33. Preparándonos

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Las cajas estaban llenas de todo tipos de prendas antiguas; incluso en una, había un corsé. No sabía qué demonios usaban las personas en los sesenta, así que deje que Elena escogiera. Al cabo de un rato, tomo un vestidito con escote en V en la parte de adelante, de mangas largas, estampado muy bonito, en tonos morados y un cinturón de esferas blanco, que hacían juego con unas botas blancas. Y tomó otro de color amarillo, de mangas cortas, que llevaba un cierre hasta el abdomen, tenía un cinturón del mismo color, y lo acompañó con una cinta del mismo color para el cabello, mayas y unas botas idénticas a las blancas, solo que también eran amarillas.

- ¿Qué te parecen? - me preguntó sujetando un traje en cada mano. - ¿Cuál prefieres?

- Ambos me gustan. - le dije genuinamente. - ¿Cuál te gusta más a ti?

- Ambos. - dijo tendiéndolos en la cama y observándolos. - Aunque el amarillo es más ceñido al cuerpo... - dijo e hizo una mueca.

- ¿No te agrada la ropa ajustada? - pregunté, sonriendo.

- Si, - hizo una pausa. - Pero no tan - hizo un gran énfasis. - ceñida.

- Bueno, a mí me encanta. - comenté adelantándome y tomando el vestido amarillo y las botas. - Así que usa el morado y yo usaré este ¿De acuerdo?

- Bien. - dijo tomando el otro vestido. - Ok, entonces... iré a prepararme.

- Si, yo también.

Entonces Elena se dirigió al cuarto de Stefan y yo al mío. Justo cuando iba pasando frente a la puerta del cuarto de Damon, ésta se abrió y Damon salió al pasillo. Damon llevaba puesto un pantalón de cuero que le quedaba ajustado, sexy; con una camisa negra desabotonada que dejaba ver un poco su pecho. Aún tenía el cabello un poco húmedo.

- ¿Cómo me veo? - preguntó, dando una vuelta, lentamente mientras una sonrisa socarrona afloraba en su rostro.

- Te ves genial. - admití.

- Gracias. - dijo y se quedó viendo el vestido que traía en las manos. - Amarillo y pequeñito; me gusta. - dijo sonriente.

- Cállate. - dije un poco sonrojada y entré en mi cuarto.

Rápidamente me desvestí y me metí en la ducha. No podía dejar de pensar en todo lo que esta noche podría significar. Si lográbamos matar a Klaus, no solo habría cumplido mi promesa a Stefan de ayudarlo a proteger a Elena, sino que al fin... luego de tantos años, la muerte de mi familia sería vengada. Por el contrario, si fallábamos, bueno... quizás terminaríamos muertos. Las ansias se apoderaban de mí mientras salía de la ducha y me colocaba la ropa interior. Rápidamente me vestí, y arreglé mi cabello. Me había colocado extensiones del mismo color de mi cabello, por lo que ahora este me llegaba hasta la cintura; lo había rizado... haciendo que quedara igual al cabello de Katherine y me había colocado la cinta.

Luego de maquillarme, peinarme, vestirme, es decir, cuando estuve lista... no lucía tanto como Elena. Claro, la similitud seguía existiendo. Pero el maquillaje de los ojos me hacía lucir bastante diferente de mi aspecto habitual, y el largo del cabello, también.

Cuando estuve lista bajé, no sin antes darme una última mirada al espejo. Cuando estuve abajo, para mi sorpresa, no había nadie, así que decidí ir a alimentarme. Aún pensativa, bajé, tomé una bolsa de sangre y me dirigí al bar. Con extrema rapidez, terminé la bolsa; y cuando estaba sirviéndome un whiskey, Damon entró y traía algo en las manos.

- Quiero uno. - dijo apuntando el vaso que me estaba sirviéndome y sentándose frente a mí.

- Toma este. - le ofrecí mi trago. - Aún no lo había comenzado.

- Gracias. - dijo tomando el vaso y dando un trago. - Traje algo para ti. - dijo zarandeando la cajita casi en mi rostro.

- ¿Si? - le pregunté mientras me servía otro trago. - ¿Qué es?

- Lentes de contacto. Azules. Espero que te gusten. - dijo con una sonrisa presuntuosa.

- Si, seguro. - dije tomando la cajita que me extendía. - Gracias. No se me ocurrió.

- Sí, bueno; para eso estoy yo.

Sonreí y me dirigí al baño. Pausadamente me coloqué los lentes de contacto, cuando me vi en el espejo me sentí extraña. Llevaba más de quinientos años observándome en el espejo y viendo mis profundos y oscuros ojos marrones, y verlos azules de un día para otro, era... simplemente extraño. Entonces salí y volví al bar. Damon aún estaba ahí, en el mismo lugar donde se había quedado.

- ¿Qué opinas? - le pregunté acercándome para que pudiera apreciar mis ojos.

- Bien. - Dijo y tras una pausa agregó - : Pero no me gustan. - hizo una mueca.

- ¿A qué te refieres? - le pregunté confundida.

- Se ven bien, pero prefiero tus verdaderos ojos. El color. Me encanta el hermoso tono marrón que tienen. - dijo colocándose de pie y virándose hacia mí.

- Si, a mí también me encantan mis ojos. - sonreí.

- ¿Arrogante? - preguntó arqueando una ceja.

- Un poco.

- Me encanta. - entonces a velocidad vampírica se situó frente a mí. - ¿Serás mi pareja? Elena va con Stefan - dijo y pude sentir un dejo de amargura en su voz. -, Jeremy con Bonnie, Caroline con Matt... solo quedamos tu y yo. - sonrió. - Como en el primer baile de los fundadores, ¿Lo recuerdas? - me preguntó.

Entonces el recuerdo vino a mí, como si todo hubiera ocurrido hace unos pocos días.

Alexandra PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora