41. Tensión

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Cuando estuvimos frente a la puerta del apartamento de Alaric, fue Andie quien llamó a la puerta.

- ¡Alaric! ¿Estás en casa? Andie Star, amiga de Jenna.

Pero nadie contestó. Así que presa de las ansias, me adelanté y abrí la puerta
.
Y ahí enfrente de la puerta estaba Katherine, ataviada con unos pantalones negros y una camiseta azul y sus impecables rulos, cayendo alrededor de su cabeza.

- Gracias a Dios. - dijo cuándo nos vio.

Entonces me abalancé sobre ella y la rodeé con mis brazos, comenzando a llorar.

- ¡Katherine! ¡Dios! ¿Estás bien? ¿Qué te ha hecho? - dije observándola de arriba abajo.

Katherine me vio con expresión sorprendida y fui consciente de que los ojos de Damon se clavaban en mi nuca.

- ¿Cómo pudiste...?

- Alaric me invitó a entrar, hace unos días. ¡Pero eso no importa! – exclamé con ajetreo. - ¿Estás bien?

- ¡Sí! - exclamó ella y me dio un pequeño abrazo.

Entonces Andie que había entrado y nos observaba a mí y a Katherine de arriba abajo, soltó:

- Tenías razón. Las tres son idénticas. Algunas diferencias muy poco notorias, pero... ¡Wow! - exclamó.

- Sí. - dijo Damon que no le estaba prestando atención en lo más mínimo, pero por alguna razón sus ojos buscaron los míos, por solo una fracción de segundo. Damon intentó entrar, pero indudablemente no pudo. - Pensé que podrías estar muerta. - dijo ahora observando a Katherine.

- Desgraciadamente no. - contestó Katherine con el odio a flor de piel.

La miré con cara de pocos amigos y negué con la cabeza.

- ¿Qué están haciendo aquí? - preguntó ella, ignorándome.

- Estamos aquí para rescatarte. - le contestó Andie, siempre tan optimista.

- No, dulzura. - la interrumpió Damon y volvió a mirarme. - Estamos aquí para ver si merece ser rescatada. - dijo sin apartar sus ojos de los míos.

- Correcto. - coincidió ella.

- Me imaginé que aun estarías pataleando. - dijo Damon, mirando ahora a Katherine. - Alaric/Klaus se estaba entretejiendo entre nosotros muy fácilmente. - ladeó un poco la cabeza. - Imaginé que probablemente tenía un entrenador.

Alguien que le facilitaba la información que necesitaba para poder hacerse pasar por Klaus. Añadí mentalmente, entendiendo ahora el motivo de la visita de Damon al apartamento de Alaric.

Entonces sacó del bolsillo interno de su chaqueta, un pequeño frasco que contenía un líquido, que sin dificultad reconocí.

- ¿Eso es...? - iba a preguntar Katherine, que se irguió con interés, pero Damon la interrumpió.

- ¿Verbena? - dijo culminando la pregunta. - Tu salvación. - agregó.

- No va a deshacer nada. - Dijo Katherine con amargura, tras un instante de silencio.

- Siempre hay una escapatoria. - dijo Damon con una sonrisa, amplia, limpia, propia de él. - ¿Te dijo que te quedaras en este apartamento hasta que él te dijera que estaba bien que te fueras? - preguntó.

Observé a Katherine, esperando que las palabras brotaran de sus labios. Pero en lugar de eso no dijo nada y se limitó a observar a Damon con sometimiento.

- No puedes decirlo. - dedujo, casi al mismo tiempo que yo lo hacía. - ¿Te dijo que tendrías que hacer absolutamente todo lo que él dijera hasta el final de los tiempos? - preguntó ahora con un poco de sarcasmo.

- No. - escupió Katherine.

- Eso es. - dije interrumpiendo a Damon, que había despegado los labios para decir algo. - Bebe la verbena y nada de lo que te obligue a hacer de ahora en adelante será válido.

- Lo que ella dijo. - dijo él con indiferencia.

Entonces Katherine se acercó lo más que pudo a la puerta y estiró la mano. Pero Damon ni se inmutó.

- Dámela. - dijo Katherine, y sentí la amenaza en su voz.

- Primero responde una pregunta. - Katherine bufó y Damon dijo: - Nos traicionaste con Isobel ¿Por qué?

- No creí que tuvieran ninguna posibilidad contra Klaus. Cuidaba de mi misma. - contestó Katherine con sencillez.

- ¿Y a donde te llevo eso? - dijo él, sonando un poco burlón. Andie se mantenía de pie a su lado, en silencio y observándonos detenidamente a mí y a Katherine. - Ten. - dijo y le lanzó el frasco con verbena a Katherine. - Ten cuidado con eso. Si descubre que lo tienes nunca saldrás de aquí.

Katherine asintió, destapó el frasco y dio un sorbo. Enseguida se tambaleó y amenazo con caer al suelo, por lo que la sujeté por un brazo.

- Me lo debes. - dijo Damon, cuando Katherine fue capaz de mantenerse en pie, por si sola. - Y lo cobraré. - entonces me miró y agregó: - Vamos. Debemos irnos.

- ¿Ahora? - le pregunté, con cara de cachorrito.

- Si, ahora. - dijo sin piedad.

- ¿Por qué? - dije un poco enfadada. - ¿No podemos quedarnos unos minutos más?

- No. - gruñó. - Sal ahora mismo de ese maldito apartamento, antes de que encuentre la manera de sacarte... por las malas.

- Imbécil. - le dije y me volteé. - Ten mucho cuidado ¿Ok? - le dije a Katherine y la abracé. - Vendré a visitarte si tengo la oportunidad.

- No, por favor. - dijo ella viéndome a los ojos. - No quiero que sufras más. - la miré desconcertada. - Me restregó en la cara lo que te hizo. Lo siento tanto. - entonces pude ver como sus ojos se humedecían y el odio de apoderaba de sus facciones.

- Estoy bien. - dije tratando de restarle importancia. - No fue nada. Estoy bien, de verdad.

- De cualquier manera, mantente lejos de aquí. Cuando tenga la oportunidad de fugarme, lo hare y te buscaré; pero por favor... mantente lejos de aquí mientras tanto. - casi suplicó.

- Lo haré, lo prometo.

- ¡Vamos! - urgió Damon.

Le di un último abrazo, y salí, Damon se apartó para darme paso, mientras Andie se despedía.

- Gusto en conocerte.

Katherine la ignoró y cuando habló se dirigió hacia Damon:

- Mantenla lejos de aquí. - le pidió en el tono más delicado que jamás la había oído utilizar.

- Lo haré. - le contestó Damon, antes de cerrar la puerta y volverse hacia mí. Nuestras miradas se cruzaron y fue como si una corriente eléctrica se paseara por mi torrente sanguíneo. Estuve a punto de perderme en sus profundos y centellantes ojos azules, por lo que me vi obligada a apartar la vista.

Volvimos a la casa en silencio, sin decir nada. Cuando llegamos Stefan ya estaba en casa y había alguien con él; alguien que... lloraba.

- ¿Stefan? - llamé, apenas entre en la casa, Damon rápidamente, se situó frente a mí.

Pero no obtuve ninguna respuesta. Aunque los gimoteos de alguien, una mujer, no se detenían. Corrí al lugar de donde provenía el llanto y me encontré en la librería. Había una mujer allí. De estatura promedio, ojos verde y cabellos castaños claros. Era Jenna, la tía de Elena. Y lloraba con inmenso dolor. Cuando me vio, se puso de pie, temblando y corrió hacia mí.

- ¡Elena, oh Dios! - entonces se guindí en mi cuello y siguió llorando. - ¿Por qué nunca...ca lo su...su... supe?

Observé a Damon, en busca de ayuda; pero él se veía igual o más sorprendido que yo.

- Jenna, yo no... no soy... yo no... yo no soy...

- Jenna... - dijo Stefan que volvía con una taza en las manos. La colocó en la mesa y se apresuró a apartar a Jenna de mí. - Ella no es Elena. - dijo Stefan en un susurro, temeroso de perturbarla.

- ¿Qué? - dijo y sonrió. Pero fue una sonrisa amarga. Se separó de mí, con desconcierto. - ¿Qué?

Y justo en ese instante Elena entro en la librería, agitada y respirando entrecortadamente.

- ¡Oh, Jenna, gracias a Dios! - entonces Elena se acercó a ella y le sujetó ambas manos.

Jenna me miraba a mí y luego a Elena, con los ojos abiertos como platos.

- No. - fue lo único que fue capaz de decir.

- Lo siento tanto. - se disculpó Elena con lágrimas en los ojos. - Nunca quise que nada de esto pasara.

Pero Jenna parecía incapaz de moverse o de hablar. El único movimiento perceptible era el de sus ojos, que no paraban de moverse de Elena a mí. Y cuando habló lo primero que dijo fue:

- ¿Quién es ella? ¿Tuviste una gemela? - preguntó ladeando la cabeza, con total desconcierto.

Los ojos de Jenna me escudriñaban de tal manera que no pude evitar sentirme incomoda.

- Creo que deberíamos... - comenzó a decir Damon, pero yo me le adelante.

- Sí. - y entonces lo esquivé y salí de la librería, haciéndole señas a Stefan para que me siguiera.

Seguí andando hasta el bar y entonces comencé a hablar mientras temblorosa, me servía un vaso de whiskey.

- ¿Qué paso? - le pregunté sentándome a su lado.

- Déjame adivinar... - dijo Damon que entraba, se sentaba a mi lado, me arrancaba el whiskey le daba un sorbo y continuaba. - Klaus haciendo desastres en el cuerpo de Ric.

Stefan se limitó a asentir.

- ¡Dios! - exclamé, frotándome la frente con las manos sudorosas. - No va a detenerse, no hasta que haya destruido todas y cada una de nuestras vidas. Ya lo he visto.

- ¿Qué has visto? - preguntó Stefan mirándome con cautela.

- ¡Como destruye! ¡Como asesina a todos sin el menor remordimiento! - un escalofrió recorrió mi espalda cuando la imagen de mi madre tirada en el suelo, con la garganta desgarrada, desangrándose, invadió mi mente.

- Alexa, escúchame. - dijo Stefan sujetando mi rostro. - Cálmate, vamos a estar bien.

- ¿Cómo lo sabes? - le pregunté, alterada por los gemidos de Jenna que aun llegaban a mis oídos.

- Él no lo sabe. - saltó Damon, rodeándome con su brazo, mientras me daba palmaditas de consuelo. - Solo está tratando de ser positivo, ¿Cierto, Stef?

- Ni siquiera en una situación como esta puedes dejar de ser un imbécil, ¿Cierto, Damon? - le pregunté sacudiéndome, para que me soltara.

- ¿De qué estás hablando? – preguntó, ceñudo. - Aun no has visto el imbécil que hay en mí. - dijo y por algún extraño motivo sonó orgulloso de tal cosa.

- ¡Oh! – exclamé. - Créeme, lo he hecho. - dije alzando las cejas y asintiendo. - Ahora si no te importa, volveré a tener una conversación madura, con Stefan. - le dije y le di la espalda.

Alexandra PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora