¿Acaso la mordía lo afectaba de tal manera que, sería capaz de confundirme con Katherine; o peor aun... con Elena?

Sacudí la cabeza intentando despejar mis pensamientos.

- ¿Te sientes bien? - le pregunté, volviendo a sonreír.

- Ahora sí. - asintió. Damon se volvió y sus ojos se posaron en la sangre que cubría la cama y mi camisón. - ¿De quién es esa sangre? - abrió los ojos como platos. - ¿Qué ha pasado?

- ¿Qué? - le pregunté totalmente confundida. - Damon acabas de...

- Alexa... mmmh... - comenzó Stefan, interrumpiéndome. - perdió el control con una chica. Ya me he encargado del cuerpo. - finalizó, dándome una mirada significativa.

- Esa es mi chica. - Damon me dedicó una esplendida sonrisa. Entonces miró a Stefan. - ¿Qué estás haciendo aquí? Fuera. Estas de más. - dijo cambiando a una sonrisa sádica.

Stefan suspiró.

- En realidad, Alexa es la que se tiene que ir.

- ¿Qué? ¿Por qué? - se extrañó Damon y me miró en busca de respuestas.

- Sí, tengo que... Mmm... ir a donde Katherine; Elijah la liberara así que...

- ¿Acepto? ¿Va a liberarla? - Damon se extraño aun más.

- Si. - asentí. - Te dije que sabía lo que hacía.

- Lo sé, pero no pensé que lo consiguieras. - bufó.

Justo ahora, Damon parecía total y completamente lúcido, pero hacia un par de minutos... parecía que desvariaba.

Damon se levantó, se dirigió al baño y cerró la puerta a sus espaldas.

- ¿Qué demonios? - dije en un susurro tan leve que a Damon le sería imposible escucharme.

- Es la mordida, está afectando su cordura, el dolor ha comenzado... de aquí en adelante solo va a empeorar. Debemos hacer algo... ya. - susurró también Stefan. - Iré a hablar con Bonnie, quizás pueda ayudarnos de alguna manera. Crear una poción, quizás aparezca algo en uno de los grimorios.

- ¡No puedes! - continuamos susurrando. - Iré a ver a Katherine, tienes que quedarte con él. Ahora sí que no es seguro. - dije consciente de que mis facciones exudaban preocupación.

- Lo sé, lo sé. - asintió. - Ya lo pensé. Le diré a Bonnie que venga, entonces.

Me limité a asentir, porque la puerta del baño acababa de abrirse, para mostrarnos a Damon, que salía secándose la cara con una toalla.

- ¿Qué? - preguntó con curiosidad, al ver que ambos le observábamos. - Miren, sé que soy demasiado atractivo, más de lo que ustedes pueden tolerar, pero... por favor ¡Contrólense! - exclamó con una sonrisa.

Stefan alzó una ceja y yo simplemente me reí.

- Ni siquiera muriéndote dejas de decir estupideces. - me quejé, mientras me reía de la expresión de Stefan mientras Damon le guiñaba un ojo.

- ¿Muriéndome? - Damon me miró. - ¿Estás bromeando? Estoy en mi mejor momento. - entonces le volvió a guiñar un ojo a Stefan. - ¿Cuando te pusiste tan apuesto hermanito? - bromeó Damon.

- Ok, esto no es divertido. - dijo Stefan, pero estaba sonriendo.

- Eres contradictorio. - me burlé. - Un sexy contradictorio. - era divertido unirme a Damon para molestar a Stefan así que... ¿Por qué no?

- Deberíamos hacer un trío. - dijo Damon mientras se sentaba a mi lado y colocaba su brazo alrededor de mi cintura. - Ya sabes... los tres, mi cama, vino, fresas, diversión... - siguió Damon.

- ¡Sí! Me gusta la idea. - continué, a punto de estallar en risas.

Stefan nos miraba como si fuéramos dos bichos raros.

- ¿Qué? - inquirió, atónito.

Entonces Damon y yo no aguantamos más y nos desternillamos de la risa. Entonces Stefan suspiró.

- Por un segundo pensé que hablaban enserio, se los juro. - dijo Stefan que ahora también se reía.

- ¡No seas estúpido! - exclamó Damon. - No la compartiré con nadie. - dijo mientas me presionaba mas contra él y suplantaba un beso en mi mejilla. Sonreí y me sonrojé.

- Si quieren puedo... Mmm... quedarme en mi cuarto, para que... utilicen la chimenea. - dijo Stefan en tono burlón.

Lo fulminé con la miraba, mientras sentía la sangre fluir hacia mis mejillas.

- ¿Le contaste, cierto? - me dijo Damon y por un momento pensé que se incomodaría, pero luego sonrió. - Deberías probarla alguna vez, hermanito; la chimenea. - dijo antes de que Stefan lo malinterpretara. - Es asombrosa.

- Lo tendré en cuenta. - se burló Stefan.

- Ok, no se hacia dónde demonios se dirige esta conversación, pero... - hice una pausa mientras me zafaba del brazo de Damon y me levantaba de la cama. - ¿Saben qué deberíamos hacer? - ambos me miraron expectantes. - Un trío de limpieza, y arreglamos todo este desastre. - sonreí mientras señalaba la cama, las bolsas de sangre esparcidas por el piso y mi camisón.

- Yo podría ayudarte a ducharte. - dijo Damon con una sonrisa pícara.

- Eso puedo hacerlo por mí misma. - le dije mientras le sacaba la lengua. Stefan sonrió.

- Apresurémonos. - apuró Stefan. - Tienes que irte.

Entonces nos pusimos en movimiento y rápidamente el cuarto estuvo impecable... una vez más; como si nada hubiera pasado...

- Hacemos un gran trío de limpieza. - bromeé.

- Deberíamos crear una compañía. - dijo Stefan, sonriente.

- Yo administraré el dinero. - objetó Damon.

Stefan y yo intercambiamos una mirada.

- Ya hablaremos de eso, Damon. - dijo Stefan riéndose.

- Ahora, ustedes dos. Fuera. - apunté hacia la puerta. - Tengo que vestirme.

- A sus órdenes. - dijo Stefan, quien tras sonreír, obedientemente se levantó y se fue.

- No me iré. - protestó Damon, mientras se sentaba en la cama de brazos cruzados. - Dije que te ayudaría a ducharte, vamos.

Solté una carcajada y con resignación me dirigí, con Damon, hacia el baño. Nos desvestimos y cuando nos colocamos bajo el agua, Damon me abrazó. Por un momento sentí un mareo, uno agradable producido por la combinación entre la piel de Damon y el agua caliente que caía en mi espalda, relajando mis músculos.

Tras juguetear un poco, salimos empapados. Damon se envolvió en una toalla y se fue a su habitación, yo en cambio me apresuré a vestirme. Me coloqué unos pantalones de cuero ajustados, que avivaban mis curvas, una camisa verde con mi chaqueta de cuero y unos tacones negros, también. Recogí mi cabello en una coleta y salí de la habitación.

Damon aún se encontraba en la suya, y tenía prisa, por lo que me limité a tocar y decir:

- Me voy, adiós.

- Te veo luego. - contestó.

Sonreí y seguí caminando. Pasé por la cocina para tomar un poco de café y me encontré a Stefan.

- ¿Crees que estarán bien? - le pregunté, dándole el primer sorbo a la humeante taza que me había tendido Stefan.

- Claro, ve tranquila. - sonrió.

Me despedí de Stefan con un abrazo y me encaminé hacia el pueblo. Había decidido caminar pues necesitaba aire fresco. Cuando nadie podía verme corría un poco, simplemente para liberar el estrés.

Pasados unos cuantos minutos me encontraba frente a la puerta del apartamento de Alaric. Otra vez, había demasiado silencio; pero no me preocupé pues sabía que Katherine y Elijah no eran precisamente las personas más conversadoras del mundo y mientras menos palabras cruzaran... mejor para ellos.

Giré el pómulo y entré. Enseguida sentí como unos ojos se clavaban en mi nuca.

- Sé que estoy retrasada, lo lamento. Estaba... ocupada. - había estado sonriendo pero cuando me volví, mi boca formó una línea recta.

- Hola, querida. - Klaus me sonreía desde una corta distancia.

Alexandra PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora