45. Juntos

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Fue un beso dulce, suave... incluso... romántico. Damon sujetó mi rostro y con delicadeza, acarició mis mejillas. Cuando aparté mis labios de los suyos, estaba mareada, pero era un mareo agradable.

- ¿Entonces? - preguntó, con una sonrisa en el rostro, una sonrisa que no era común en Damon. No era una sonrisa arrogante, ni presumida, ni tampoco sarcástica... era... era... ¿feliz? Al menos eso parecía.

- No creo que se vea bien que pase la noche en mi cuarto con un hombre, Damon. - le dije, guiñándole un ojo.

Entonces lo comprendió y sonriendo, dijo:

- Pero el que una mujer pasa la noche en mi cuarto... se ve fenomenal.

Entonces me alzó en brazos, abrió la puerta de su cuarto, entró, volviéndola a cerrar tras él y me depositó con delicadeza en su cama; para luego tumbarse sobre mí. Comenzó a besarme, suavemente, con dulzura. Entonces me rodé y me coloqué sobre él. Continuamos besándonos por un largo rato, hasta que Damon se separo de mí.

- Tengo una gran idea. - dijo con voz seductora, mientras se colocaba de pie y estiraba su mano, esperando que yo le diera la mía.

No sabía cuál era la idea. Pero había decidido seguir el consejo de Damon y aprovechar lo que teníamos, mientras pudiéramos. Me levanté, le di la mano y lo seguí. Me condujo hasta el baño.

- ¿Tu gran idea tiene que ver con el baño? - le pregunté, desconcertada.

- En gran parte. - sonrió y me soltó la mano. Damon puso a llenar la tina y se volvió, guiñándome un ojo.

- ¿Vamos a meternos ahí, cierto? - le pregunté arqueando una ceja. Damon asintió sonriendo. - ¿Desnudos? - le pregunté sorprendida.

- Bueno... - comenzó él. - Si tú quieres... - entonces lo vi con una mueca y él sonrió. - Estoy bromeando. No, desnudos; pero si... con poca ropa. - dijo mientras con un movimiento ligero, se quitaba la camisa; dejando al descubierto su cincelado torso.

Me dirigió una mirada seductora, mientras lanzaba la camisa al suelo y caminaba directo hacia mí. Me besó, rápido, feroz y se echó para atrás mientras me quitaba la camiseta, dejándome en sujetador... por segunda vez aquella noche. Volvimos a besarnos, mientras él se las arreglaba con mi pantalón y yo con el suyo. Entonces cuando estuvimos los dos en ropa interior, Damon sonrió y me ayudó a entrar en la tina. El agua estaba caliente, deliciosa. Luego él entró y se sentó frente a mí, empapándose. Algunos mechones de su cabello estaban mojados y caían desordenadamente, lo cual lo hacía ver aun más sensual.

- ¿No es una gran idea? - me preguntó, mientras se acercaba a mí.

- Magnifica. - sonreí, mientras él me tomaba de la cintura, bajo el agua, y me abrazaba.

Estuvimos así, unos cuantos minutos, a gusto, con el rocé de nuestras pieles desnudas. De vez en cuando Damon me besaba en la mejilla o recorría mi muslo con la punta de sus dedos. Al cabo de un rato, volvimos a besarnos, mientras rodeaba con mis piernas su torso y el acariciaba mi espalda. Era todo tan... perfecto. Ambos abrazados, dentro del agua, y besándonos... perfecto era la palabra adecuada, sin duda alguna. Cuando salimos del agua, Damon rápidamente fue por un par de toallas y me envolvió en una, luego se envolvió en la otra.

Con lo ligeros de ropa que estábamos, nos secamos en solo unos minutos. Luego nos metimos en la cama, y Damon rápidamente me abrazó por detrás, mientras me rotaba para quedar cara a cara; cuando al fin lo logró, depositó un apasionado beso en mis labios.

- ¿La estás pasando bien? - me preguntó con una sonrisa arrogante. - ¿Cuánto le darías a esta noche del uno al Damon? - instó sonriente.

- Le daría... un ocho. - dije bromeando.

- ¿Solo un ocho? - preguntó, con una nueva sonrisa. Asentí. - Entonces vamos a volverla un Damon. - volvió a sonreír. Y al instante, con fiereza me pegó a su cuerpo y comenzó a besarme de manera ardiente, frenética.

Entonces bajó al cuello, y comenzó a besar con dulzura, pero sin perder la pasión; mientras con sus manos recorría mi silueta. Era increíble lo que Damon conseguía hacer con solo besarme, incluso comenzaba a sentir como los colmillos se volvían mas puntiagudos, con cada beso, cada roce.

Y fue en ese momento, cuando bruscamente me posicioné encima de él, mostrándole los colmillos y lo besé. Damon estaba tan cálido al tacto, que me era imposible, separar mi cuerpo del suyo. Continúe besándolo, en los labios, en el cuello... era incapaz de detenerme. Damon me aferraba con ganas y también me besaba. Cuando volví a ver su cara, vi que él también comenzaba a transformarse. Entonces en un brusco movimiento, me sujetó de la cintura y me viró, volviendo a estar sobre mí. Damon comenzó a besar mi cuello, luego, comenzó a besar mi abdomen, con sutileza, provocándome temblores.

- Damon... - gemí, cuando volvía a besar mi cuello.

- ¿Qué? - preguntó, entrecortadamente, mientras se dejaba caer sobre mi cuerpo.

- La volviste un... Damon. - le dije sonriendo, respirando con dificultad. Damon devolvió la sonrisa y me dio otro beso.

Al minuto siguiente Damon, se movió y se metió bajo las sábanas, indicándome con un gesto que lo acompañara. Hacía frío y yo estaba en ropa interior, así que sin pensarlo dos veces, lo hice. Bajo las sábanas Damon me abrazó y depositó un pequeño beso en mi clavícula, antes de decir:

- Buenas noches, Alexa.

- Buenas noches. - le contesté, mientras tomaba su mano, la apretaba y cerraba los ojos, deseosa de que la noche nunca acabara.

Alexandra PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora