73. Las Brujas hablan

2K 156 0
                                    

Cuando el auto hubo desaparecido en la distancia, y hube secado mi rostro sin que Stefan se diera cuenta, me volví, quedando frente a frente con él.

- ¿Estás lista para esto? - me preguntó, mientras colocaba una mano en mi hombro.

- ¿Lo estas tú? - Stefan me miró dudoso. - Ninguno de nosotros lo está, Stef. - hice una pausa y suspiré. - Pero así es como vivimos. Vamos día a día, haciéndole cara a lo que se nos presente. Y tenemos - dije haciendo un gran énfasis. - que salvar a Damon.

- Por supuesto. - asintió. Entonces me miró a los ojos y yo asentí.

Nos pusimos en movimiento y por segunda vez, en aquel día, entré al edificio. Casi instantáneamente estuvimos frente al apartamento. Entramos.

Me sorprendí cuando, dos hombres, cargaban el cuerpo de Elijah sobre sus hombros.

- Pónganlo con los otros. Ya les he dicho que hacer. - ordenó Klaus desde el fondo de la habitación. Seguía en la cocina...

Los hombres, ambos altos, musculosos y morenos, ni parecieron percatarse de nuestra presencia, y simplemente se dedicaron a obedecer las órdenes de Klaus... evidentemente bajo la compulsión.

Stefan se quedó boquiabierto observando el cadáver de Elijah.

- Olvide decirte sobre eso. - le dije, saltando la parte de que en realidad no había querido explicarle, absolutamente nada.

Justo entonces los hombres cerraron la puerta a sus espaldas y un santiamén de segundo después, Klaus apareció.

- ¡Oh, Dios! - se rió. - Me pareció oír tu dulce voz y creí que me había vuelto loco, pero... has regresado. - entonces apagó la sonrisa y su boca se transformó en una línea recta, mientras observaba a Stefan. - Y has traído compañía.

Ni Stefan ni yo supimos que decir, simplemente nos quedamos ahí, de pie, alerta a cualquier movimiento. Klaus esperó, pero cuando notó que ninguno decía nada, dijo:

- Díganme... ¿A que debo su repentina visita? - y entonces en su rostro afloró esa media sonrisa que tanto me asqueaba.

Stefan me miró y antes de que comenzara a decir cualquier cosa, me le adelanté.

- Necesitamos algo de ti.

- ¿De qué se trata? - dijo, mientras me miraba atento y se acercaba.

- ¿Cómo curas una mordida de hombre lobo? - dije, yendo directo al grano.

Entonces Klaus soltó una carcajada. Agaché la cabeza, mientras negaba enérgicamente y Stefan se percató del gesto; porque lo que me miró, confundido.

- Creí que habías cambiado tu vida... por la libertad de tu hermana. - se burló.

- ¿Qué? - dijo Stefan con el ceño fruncido.

- Lo hice. - asentí. - No es para mí. Es para Damon.

- ¡Ah, cierto! - asintió, sonriendo. - Había olvidado que el pequeño vampiro impulsivo había sido mordido por Tyler Lockwood. Así que... ¿Quieres una cura para él? - preguntó con una nota de rencor, que pude identificar. Asentí. - Creí que no existía tal cosa. - se mofó. - ¿No ibas tu a morir?

- ¿De qué está hablando, Alexa? - me preguntó, Stefan e intento sujetarme del brazo para obligarme a verlo, pero me sacudí, incluso antes de que me tocara y mantuve la vista fija en Klaus.

- Ya te he dicho que quiero una cura para Damon. - insistí.

- Bien. - asintió. - En tal caso... ¿Por qué tendría yo que conocer dicha cura?

- Las brujas hablan, Klaus. - escupí.

- No contigo, estoy seguro. - sonrió. - Bonnie... esa pequeña Bennet. - susurró. Entonces se hizo el silencio. Klaus sonreía, socarronamente, mientras nos observaba. Y de pronto, su risa desapareció. - ¿Realmente estás dispuesta a morir por él?

- Sí. - asentí, sin pensarlo dos veces.

- Otra prueba, de que el amor... es la debilidad más grande de un vampiro. - comentó, mientras me miraba a los ojos y, no supe porque, pero me pareció que había algo oculto detrás de esa frase.

- Esperen un momento. - intervino Stefan. - ¿Por qué tendría que morir Alexandra para salvar a Damon? - hubo una pausa en la que Klaus me miró, ladeó la cabeza y luego miró a Stefan, sonriente. - Nadie tiene que morir. Hazme un trato. - dijo, mientras se adelantaba unos pasos. - Es de mi hermano de quien hablamos. Dame la cura, y haré lo que sea que quieras.

Klaus continuó sonriendo, mientras se acercaba a nosotros.

- Obviamente Alexandra, no te ha dicho nada sobre el pequeño incidente que hemos tenido. - entonces se colocó detrás de mí y debo admitir que sentí miedo de moverme.

Stefan frunció el ceño, mientras observaba, cauteloso, lo que Klaus hacia...

Klaus sujetó mi cabello y lo colocó sobre el hombro contrario. Luego pasó sus brazos por debajo de los míos y alrededor de mi cintura y cuidadosamente, abrió el cierre de la chaqueta. Y por último, sujetó mi barbilla y me obligó a volver la cabeza... dejando expuesta la mordida.

Stefan abrió los ojos como platos.

- ¿Qué es eso?

- Oh, solo una pequeña mordida de hombre lobo... - susurró Klaus y al segundo siguiente, salió volando por los aires.

Stefan se había abalanzado sobre Klaus y ambos se encontraban en el suelo, revolcándose.

- ¡Stefan! - chillé, cuando Klaus lo sujetó del cuello y lo lanzó hacia el otro extremo de la habitación. - ¡Klaus, por favor! - grité con lágrimas corriendo por mis mejillas. Entonces Klaus se detuvo por un segundo y me miró. - Por favor, no lo lastimes.

Klaus se quedó quieto, observando mi rostro y justo cuando dio un paso en mi dirección, Stefan se abalanzó sobre él. Pero Klaus fue más rápido, lo sujetó del brazo y lo torció en una dimensión horrible.

Stefan soltó un alarido, mientras caía al suelo. Se encontraba retorciéndose en el suelo, cuando Klaus sacó de su bolsillo una estaca y se agachó, quedando con Stefan a sus pies.

- Ahora... ¿Qué voy a hacer contigo?

No pude contener un gritó de horror, cuando Klaus le clavó la estaca a Stefan... peligrosamente cerca del corazón...

- ¡NO! - grité y me acerqué.

- Das un paso más y estará muerto. - informó Klaus e instantáneamente me detuve y retrocedí. - ¿Sientes eso? - le susurró a Stefan. - Está rozando tu corazón. El más mínimo movimiento y estás muerto. - sonrió.

- ¡Klaus, por favor! - grité. - ¡Por favor, no lo lastimes! ¡Lo único que queremos es salvar a Damon! - chillé, mientras me pasaba las manos por la cabeza, desesperada.

Hubo un momento durante el cual, nadie dijo nada y Klaus se limitó a observar a Stefan. Al cabo de unos segundos, Stefan habló.

- Las brujas dicen que tienes una cura. - su voz sonó ronca. - Hagamos un trato. - hizo una pausa, mientras miraba a Klaus, deseoso de que dijera cualquier cosa. - Dame la cura, y haré lo que quieras.

Entonces Klaus le sacó la estaca y se puso de pie. Respiré profundo y me abalancé sobre Stefan. Sujeté su rostro entre mis manos y lo obligué a mirarme. Stefan tenía la mirada perdida, pero al cabo de unos segundos comenzó a enfocarse.

- ¿Estás bien? - le pregunté, mientras lo ayudaba a colocarse de rodillas.

- Si. - asintió, mientras con mi ayuda se colocaba de pie.

Mientras ayudaba a Stefan había visto como Klaus se acercaba a la cocina, tomaba una bolsa de sangre y un vaso de cristal y se servía. Se volvió hacia nosotros con una sonrisa.

- El problema es que, no sé si me servirías de algo, de la manera que eres ahora. - entonces se apoyó en el mesón. - Estás muy - hizo un gran énfasis. - por debajo de inservible.

- ¿A qué te refieres? - preguntó Stefan, mientras nos acercábamos a él.

- Oí sobre este vampiro, un tipo loco... - comenzó, mientras se incorporaba y se acercaba un poco. - siempre dentro y fuera de los carriles... por décadas. Cuando estaba fuera de ellos... era magnífico. - sus ojos brillaron. - En 1917, fue a Monterrey y acabó con una aldea completa de inmigrantes... Un verdadero destripador. - entonces sus ojos volvieron a brillar y Stefan bajó la mirada. - ¿Te suena familiar?

- No he sido así, por un gran tiempo.

Por supuesto que sonaba familiar, inclusive para mí. Obviamente no había estado presente, pues había estado en la iglesia... durmiendo, de cualquier otra manera lo hubiera impedido. Pero, sabía la historia, pues, Katherine me la había contado en una de las tantas tardes que habíamos pasado en la tumba platicando.

El Destripador de Monterrey. Así conocían a Stefan, cuando había pasado años, fuera del carril y había acabado con diversas poblaciones por todo el mundo, pero... ningún caso había sido tan famoso como el de Monterrey. Justo como Klaus había dicho, toda una aldea... destruida. Hombres, mujeres, niños y niñas, habían sido hallados, con las gargantas abiertas y sin una gota de sangre. Inclusive, cierta cantidad de los cuerpos tenían la cabeza desprendida, pero las investigaciones comprobaron que, quien quiera que había ocasionado aquel desastre, había intentado adherir las cabezas a los cuerpos... nuevamente.

Todos los vampiros y cazadores de la zona, sabían que se trataba de un destripador. Un vampiro, completamente incapaz de controlar su sed de sangre, y capaz de cualquier cosa por saciarla. Disfrutar la caza, infringir dolor, desmembrar... eran firma de un destripador.

Eso era lo que la sangre le hacía a Stefan. Lo volvía demente. Un asesino a sangre fría. Gracias a Lexi, Stefan había conseguido volver a ser él mismo, a tener control sobre su ser. Desde entonces, Stefan se había dedicado a alejarse de la sangre humana y a alimentarse de animales, luchando día a día por controlar su naturaleza.

- Bueno, - Klaus hizo una mueca. - ese es el vampiro con el que estaría dispuesto a hacer un trato. Esas son las clases de habilidades que podría utilizar, cuando me vaya de este pueblo. - se encogió de hombros.

- ¿Te irás de Mystic Falls? - le pregunté esperanzada.

- Al menos que me pidas que me quedé. - sonrió y yo lo fulminé con la mirada.

- ¿Por qué necesitas un destripador? - le pregunté, intentando parecer desinteresada. - ¿Vas a acabar con la población mundial? - entonces Klaus se llevó un dedo a los labios, obviamente indicando que no diría nada. - Si necesitas matar a alguien, yo podría ayudarte. - le dije, intentando dejar a Stefan fuera de cualquier plan.

- Necesito a alguien que disfrute el arte de matar. - dijo, mientras se acercaba a mí y se detenía a unos cuantos centímetros de distancia. - Y tú no eres esa persona. - sonrió.

- El hecho de que mantenga un bajo perfil, no significa que no disfrute matar, Klaus. Deberías saberlo. - le dije, genuinamente.

- Mi propuesta sigue en pie para ti, Stefan. - dijo mientras se acercaba a Stefan y me daba la espalda. Entonces en un movimiento veloz, sujetó la mano de Stefan y mordió su muñeca. Éste soltó un gruñido y se alejó de Klaus.

- No. - articulé, pues la voz no acudía a mí, aunque las lágrimas si lo hicieron. Corrí en dirección a Stefan, pero Klaus se interpuso y me sujetó entre sus brazos. - ¿Por qué? - fue lo único que fui capaz de decir.

- No llores, querida. - dijo Klaus con una sonrisa, mientras con un brazo rodeaba mi cintura y con su otra mano, secaba mis lágrimas. - Eres demasiado hermosa para esas lágrimas. - me susurró al oído, mientras aún me encontraba entre sus brazos. Estaba en shock, tanto así, que el estar en brazos de Klaus me era indiferente.

Entonces Klaus me soltó, pero mis piernas me fallaron y por poco me desplomé en el suelo. Klaus se dirigió hacia Stefan, que lo miraba con odio y miedo; se llevó su propia muñeca a la boca y la mordió. Enseguida, gruesas gotas rojas, brotaron de los pequeños orificios y el olor a sangre inundó el lugar.

Fruncí el ceño, ¿Qué carajo estaba haciendo?

Acto seguido, colocó su muñeca en los labios de Stefan, pero Stefan se negó a beber, por lo que Klaus lo sujetó del cabello y lo obligó a ingerir. Al cabo de unos segundos lo soltó, y pude ver, como la herida de Stefan se cerraba y se curaba... dejando su brazo como si nada.

- ¿Quieren una cura? - dijo, mientras se volvía hacia mí. - Allí esta.

Así que...

Klaus podría haberme dado su sangre y curarme. Pero había mordido a Stefan, únicamente para no dármela a mí, para que yo muriera.

- Tu sangre es la cura. - comprendí, mientras Stefan observaba el lugar en su brazo, donde había estado la mordida y se acercaba a mí.

- Hay que amar a la Madre Naturaleza. - dijo con una sonrisa. - Ahora, vamos a hablar... - dijo mientras sujetaba a Stefan del hombro y lo invitaba a tomar asiento en la cocina.

Me quedé de pie donde estaba, mientras ellos se alejaban. No podía creerlo. Estaba sonriendo...

No podía creer que estaba feliz de que Klaus estuviera vivo y de que no hubiera muerto la noche del ritual. No podía creer que estaba feliz de que hubiera roto la maldición.... Pero lo estaba...

Porque, de Klaus haber muerto aquella noche... Damon sería el siguiente en morir y no hubiera habido nada, absolutamente nada, que Stefan y yo pudiéramos hacer...

Quien iba a decir que el que Klaus estuviera vivo... seria la salvación de Damon...

Ahora todo lo que teníamos que hacer, era un trato. Y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que Klaus quisiera... solo para obtener la cura... y así salvar a Damon...

Alexandra PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora