37. Humillada

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- ¡¿Qué?! - exclamamos las tres al unísono.

- ¡Sí! Klaus tiene a Jeremy, ¡síganme!

Atónitas fuimos tras Alaric que entró en el instituto. Corrimos por varios pasillos, hasta que Elena dijo:

- Bien, ¿A dónde nos llevas? - preguntó entrecortadamente.

- Solo un poco más. - susurró Alaric. Y percibí algo extraño en su voz.

Algo no andaba bien, me dije a mí misma. Y al parecer Elena y Bonnie pensaban lo mismo, puesto que intercambiamos miradas.

- Que... Algo no está bien. - dijo entonces Elena en voz alta.

- ¿Dónde está Jeremy? - preguntó Bonnie, pero no obtuvo ninguna respuesta.

Entonces, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, las tres nos detuvimos en seco. Alaric soltó una risotada, fría.

- Necesitaba alejarme del baile. Los sesenta, Ouch. No fueron mi década. - volvió a soltar otra risotada. - Quiero decir... ¿De quién fue la decisión? Prefiero mucho más lo veinte. El estilo, las fiestas, el jazz.

Entonces fue como si me tragara un cubo de hielo, si frío se apoderó de mi estómago. Una idea horripilante acababa de cruzar mi mente. Pero no... no era posible, no... no podía ser.

- Alaric, ¿Estás tomando verbena? - preguntó Elena, frunciendo el ceño.

- ¿Por qué preguntas eso, Elena? - dijo Alaric, volviéndose hacia nosotras.

- Está bajo los efectos de la compulsión. - dedujo Elena.

No. - dijo la voz en mi cabeza. - No es eso.

- No. - dijo Alaric. - Intenta de nuevo.

- ¿Qué está pasando? - dijo Elena y pude sentir un dejo de terror en su voz.

- Bien. Te daré una pista. - dijo Alaric e hizo una pausa. - No soy Alaric.

Es cierto. - susurró la voz. - Estabas en lo cierto.

Elena frunció el ceño y antes de que ninguna de ellas pudiera comprenderlo, dije en voz clara y temblorosa:

- Klaus.

- ¡Sorpresa! - dijo Klaus en el cuerpo de Alaric. - Alexandra... cuanto tiempo. Por cierto, Katerina te manda muchos cariños. - dijo con su maldita voz, que aún no había olvidado.

- ¡Oh, no! - dijo Elena. - No, no es posible.

- ¡Relájate, Elena! No estoy aquí para herirte. No estás en mi lista esta noche. - Entonces hizo una pausa, luego miró a Bonnie y arrastrando las palabras dijo - : Pero tú sí.

Entonces, Klaus salió disparado por los aire y se estrelló contra una vidriera, donde habían trofeos y medallas se los Timberwolves. Pero él volvió a levantarse.

- ¿Mencioné que conozco un brujo? - dijo mientras se incorporaba. - Vas a tener que pegarme mucho más fuerte.

Entonces una vez más salió disparado por los aires, chocando contra los vidrios que ya estaban en el suelo. Soltó una risotada mucho más larga que las anteriores y volvió a levantarse.

- ¡Por todos los medios! ¡Dispara otra vez! - casi gritó. - Si matas este cuerpo... conseguiré otro, quizás Jeremy. - dijo y sonó amenazador.

Entonces sin pensarlo, me abalancé sobre él y lo derribé. Gruñí, a solo centímetros de su cara, sintiendo los filosos y puntiagudos colmillos. Lo levanté del suelo, y con una mano lo alcé por el cuello. Pero él simplemente sonrió. Entonces tomó la mano por la que lo sujetaba y la retorció, haciendo que mi mano quedara con unas dimensiones espantosas. Solté un alarido de dolor. Me empujó y casi caí al suelo. Entonces enderecé mi mano y arremetí contra él una vez más.

- ¡CORRAN! - grité. - ¡AHORA, CORRAN! - gruñí.

Bonnie y Elena salieron disparadas y solo quedamos Klaus y yo.

- Alexandra - dijo en un asqueroso tono sedoso. - creo que, había olvidado cuan hermosa eres.

- En cambio - dije casi escupiendo las palabras. - yo aún no he olvidado cuan sínico eres.

Y volví a arremeter contra él. Pero esta vez, me había esquivado. Entonces sin que siquiera pudiera notarlo me sujetó. Con un brazo rodeó mi cintura y con la otra me sujetó por los hombros, impidiendo que me moviera. Entonces sentí su aliento en mi oreja, y luego sus labios rozar mi mejilla.

- ¿Recuerdas... nuestra pequeña noche? - dijo y su voz me recordó más que nunca a la de un maniático.

Entonces recordé como muchos años atrás, cuando aún era humana, Klaus me había utilizado, se había alimentado de mí y me había hecho creer mediante la compulsión, que habíamos tenido una maravillosa noche de amor.

Un escalofrió recorrió mi cuerpo, cuando recordé como sus colmillos se habían clavado en mi cuello, y había succionado mi sangre, hasta dejarme casi inconsciente.

- La sangre Petrova. - dijo y pude sentir como la punta de su lengua rozaba mi mejilla. - Tiene un sabor tan... peculiar,... particular.

Entonces fue cuando me di cuenta de que tenía miedo. Aunque no iba a demostrarlo. Me quedé en silencio, sin mover ni un músculo, quieta, esperando la más mínima oportunidad para atacarlo.

- No puedo evitar... preguntarme, si... sigue teniendo el mismo sabor... - me paralicé. - aunque, ahora, seas vampira.

Entonces no pude controlarme y comencé a debatirme entre sus brazos, pero era inútil. Él era mucho más viejo y fuerte. En lugar de ceder, sus brazos comenzaron a apretar más y comenzaba a lastimarme.

- ¡Déjame! - grité, con las lágrimas a punto de brotar de mis ojos.

- Solo una probadita. - dijo con el cinismo a flor de piel.

- ¡No, no, no, no! - chillé.

Entonces, lo sentí. Sentí como sus colmillos, filosos y puntiagudos, se abrían paso a través de la fina piel de mi cuello y buscaban con sorna su objetivo; hasta que lo logró. Sentí como la sangre comenzaba a brotar de mi cuello y sentía los labios fríos y sin vida de Klaus, succionando frenéticamente. Dolía, el dolor era aún peor que el producido por la verbena. Era espantoso, y los bruscos movimientos que hacía para soltarme lo empeoraban, y Klaus cada vez me presionaba más contra su cuerpo. Que te clavaran una estaca en el estómago era una cosa... pero que otro vampiro tomara tu sangre... era, lo peor. Era la humillación más grande que podría existir. Automáticamente te sentías inmundo, despreciable, inferior...

Entonces no pude más, y dejé de debatirme... al menos eso alivianaría el dolor. La presión de los brazos de Klaus también cedió, al ver que me había rendido. Y tras unos pocos segundos, se despegó de mí.

Inconsciente y automáticamente; me llevé una mano al cuello y pude sentir dos pequeños agujeros, ahí, exactamente en la vena y los débiles hilillos se sangre que brotaban de ellos. Entonces fugazmente, pensé en Damon, Stefan y en lo que había venido a hacer esa noche. Matar a Klaus. Que justo en ese instante me estaba dando la espalda mientras se limpiaba con la manga, las comisuras de la boca. Entonces me abalancé sobre él. Como si nada, me tomó del cuello y me lanzó contra la pared, la cual se rompió un poco cuando choqué contra ella.

- Sigue teniendo el mismo sabor, no ha cambiado... ni un poco. - dijo con una sonrisa cínica, mientras veía como me levantaba del suelo. Volví a arremeter, pero me volvió a sujetar del cuello y me sostuvo contra la pared.

Quedando así, cara a cara.

- Gracias por la muestra, Alexandra. - volvió a sonreír.

- ¡ERES UN IMBECIL! ¡UN MALDITO IMBECIL! - grité hecha una furia y escupí la cara de... Alaric.

Klaus cerró los ojos, instintivamente. Luego con parsimonia, se limpió y dijo en un tono amenazador, que jamás, jamás, creí escuchar de la garganta de Alaric:

- Lo lamentarás.

Y entonces, me dio un codazo en la nariz, que empezó a sangrar al instante. Caí tendida al suelo, gimiendo y sujetando con una mano mi cuello y con la otra mi nariz. Y lo último que vi, fueron los pies de Alaric, alejándose con ligereza y elegancia.

Alexandra PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora