35. Pareja

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Y luego me encontraba de nuevo frente a Damon, en la casa Salvatore.

- Claro que recuerdo. ¿Cómo olvidarlo? - le dije mirándolo a los ojos con sonrisa burlona. - Parecías una niñita llorando bajo aquel árbol.

- Un poco, lo acepto. Era humano, y no tenía ni la menor idea de que había una vampira a solo unos metros de distancia que podía oírme llorar. - admitió con una sonrisa.

- Si; bueno... la ignorancia es felicidad. - admití con pesar.

- No siempre. - me contradijo.

- Estoy de acuerdo. - asentí.

Nos quedamos en silencio, observándonos mutuamente pero sin decir nada.

- Entonces ¿aceptas o no? - preguntó, rompiendo el silencio.

- ¿Ser tu pareja?

- No; cambiar tu vestido por mis botas. - dijo sarcásticamente.

- No creo que este vestido te quede. - dije, tratando de hacerlo enojar.

Espere que resoplara, bufara, gruñera, me fulminara con la mirada... Todo, menos que sonriera.

- Es cierto. - dijo y en una fracción de segundo se encontraba frente a mí. Lentamente, con calma, colocó sus manos en mi cintura y con cuidado, pero con la fuerza suficiente para moverme, me atrajo hacia él; hasta que nuestros abdómenes se rozaron. - No creo que me quede. - dijo cerrando los ojos y hablando a centímetros de mi boca, embriagándome con su aliento. - Es tan pequeñito, - dijo haciendo énfasis, mientras con un dedo tocaba en borde del vestido, rozando mi muslo y provocando que me estremeciera. - tan... delicioso. - agregó en un susurro.

Entonces nuestros labios estaban a punto de rozarse. Permanecimos así, cada uno respirando el aliento del otro, jadeando. Lentamente Damon apartó mi cabello y besó mi cuello; obligándome a sofocar un gemido. Damon esbozó una sonrisita triunfante. Él conocía perfectamente los puntos débiles de una mujer, y el momento exacto para accionarlos. Con la punta de sus dedos acarició mi espalda. Entonces cuando al fin fui capaz de controlar mi cuerpo, con agresividad y pasión, tomé su rostro y lo besé. Nos besamos por lo que a mí me parecieron horas, cuando nos separamos él dijo:

- Eso es un si ¿Verdad? - preguntó jadeando.

- Sí. - asentí aun jadeando, pero sin apartarme de él.

- Bien.

Entonces, cuando sus labios estuvieron a milímetros de los míos, dispuestos a besarme de nuevo; escuchamos que Elena y Stefan bajaban las escaleras. Entonces me dispuse a separarme de Damon, pero algo inesperado ocurrió. Damon me retuvo contra su pecho y me susurró:

- No tenemos por qué esconder esto.

Entonces apasionadamente tomó mi rostro y me besó. Fue un beso apasionado, muy apasionado. Y aun cuando Elena y Stefan se asomaron en la estancia, no se detuvo. Continúo besándome, disminuyendo cada vez más la intensidad hasta que se convirtió en un beso igualmente apasionado pero dulce, suave. Cuando terminamos; Damon me sujetó de la cintura y me mantuvo abrazada mientras preguntaba:

- ¿Están listos? - dijo cuándo los jadeos hubieron cesado un poco.

Elena se miraba los zapatos de manera incómoda, y Stefan simplemente reprimía una risita.

- Si, ¿Y ustedes? - preguntó Stefan, posando sus ojos en los míos.

Me disponía a contestar con un sencillo "si", pero Damon se adelantó y suplantando un beso en mi mejilla dijo:

- Estamos más que listos.

Stefan alzó las cejas, atónito. Elena estaba como un tomate. Y yo... bueno era una mezcla entre alegría y desconcierto. Damon, en cambio, estaba sonriente.

- ¿Vamos, entonces? – pregunté.

- Andando. - dijo Stefan y tomó la delantera, junto a Elena.

- ¿Podrías dejar de sonreír? - le pregunté, con una sonrisa crispada en el rostro.

- No. Estoy feliz. - abrevió.

- ¿Por qué? - pregunté incrédula.

- Por tu vestido, porque serás mi pareja, y por ese pequeño - Damon dio un gemido. - que soltaste.

- ¡Cierra la boca! - dije dándole un puñetazo en el brazo, sonrojándome.

- ¿Porque simplemente no admites que me deseas? - dijo con una sonrisa socarrona, mientras frotaba su brazo, en el lugar donde le había pegado.

- Lo admitiré cuando tú lo hagas. - dije alzando una ceja.

- Ya lo he hecho. No es ningún secreto. - dijo encogiéndose de hombros, como si nada. - Te deseo; quiero estar contigo, punto. Tú lo sabes ¿o no?

Sentía que en cualquier momento podía estallar del júbilo. Damon despertaba sentimientos en mí, que creía haber perdido hacía mucho tiempo atrás. Entonces lo rodeé por el cuello y hablando a milímetros de su boca, dije:

- Si continúas... haciéndolo tan bien, como hasta ahora... - dije y mi voz me recordó a una gatita ronroneando. Suave, sedosa, envolvente. - quizás... solo quizás... hoy pase la noche en tu cama. - entonces le ofrecí mi sonrisa más salvaje.

Los ojos de Damon, centellaron, triunfantes. Como el gato, cuando atrapa al ratón. Luego una sonrisa, también triunfante, afloró en su rostro. Entonces me besó. Fue un beso rápido, pero no por eso menos apasionante. Y justo en el momento en el que nos separamos, la bocina del auto de Stefan se escuchó.

- Vamos. - dijo Damon, tomándome de la mano y caminando hasta el auto.

Alexandra PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora