74. Acciones Inesperadas

2.2K 170 3
                                    

- Aquí está. - dijo Klaus, cuando me acerqué a ellos. Había terminado de colocar su sangre en un recipiente y lo paseaba entre sus dedos. A su lado se encontraba un cuchillo ensangrentado. - ¿Quieres salvar a tu hermano? - le preguntó a Stefan, que lo observaba de pie a cierta distancia y con el ceño fruncido. - ¿Qué tal una década de diversión? Tengo grandes planes para ti cuando dejemos este pueblo. - entonces sus ojos brillaron.

- Ya no soy así. - dijo Stefan mientras negaba con la cabeza.

- Bueno... ¡qué lástima! - exclamó. - Podrías haber sido un gran compañero. - entonces comenzó a verter la sangre en el fregadero.

- Espera. - dijo, Stefan y dijo un paso hacia adelante.

- ¡Stefan no! - exclamé, mientras lo retenía.

- Así está mejor. - Klaus sonrió. - Quiero que me acompañes a beber un trago. - entonces Klaus lanzó una de las bolsas de sangre sobre la mesa y Stefan la agarró.

- Stefan... no lo hagas. - le pedí.

Sí, quería salvar a Damon; pero perder a Stefan en manos de Klaus... no era una opción.

- Vamos, Destripador... - lo incitó Klaus. - Puedo ver que lo anhelas.

Entonces Stefan abrió la bolsa de sangre.

- Stefan, por favor. No lo escuches. No tienes que hacerlo. - las lágrimas volvían a amenazar con regresar.

- ¡Si no hago lo que dice, Damon estará muerto! ¡No tenemos tiempo, Alexa! - me gritó, y pude ver que estaba desesperado.

- Él sabe lo que dice. - dijo Klaus con una sonrisa, mientras señalaba a Stefan.

- ¡Tú cállate! - le espeté.

- No seas ruda, Alexandra. - siguió sonriente. - No juzgues al pobre Stefan por querer salvar la vida de su hermano. - me miró y ladeó la cabeza. - Diste tu vida, solo por la libertad de la tuya. - me recordó y lo fulminé con la mirada. - Además, sabes cuán bien se siente... rendirse ante la sed y el deseo. - entonces Klaus miró a Stefan. - Bebe. - ordenó.

Entonces Stefan se llevó la bolsa a los labios y le dio un pequeño sorbo. Enseguida su rostro se transformó y pude ver, como aquella pequeña cantidad de sangre que había ingerido, lo había sacudido en su interior.

- Termínala. Toda. - urgió Klaus, cuando Stefan separó la bolsa de sus labios. Éste lo vio con el odio a flor de piel. - Haz todo lo que digo... y salvaré a tu hermano. Ese es el trato. - le recordó.

Entonces Stefan sin cuestionarlo, se llevó la bolsa de nuevo a los labios, y la terminó en un santiamén de segundo. Klaus le arrojó otra bolsa y Stefan la atrapó en el aire.

- De nuevo. - sonrió.

Lentamente Stefan, destapó la otra bolsa y comenzó a beber.

- Stefan... - chillé.

Stefan se detuvo y me miró con pesar. Luego siguió succionando hasta terminar la bolsa.

- Muy bien. - entonces Klaus se dirigió a la nevera y sacó de ella, no menos de siete bolsas de sangre y las arrojó en el suelo frente a Stefan. - Estamos en confianza. - sonrió.

- ¡No! - grité y antes de que pudiera acercarme a Stefan e intentar impedir que comenzará a beber, sentí como los brazos de Klaus me sujetaban desde atrás... inmovilizándome. - ¡Suéltame! - grité y me zarandeé.

- ¡Shhh! - susurró en mi oído, mientras con más fuerza, me apegaba a él, inmovilizándome por completo.

- ¡Stefan no! - grité, cuando vi como la mirada de Stefan se fijaba en la sangre y temblores, comenzaban a sacudir su cuerpo mientras caía al suelo de rodillas. - Stefan, mírame, mírame. - le pedí y el enseguida levantó la mirada. - Combátelo, tú puedes hacerlo. Confió en ti.

- ¡No puedo! - gruñó, mientras tomaba una bolsa y la devoraba.

- ¡Stefan! - grité y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, mientras, fallidamente, intentaba zafarme de Klaus. - No...

Stefan comenzó a devorar las bolsas con frenesí y desespero. Pero cuando lo vi a los ojos, los cuales estaban humedecidos y a pesar de la locura que la sangre le ocasionaba, entristecidos; supe que mi Stefan, mi mejor amigo, estaba ahí... peleando.

- Sigue bebiendo. - ordenó Klaus, cuando notó la conexión que Stefan y yo habíamos establecido. - Eres difícil de comprender ¿Sabes? - me susurró al oído. - Quieres salvar a tu amado, - no sabía porque, pero, cada vez que Klaus se refería a Damon, su voz sonaba más agresiva que nunca. - pero al mismo tiempo... intentas detener el proceso.

- Eres un bastardo. - solté. - No hay nada bueno en ti. Eres la escoria del mundo, en un solo cuerpo. No tienes nada.

- Cierra la boca. - susurró y pude sentir que lo estaba molestando.

- ¡Mataste a tu propia familia! - sonreí, irónicamente. - A todos. ¿Fue difícil? - le pregunté. - No me refiero a la parte sentimental, obviamente, sino a la física. Elijah fue fácil, porque fue tan estúpido como para confiar en ti. ¿Pero que hubo de los otros cinco? ¿Te tomó demasiado trabajo?

- En realidad... - gruñó. - fue bastante sencillo.

Solté una carcajada.

- Me lo imaginé. Seguro que también cometieron el error de confiar en ti. Pobres imbéciles. Creyeron que la palabra familia tenía algún significado para una porquería como tú. - me reí.

- Alexandra, deja de perturbarme... no quiero lastimarte. - me amenazó.

- Adelante, siéntete libre de hacer lo que quieras. Mátame. - lo reté. - Ya que eso parece ser lo más sencillo para ti. - Klaus suspiró. - Me das asco. - escupí. - Te lo he dicho un millón de veces, y lo seguiré diciendo hasta que lo tengas presente. Estás completamente solo. No tienes amigos y nunca los tendrás. ¿Y tú familia? Tú mismo te has encargado de ellos. Te vas a morir solo Klaus, y nadie, tenlo por seguro, nadie derramara ni una lágrima por ti. ¡No, espera! Sí, yo lo haré. Lloraré de alegría.

- Nadie puede matarme. Y créeme, tus lágrimas no serían precisamente de alegría. - sonrió.

- Como dijiste... Hay que amar a la Madre Naturaleza. - me burlé. - Todo en el mundo tiene su manera de acabar Klaus; y si la manera de matarte no existe... las brujas se encargaran de restablecer el balance. Confía en mí, son muy buenas en eso. Estás solo y eso... es tu mayor debilidad.

- ¡Cállate! - gritó entonces. - He tenido suficiente de ti. - entonces, sentí como pateaba mi tobillo y como el hueso de este se dislocaba.

Solté un alarido de dolor, mientras caía al piso.

- Eso te tendrá ocupada por un rato. - dijo mientras se acercaba a Stefan. En medio de todo lo que le había dicho a Klaus, no había vuelto a mirar a Stefan y ahora que lo hacía, un temblor recorría mi espalda. Stefan se encontraba sobre un charco de sangre, succionando frenéticamente una de las bolsas, mientras las otras seis se encontraban esparcidas a su alrededor... vacías. Tenía la boca bañada en sangre y los ojos desorientados... como alguien que estaba fuera de sus cabales. Justo entonces Klaus se paró frente a Stefan. - Eres muy cooperativo. Es casi como si lo estuvieras disfrutando. - se mofó y sentí una ganas terribles de partirle la cara. - entonces le tendió otra bolsa.

- No más. - se negó Stefan, mientras intentaba controlar la transformación. - No hasta que me des la cura.

- No hasta que hagamos un trato. Es tu decisión, Stefan. - sonrió. - Puedes permanecer aquí, viviendo tu vida en Mystic Falls o... puedes abrazar quien realmente eres, dejar el pueblo conmigo y salvar la vida de tu hermano.

No podía decir que era lo que miraba Stefan, si a Klaus... o a la bolsa de sangre que este sostenía en sus manos. Y no me tomó mucho averiguar la respuesta, pues, Stefan agresivamente le arrebató la bolsa a Klaus y comenzó a beber.

- Ese es el espíritu. - sonrió Klaus, mientras se dirigía al mesón y tomaba el recipiente con su sangre. Luego se volvió hacia mí y comenzó a andar con paso lento. - Querida... - entonces cuando estuvo frente a mi me haló de la chaqueta, obligándome a levantarme, no pude evitar gritar, cuando de un brusco movimiento, enderecé mi tobillo. - Aquí está la cura para tu amado Damon. - sonrió, mientras colocaba el frasco en mi temblorosa mano. - Ahora... llévasela.

- No. - entonces tambaleándome, me alejé de él. - No voy a dejar a Stefan aquí.

- Oh, bueno... en realidad no tienes alternativa. - hizo una pausa mientras se volvía hacia Stefan. - Al menos que dejes la cura y te lleves a Stefan... dejando a Damon morir. Tú escoge.

Entonces Stefan levantó la cabeza como un desquiciado y me miró, y no pude evitar que un temblor recorriera mi espalda, cuando sus ojos llenos de desesperanza se clavaron en los míos.

- ¡No! - exclamó. - Debes llevarle la cura a Damon.

- ¡No voy a dejarte! - chillé. Entonces caminé hasta él y cuando intenté sujetarlo del brazo, Stefan se levantó y me empujó.

- Vete. - gruñó.

Me sentí herida.

- Stefan, no voy a... - entonces, Stefan sujetó mi rostro entre sus manos.

- Por favor, vete. - me suplicó, con lágrimas rodando por sus mejillas. - Hazlo por mí. Llévale la cura a Damon, sálvalo. No queda tiempo. - hizo una pausa y al ver que no me movía, me zarandeó. - ¡Por favor! - chilló.

Miré a Stefan a los ojos y asentí. No podía hablar, porque cualquier cosa que dijera Klaus podría escucharla, por lo que simplemente lo vi a los ojos y me encargué de decirle que volvería por él. Stefan asintió y luego negó, dándome claramente a entender, que era inútil que regresara.

Me separé de él y me dirigí a la puerta, sin siquiera voltearme a ver a Klaus. Una vez que estuve fuera del apartamento, no pude evitar soltar un gemido. Stefan tenía razón, quedaba poco tiempo. Corrí a velocidad vampírica a través de toda la plaza, ya había anochecido. Alcancé a ver como Caroline salía del Grill abrazada a su madre, en el momento en el que pasaba frente a este. Seguí corriendo con todas mis fuerzas hasta que por fin, en medio de los matorrales, vislumbré las luces de la casa. Respiré profundo y me concentré aún más en mi carrera. Un par de segundos después, subía las escaleras a toda prisa. Escuché voces en el cuarto de Damon, por lo que inmediatamente me dirigí allí.

- De nada. - dijo Elena, en el momento en el que abrí la puerta. La morena se exaltó y se levantó de la cama, pues había estado tumbada al lado de Damon, quien sudoroso y pálido, gemía. A algo en mi interior no le agrado la escena. - Alexa. - dijo Elena, mientras yo me apresuraba y me sentaba en la cama, a un lado de Damon, dándole la espalda.

Destapé el frasco con la sangre de Klaus y lo coloqué en los labios de Damon.

- Bebe Damon, rápido, bebe. - le urgí.

Damon me miró desconcertado pero obedeció y en silencio se dedicó a succionar.

- ¿Qué es eso? - preguntó Elena.

- La cura. - le contesté a secas.

- No, no. Me refiero a eso en tu cuello... ¿Qué es...? - pero de pronto Elena se calló. - ¿Dijiste la cura? - inquirió.

- Si. - le dije, mientras me volvía a verla con una sonrisa de alivio.

Elena suspiró y también sonrió. Damon acaba de finalizar el contenido y automáticamente, la herida en su antebrazo comenzó a sanar. Lágrimas de felicidad rodaron por mis mejillas, mientras me inclinaba para acariciar su rostro y besar sus labios. Damon débilmente me correspondió el beso, pero de repente se separó de mí.

- ¿Qué es eso? - susurró y apuntó a mi cuello.

- Nada. - dije, mientras rápidamente me levantaba y me cerraba la chaqueta.

- ¿Dónde está Stefan? - preguntó Elena, mientras Damon se incorporaba y intentaba mirar a través de mi cabello.

Stefan...

- Tengo que irme. - entonces rápidamente me dirigí a la puerta. - No dejes que salga de la casa y tráele sangre. - le ordené a Elena, mientras caminaba de espaldas hacia la salida.

- ¡¿A dónde vas?! - exclamó Damon. - ¡Alexa!

- Encárgate de él. - le pedí a Elena y salí de la habitación.

- Si, pero... ¡Alexa! - gritó Elena, cuando cerraba la puerta de la casa a mis espaldas. - ¿Dónde está Stefan?

Entonces comencé a correr de regreso al apartamento de Alaric, parecía que corría aún más rápido. Era como si el saber que Damon estaría bien... me quitase un peso de encima. Seguí corriendo y solo me detuve cuando estuve en el parque, cerca del edificio, pues habían unos niños que jugaban. A partir de ahí me dediqué a caminar con paso apresurado. Cuando estuve dentro del edificio me apresuré a subir las escaleras y cuando estuve frente a la puerta número 9, la abrí de un golpazo. Corrí hasta la cocina y no pude evitar abrir los ojos como platos cuando mis ojos no encontraron a Stefan. Lo único que había en la estancia, era la sangre y las bolsas vacías, esparcidas por el piso... pero Stefan ya no estaba.

- ¿Dónde está? - pregunté, mientras me volvía para hacerle frente a Klaus, que estaba de pie a centímetros de mi espalda.

- Se ha ido a prepararse para nuestro viaje. - sonrió.

- No. - negué enérgicamente. - No puedes hacer esto.

- Obsérvame. - se burló.

- ¿Por qué Stefan? - me quejé, con la ira a flor de piel.

- Me reservo mis razones.

- Si lo que quieres es matar, yo puedo hacerlo. No lo necesitas a él. - entonces lo miré a los ojos. - Llévame contigo. Deja a Stefan libre, solo... llévame a mí. - una sonrisa torcida afloró en sus labios. - Te lo suplico.

- Lo siento, mi querida. - dijo mientras acariciaba mi cabello. - Pero... necesito talentos que solo Stefan posee. - hizo una pausa. - No me malinterpretes, me encantaría irme contigo, viajar por el mundo... disfrutar tu compañía. - entonces sus ojos brillaron. - Pero este no es el momento adecuado.

- ¿De qué estás hablando? - dije con el ceño fruncido. - Sólo deja a Stefan libre y llévame contigo. Haré lo que quieras. - insistí.

- Lo siento, pero eso no es posible. - se negó.

- Entonces ¡¿Por qué sigues aquí?! - grité. - ¿Por qué no te fuiste con él? Si ya has decidido todo, ¿Por qué no terminas de librar a este pueblo de tu presencia? - escupí.

- Aún me queda algo más por hacer. - Klaus se acercó a mí y sujetó mi rostro entre sus manos, volví el rostro, pero él volvió a sujetar mi mentón y me obligó a mirarlo. Su rostro estaba a centímetros de los míos, podía sentir su aliento mezclarse con el mío y no pude evitar que un escalofrió recorriera mi espalda, cuando deslizó un dedo por mi garganta, rodeando la mordida. - Solo te pido algo. - abrí la boca para protestar, pero Klaus colocó su dedo sobre mis labios. - Solo te pido que cuando el momento llegue, recuerdes esto.

- ¿Qué? - dije, contra su dedo.

- Lo que acabas de pedir. - sonrió. - Que te lleve conmigo. - aclaró. - Solo recuérdalo. - susurró.

Entonces, aún sujetando mi rostro, llevó su otra muñeca a sus labios y la mordió, de ella brotaron unas rojas gotas de sangre.

- Bebe. - ordenó en un susurró. El aliento de Klaus parecía embriagarme y su voz sonaba sedosa, suave; entonces comprendí que debía estar bajo el efecto de la compulsión. Obedientemente acerqué mis labios a la sangre y bebí. Tras tragar unas cuantas veces, sentí como la mordida se sanaba. - Suficiente. - dijo Klaus y con cuidado apartó su muñeca de mis labios, luego con delicadeza, limpió la sangre que corría por las comisuras de mis labios. - Ahí está... mucho mejor. - dijo y con la punta de sus dedos acarició la delgada piel de mi cuello. - Ahora me iré. - entonces, no estaba completamente segura de haber sido consiente de cómo los labios de Klaus apenas rozaban mi mejilla. - Adiós, Alexandra... nos veremos pronto.

Y tras eso desapareció, dejándome allí plantada, mientras recordaba haber tomado verbena el día anterior, lo cual hacía imposible que Klaus hubiera utilizado la compulsión en mi...

Entonces... ¿Por qué de repente, su voz, sus ojos, habían acaparado mi atención, impidiéndome moverme?

Sacudí la cabeza, intentando despejar mi mente y me alejé del lugar, con paso decidido.

Alexandra PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora