**Capitulo 57: Nubes en el Horizonte**

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El día avanzaba, cargado de emociones y despedidas. Los presentes se preparaban para despedir a María, mientras Josué se sumía en un mar de lágrimas. Johanne, en su constante cuidado, intentaba aliviar el dolor que parecía inagotable.
Josué: La vida no debería ser tan cruel. Ella fue un ángel para todos, mi madre me abandonó y ella ocupó su lugar. No fue solo mi abuela, sino una figura materna. Su partida duele demasiado.
Johanne: Mi amor, tranquilo. Acepta que se fue, pero su amor siempre te acompañará.

Elizabeth observaba cómo Josué lloraba en presencia de sus hermanos, sumidos en un torbellino de emociones. En medio de esta escena, apareció Marcelo corriendo desde la entrada del cementerio. Al abrir la caja que contenía a María, su expresión se transformó en una mezcla de incredulidad y dolor.
Marcelo: No, esto no puede ser verdad. Mi abuela, no. ¿Cómo pudo pasar? ¿Qué sucedió?
La sorpresa invadió a todos al ver a Marcelo. Josué lo cuestionó, buscando respuestas.
Josué: ¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? ¿Te equivocaste de entierro?
Marcelo: ¡No, soy tu hermano! Tu madre y yo hablamos mucho antes. Elizabeth es nuestra madre.
Josué: ¿Mi qué? - sus palabras quedaron suspendidas en el aire mientras el asombro se apoderaba de él.
Elizabeth, temerosa, reveló su identidad ante la sorpresa de todos.
Elizabeth: Sí, soy tu madre, pero tenía mis razones para no decírtelo.
Josué: (sorprendido) Mamá... ¿realmente eres tú?
La emoción lo embargó, y trató de tomar las manos de Elizabeth, pero ella lo evitó.
Elizabeth: Sí, soy yo, pero debo irme.
Josué: ¿Te irás? ¿No me abrazarás? ¿No me dirás que me extrañaste? Aunque sea un error, soy tu hijo.
Josué expresó su dolor con palabras cargadas de heridas profundas.
Josué: Tú, que debías tener el corazón bondadoso de mi abuela, fuiste la causa de su partida. Tú la mataste, ella se fue por tu culpa.
Elizabeth: Debo irme.
Antes de marcharse, Josué la retuvo, buscando el afecto que tanto necesitaba.
Josué: ¿Te irás sin decir más? ¿Sin darme la oportunidad de conocerte? Mi mamita se fue, y ahora tú también te vas. Estoy solo.
Marcelo intervino, brindando su apoyo y confianza a Josué, abriendo un nuevo capítulo en sus vidas.
Marcelo: No estás solo, hermano. Hablé mucho con ella y sé la maravillosa persona que eres. Dejaré todo para estar contigo, seremos familia.
Josué: Gracias, lo agradezco.
Los abrazos y las palabras de apoyo se extendieron entre ellos, y luego continuaron con el entierro de María.

El pastor pronunciaba sus palabras mientras el grupo se reunía para despedir a María. Sin embargo, Josué no podía soportar la tristeza abrumadora que lo invadía. Dejó el grupo y se encaminó hacia un puente cercano, la oscuridad de su mente guiando sus pasos. Miró hacia el abismo, sintiendo la tentación de dejarlo todo atrás.
Voces Internas: Ya no tienes razones para vivir en este mundo. Tu madre te abandonó y tu abuela se fue. ¿Por qué no saltas y te liberas de este dolor?
Josué, en medio de sus lágrimas, se acercó al borde del puente, contemplando la decisión que cambiaría su destino. Johanne, siguiendo su instinto, lo encontró en ese momento crucial y corrió hacia él.
Johanne: Amor, ¿qué estás haciendo? No te arrojes, ya viste lo que quieres hacer.
La mirada de Josué parecía distante, como si alguien más lo controlara.
Josué: (voz distorsionada) Me iré con mi Mamita. Seré feliz con ella.
Johanne: ¿Y yo? ¿Me dejarás infeliz? Si te vas, ¿qué quedará para mí?
Josué: Mi vida carece de sentido, te quiero, pero el dolor me consume.
Johanne: Piensa en Neftalí, en la universidad, en tu futuro como profesional. ¿No fue eso lo que tu abuela quería para ti?
Josué, luchando contra las voces internas y los recuerdos, revivió el día de su graduación.
María: Te gradúas y luego irás a la universidad. Serás un profesional exitoso. Quiero que te superes y seas un buen hombre, sin perder tu esencia.
De vuelta al presente, Johanne reforzó esa visión de futuro.
Johanne: Amor, bájate de ah í. Ven conmigo. Hay esperanza, y estaremos juntos en esto.

Mientras el grupo intentaba comprender la situación, Marcelo, Johanne y Neftalí conversaban sobre lo sucedido en el cementerio.
Marcelo: Así que lo llevaron a un hospital psiquiátrico. Supongo que todo fue demasiado para él.
Neftalí: Sí, ya había estado allí antes, pero los recientes eventos lo llevaron de nuevo a un estado de desesperación.
Johanne: Me siento inútil, no puedo ayudar como quisiera.
Marcelo: Juntos encontraremos una forma de ayudarlo. Yo también estaré allí para él, lo prometo.

Mientras tanto, Josué había sido admitido en el hospital psiquiátrico. Sus perturbadoras emociones lo invadían, y fue conducido a una habitación con colchones cubriendo las paredes. Despojado de su ropa y vestido con el uniforme del hospital, Josué se encontraba sumido en su dolor. La intensidad de sus sentimientos lo llevó a golpear las paredes y a dejarse llevar por la angustia que lo acosaba.
Josué: (gritando) ¡Sáquenme de aquí! ¡No estoy loco! ¡Déjenme salir!
La realidad se distorsionaba a su alrededor, y el dolor de su existencia parecía insoportable. En medio de ese caos, sus pensamientos y emociones luchaban por encontrar una vía de escape, una razón para seguir adelante.

El secreto de Josue Donde viven las historias. Descúbrelo ahora